oratoriowebLa Parroquia San Carlos Borromeo, en Villanueva de la Cañada, albergó, entre el 19 y el 21 de junio, las Jornadas de primera iniciación a la oración para niños pequeños.

 

Recogemos el testimonio de una de las participantes.

Implantar el oratorio de niños pequeños en la parroquia exige la certeza  vivida de que quien hace las cosas es Dios y la confianza de que todo depende de Él. Supone no sólo un camino de encuentro con el Señor, sino la gran noticia de que tenemos una misión y que hay que empezarla, sin grandes ambiciones pastorales, tan sólo dejándose llevar por el Espíritu Santo, único camino para el éxito.
Los oratorios de niños pequeños no sólo son una riqueza para ellos, sino también para los adultos que les acompañan, pues nos exige estar unidos al Señor, reconocer nuestra debilidad y hacernos humildes para no juzgar a nadie. En definitiva, vivir con fe, esperanza y caridad.
La pedagogía del amor va mucho más allá de otros empeños pastorales, de aquí su éxito. No hay transmisión de la fe si no hay transmisión del amor. Y cada vez hay más niños con vivencias tensas familiares que les bloquean para poder amar.
Hemos contemplado cómo niños de siete años han tenido una experiencia de Dios, porque "es el Señor el que ha venido a estar con ellos"; ése es el mensaje, y ellos así lo viven.
Hemos visto ese milagro nacido desde la espontaneidad y la naturalidad de los niños pequeños, y el milagro se ha hecho patente para todos, incluso para los padres, con lo que eso implica: ¡son los niños los que evangelizan a sus progenitores!
El más libre es quien tiene menos defensas contra el amor, o sea, el niño. Por eso, los catequistas tenemos que aprender a mirarles acogedoramente y con respeto, a escucharles, a no juzgarles como chicos con problemas de conducta.
Ellos lanzan un grito desesperado de desconexión con su realidad. El oratorio les supone un descanso en el que encuentran paz. ¿Acaso no es eso lo que buscamos todos?
Los oratorios son mucho más que un método. Son una oportunidad para los niños de encontrarse con el Señor; para los padres, al ver los frutos en sus hijos y al ser catequizados por ellos, y para los catequistas, siendo instrumentos para este encuentro.
Es un claro ejemplo de lo que es la nueva evangelización.