rozas2webMás de 80 jóvenes de entre 17 y 35 años, provenientes de diferentes parroquias y grupos de la Diócesis de Getafe, han pasado unos intensos días de formación, convivencia y entretenimiento en el Colegio Seminario de Rozas de Puerto Real durante el mes de agosto. Estuvieron acompañados también por 12 sacerdotes, el Obispo de la Diócesis, D. Joaquín María López de Andújar, y su Obispo Auxiliar, D. José Rico.

La Escuela de Verano Joven, que en esta ocasión se ha llevado a cabo del 1 al 9 de agosto, es una iniciativa que cada año da más frutos y que organiza la Delegación de Juventud, en colaboración con Acción Católica-Sector Jóvenes.
A continuación, ofrecemos el testimonio de dos de los participantes: 
 
Belén Vidal. Parroquia San Saturnino, en Alcorcón

- ¿Te animarías a un curso de teología en el mes de agosto en Rozas de Puerto Real?
- ¡Rápido! Piensa una excusa por la cual no puedas ir; más clases no, por favor.
Lo curioso es que Dios ya contaba ahí conmigo para acudir a su encuentro. Ves cómo, según se van acercando los días para el curso, va propiciando todo tipo de situaciones para que puedas ir, va unos cuantos pasos delante de ti haciéndolo todo fácil, así es Él.
Una vez que estás en el coche camino a Rozas, ya sólo queda dejarse sorprender, ya no tienes que hacer más, porque sabes que está todo preparado, eres un invitado de Jesús. Siempre quedan resquicios en tu corazón que te quitan la alegría, llevas tus preocupaciones del día a día y no existe un botón de desconexión. Los prejuicios a menudo son una carga pesada en este tipo de ocasiones, y así fue.
Al comienzo encuentras un grupo de gente variopinta, cada uno buscando lo suyo y sin una clara sensación de grupo. No sabes muy bien cómo va a salir, pero te fías porque así lo decidiste al comenzar.
Lo primero que hacemos es deshacer la maleta, así como Dios te va deshaciendo los nudos causados por el miedo y el juicio. Según van pasando los días, te vas encontrando con Dios en la oración, con amigos nuevos en los momentos de diversión y contigo mismo en la confesión.
Lo que te permite este ambiente fuera de tu comodidad, de tu grupo cerrado de amigos y de tu estabilidad, es una apertura total a la paz del resucitado. Tiene las claves para vivir completamente la fe: oramos, celebramos los sacramentos, compartimos lo que vivimos, conocemos en la formación, nos anima a vivir una vida en la plenitud de la coherencia y es una llamada a la evangelización.
¿Te animarías a un curso de teología? Ahora tengo claros motivos para decir amén (que así sea). Quizá lo más grande sea el paralelismo de este curso con nuestra vida real. No es un curso finito que acabó, es tan infinito como la vida activa de un cristiano que se ve saciado por la salvación de nuestro redentor.

José Luis Martín. Parroquia de Santa María Magdalena, en Getafe

Si alguien nos propusiera acudir a clase en agosto tras haber sufrido el largo y costoso curso, seguramente diríamos que no, pero, y si es Dios quien nos lo propone, ¿qué diríamos?
Afortunadamente, ni Dios ni la escuela de verano quieren vernos sufrir estudiando en pleno mes de agosto, porque, si ése fuera el propósito, no habría ¡tantos jóvenes! Por ello, esta escuela no sólo se centra en lo formativo, sino que hay multitud de actividades donde lo aprendido en las aulas se pone de manifiesto, y donde nuestra experiencia de Iglesia crece gracias al contacto con gente de otras parroquias, y convivir con este tipo de personas que son capaces de sacar lo mejor de ti durante nueve días es ¡asombroso!
Desde mi propia experiencia, puedo decir que, en los primeros compases de esta escuela, no me sentía muy a gusto (no conoces muy bien el ritmo, a la gente, te sientes un poco desubicado…), pero, cuando dejas que Dios actúe en ti, la cosa cambia, y cambia mucho. Empiezas a degustar cada conversación con los demás, empiezas a disfrutar mucho más de las actividades, comienzas a gozar mucho más las clases (aunque esto parezca lo más complicado, pero gracias a los fantásticos profesores se hace más fácil) y, sobre todo, saboreas el paso y la compañía de Dios en tu vida.
Me llevo una experiencia de Iglesia viva que espero que se repita, porque los jóvenes  estamos llamados a la evangelización, a la santidad, a  vivir una vida en plenitud y a hacer del mundo una gran ¡familia!