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Unos ochenta monaguillos provenientes de distintas parroquias de la Diócesis participaron el pasado 22 de febrero en la primera convivencia de este curso, para ellos, que tuvo lugar en el Cerro de los Ángeles. 

 

Después de varios años, se retomaba esta actividad y el Seminario de Getafe se volcó de lleno en prepararla y en darle un sentido, tanto de comunión entre los monaguillos de la Diócesis como vocacional.

El encuentro comenzó en la entrada del edificio del Seminario Mayor, donde los monaguillos participantes fueron recibidos por los seminaristas. 

De ahí se dirigieron al convento de las Madres Carmelitas, donde celebraron la eucaristía, presidida por el sacerdote D. Fernando Gallego. 

En ella se recordó a los pequeños la alegría con la que han de vivir su cercana participación en la misa y se les agradeció el servicio que prestan en sus parroquias. 

Las Madres Carmelitas también tuvieron un detalle con los niños, regalándoles un cuento de la vida del Beato Bernardo de Hoyos.

Terminada la celebración, todos se dirigieron hacia el Seminario, y allí los seminaristas prepararon una gymkana hasta la hora de comer, para pasar una mañana de risas y deporte.

Después de la comida y un rato de fútbol y otros juegos, se les volvió a reunir para impartirles una catequesis. El seminarista Daniel Navarro les dirigió unas palabras en las que se les invitaba a recordar por qué empezaron a ser monaguillos, cómo viven la misa y que vieran cómo Jesús les puede llamar a algo más. 

Reunidos por grupos, todos expresaron la ilusión con la que prestan este servicio y sienten el privilegio de que Jesús les llame a estar cerca de Él. 

A continuación, los monaguillos se dirigieron a la Ermita Nuestra Señora de los Ángeles para poder poner todas estas experiencias ante Jesús en un rato de adoración al Santísimo. 

El rector del Seminario, Jesús Parra, les dirigió unas palabras para agradecer su presencia y alentarles a vivir con profundidad este momento. Expuesto el Santísimo, el seminarista Miguel Ángel Rodea les invitó a que como el joven Samuel con el sacerdote Elí, ellos también se atrevieran a dar el paso de decirle al Señor “Habla, que tu siervo escucha” y le preguntaran a qué vocación les está llamando.

La convivencia finalizó con una merienda y el retorno de los niños con sus familias. Los seminaristas al término de la jornada también manifestaron su alegría por todo lo vivido y agradecieron su generosa respuesta a esta convocatoria. 

“Para nosotros ha sido un momento de gracia y de comunión el preparar cada pequeño detalle para que los niños sientan el amor que Jesús les tiene, que conozcan el Seminario y un día sean jóvenes valientes que le pregunten a Dios que quiere de ellos” manifestaron.