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El propósito de Jesús para su Iglesia es prolongar la misión que Él realizó en el tiempo y extenderla por todos los pueblos de la tierra. De hecho, el último mandato de Jesús a sus discípulos antes de su ascensión al Cielo recoge el envío misionero: Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio, bautizando en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

La pertenencia al Pueblo de Dios no es ya una cuestión de nacimiento sino de acoger una propuesta de salvación que realiza Jesús y que quiere que llegue a todos los hombres de todos los tiempos.

 

Salida misionera

Esta misión ha sido confiada a la Iglesia y la realizan todos sus miembros, cada uno según su vocación, su carisma, su lugar en la historia y las peculiares condiciones de su tiempo, pero afecta a todos. Una pequeña parte de quienes forman parte de la Iglesia consagran su vida entera a esa misión. Son los religiosos y religiosas, los consagrados, los sacerdotes. Ellos han hecho de su vida un compromiso para la extensión del pueblo de Dios. En la medida de la vocación peculiar de cada uno, algunos anuncian el evangelio en el ámbito de la educación, de la sanidad, en la atención a los más necesitados. Otros viajan a países lejanos para comenzar el anuncio del Evangelio.

El envío para anunciar la buena noticia es el último mandato de Jesús a sus discípulos antes de su ascensión al Cielo: Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio, bautizando en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

Esa misión, confiada a la Iglesia, afecta a todos sus miembros: sacerdotes, religiosos y laicos. Algunos hacen de ella el compromiso de toda su vida, otros incorporan el mandato a su vida ordinaria.

Millones de personas han abandonado su tierra y sus aspiraciones personales para ir a otros lugares a servir el evangelio, entregando su vida. En la actualidad cerca de 11.000 españoles entregan su vida en la misión.

En muchos lugares, los misioneros hacen una labor primera de humanización, promoviendo la mejora de la calidad de vida, la sanidad y la educación. Sobre esa labor se puede realizar el anuncio de Jesucristo.

Toda la acción de la Iglesia tiene como objetivo último el conocimiento de Jesús y el trato personal con Él.

El papa Francisco invita a todos los bautizados a ser Iglesia en salida, responsables de una misión que se realiza también aquí y ahora.

El mundo entero es territorio de misión: en todos los ámbitos, en todos los lugares, a todas las personas, de cualquier procedencia, edad y condición se les puede anunciar el Evangelio.

 

Misioneros en el entorno habitual

Por otra parte, la gran mayoría de los cristianos, también convocados a esa misión, la realizan en su ambiente normal, en el trabajo, entre sus amistades, en la familia… buscando las ocasiones propicias para dar testimonio de su pertenencia al Pueblo de Dios y de su compromiso con el anuncio del Evangelio.

Muchos de ellos adquieren un cierto compromiso con la Iglesia como voluntarios y comprometen una parte de su tiempo en la catequesis parroquial, en la ayuda a la celebración, en los servicios parroquiales de Cáritas, etc. Con la conciencia de enviados por el Señor, en cualquier lugar se puede prestar un servicio valioso de anuncio del Evangelio.

Entre quienes han consagrado su vida entera a la misión de la Iglesia, destacan los casi 11.000 españoles que han abandonado su tierra y sus aspiraciones personales para ir a otros lugares a servir el evangelio, entregando su vida y compartiéndola con aquellos que la Iglesia les ha confiado.

Dentro de nuestras fronteras, más de 63.000 personas, entre sacerdotes y religiosos, permanecen en España entregando la vida en los amplísimos territorios de la misión de la Iglesia, también convocados por la llamada del Señor y también dejando sus aspiraciones personales y, en muchos casos, su propio hogar.

 

La primera labor: humanización

En muchos lugares, esta misión de la Iglesia realiza una labor primera de humanización, promoviendo la mejora de la calidad de vida, la acogida, el cuidado, la protección y la promoción de las personas en situación de vulnerabilidad. En ello se dan la mano quienes trabajan dentro de la Iglesia en la asistencia social, la sanidad y la educación. Sobre esa labor se puede realizar el anuncio de Jesucristo y la pertenencia al Pueblo de Dios, que abre el corazón a una existencia llena de esperanza.

Toda la acción de la Iglesia tiene como objetivo último el conocimiento de Jesús y el trato personal con Él. Esta es la misión recibida, el anuncio de la buena noticia de Jesús. La llamada a la Nueva Evangelización, que hicieron los papas anteriores, o el ser Iglesia en salida como le llama el papa Francisco convoca a todos los bautizados a ser responsables de una misión que se realiza también aquí y ahora y en todo el mundo. El mundo entero es territorio de misión: en todos los ámbitos, en todos los lugares, a todas las personas, de cualquier procedencia, edad y condición se les puede anunciar el Evangelio.