10/07/2025. El vicario episcopal para el Cerro de los Ángeles y rector de la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús del Cerro de los Ángeles, Manuel Vargas Cano de Santayana, reflexiona sobre la devoción al Sagrado Corazón en el último número de la revista 'Padre de Todos'.
Un corazón nuevo para un mundo herido
Las noticias diarias nos asedian con conflictos, guerras, corrupción y una suma de dolores que revela la hondura de la herida humana. Ningún rincón del planeta queda indemne: todos, sin distinción de edad o fortuna, sufrimos sus consecuencias. Las tensiones se multiplican y somos tentados de proyectar la culpa fuera, como si nosotros fuéramos intachables.
En el siglo XVIII, algunos creyeron que la Ilustración de la mente humana acabaría con las guerras; también, el orden impuesto tras la Segunda Guerra Mundial hizo confiar a muchos que la democracia liberal erradicaría la barbarie... Pero, ya bien entrado el siglo XXI, pese al avance tecnológico, la sofisticación gastronómica y la compostura aparente, reaparecen los antiguos males: el rencor y la descomposición social por el vicio y la mentira. El Concilio Vaticano II lo diagnosticó con lucidez: “los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano” (Gaudium et Spes, n. 10). Los grandes males sociales nacen del desorden interior.
Por eso urge aprender a vivir de otro modo, dejarnos sanar desde lo más hondo y, de este modo, comenzar de nuevo. Necesitamos —literalmente— un «trasplante de Corazón». El profeta Ezequiel lo anunció como promesa divina: “Arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ez 36,26). Ese corazón nuevo es el deJesucristo: Dios hecho hombre, manantial de agua viva que lava las manchas, horno ardiente de misericordia que abrasa la inmundicia.
El Corazón de Jesús no se cierra ante el pecado, sino que arde por perdonar y curar. Ama incluso a sus enemigos (cf. Lc 23,34). No vino a condenar, sino a salvar (cf. Jn 12,47). Su misericordia no conoce fronteras. Ante un mundo que se tambalea, la Iglesia propone esta devoción al Corazón vivo de Cristo como camino cierto de esperanza. Benedicto XVI afirmó: «Desde esa mirada (al Corazón traspasado), el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar» (Deus Caritas est, n. 12).
Vamos terminando este mes de junio, y lo hacemos saboreando las palabras que el Papa Francisco nos dejó en su última encíclica, un verdadero testamento espiritual: “En el Corazón de Cristo está el Evangelio entero, la verdad que creemos, lo que adoramos, lo que más necesitamos” (Dilexit Nos, n. 89).