08/08/2025. Aún quedan plazas disponibles para participar en la experiencia misionera organizada por la Delegación diocesana de Juventud y que tendrá lugar desde el 18 al 24 de agosto en Alcuéscar (Cáceres).
Una semana de entrega, silencio, alegría y fe, en la que los jóvenes vivirán la misión como una oportunidad de conversión personal y de encuentro con el sufrimiento redentor.
Durante estos días, los participantes colaborarán con los Esclavos de María y de los Pobres principalmente en la residencia de ancianos y en la Casa de Misericordia. Allí acompañarán a los enfermos, escucharán sus historias y prestarán ayuda en las distintas tareas que requiera la comunidad. Si la organización lo permite, también se visitarán algunos pueblos cercanos donde los hermanos desarrollan su labor pastoral, llevando la presencia de Cristo a través de la cercanía y el testimonio.
Desde la Delegación destacan que se trata de una experiencia de comunión que marca un antes y un después en la vida de los misioneros. Muchos repiten año tras año: “Es un tiempo precioso de verdadero servicio a los más desfavorecidos, de oración profunda y comunión con los demás misioneros”. No es raro que, tras vivir esta semana, muchos jóvenes regresen con una mirada renovada sobre el sentido del dolor, la entrega, y la alegría de la fe compartida.
La misión es llevar al Señor a quienes no han tenido la oportunidad de conocerle
Jesús Manzano, joven de 23 años de Getafe que participó en la edición pasada, lo tiene claro: “La misión no está lejos, está aquí al lado. Es necesaria. No es solo ir a ayudar, es llevar al Señor a quienes no han tenido la oportunidad de conocerle”. Su testimonio refleja que el voluntariado en Alcuéscar es mucho más que una semana de servicio: “Esta experiencia es tuya y del Señor. Es abrir el corazón y dejar que Él haga lo que quiera contigo”.
Para Jesús, o Chus, como le conocen en su grupo de la parroquia San Eugenio, uno de los momentos más impactantes fue cuando un residente le preguntó: “¿Qué haces aquí, tío?”. Esa pregunta, aparentemente sencilla, escondía una profundidad inesperada: “Es el Señor quien me ha llevado a estar con ellos”, afirma. “A veces pensamos que la misión está en otro continente, pero también hay sed de Dios muy cerca de nosotros”.
Jesús subraya también la necesidad de formarse espiritualmente para afrontar lo que allí se vive. “Muchos testimonios te descolocan y necesitas luz. Por eso es tan importante tener un sacerdote cerca”. La presencia constante de Juan Luis Valera, sacerdote que acompañó a los jóvenes durante toda la semana, fue clave: “Nos ayudaba a interpretar las historias que escuchábamos, las injusticias que veíamos, y a verlas con los ojos de la fe”.
La convivencia y la oración marcan el ritmo de la semana. Jesús recuerda con especial cariño la Hora Santa diaria: “Era un momento para poner a los residentes delante del Señor y pedir por ellos. Muchas veces nos conmovía tanto lo que vivíamos durante el día que esa oración nocturna se convertía en un desahogo, en una entrega silenciosa”.
El ambiente fraterno es otro de los grandes tesoros de la misión. “Aunque fui solo, sin amigos de mi grupo, allí encontré hermanos. La convivencia se vuelve comunidad, y esa comunidad es Iglesia”. Jesús anima con firmeza a no dejar pasar esta oportunidad: “Si tienes libre esa semana, no lo dudes. Da igual si vas solo, allí haces amigos y compartes una vida misionera que deja huella”.
La puerta de felicidad se abre hacia fuera
Precisamente, el sacerdote diocesano Juan Luis Valera, que acompañó a los jóvenes misioneros en la edición pasada, resume el corazón de la misión: “Las misiones son una oportunidad fantástica para salir de uno mismo y experimentar que la puerta de la felicidad se abre hacia fuera: dándote, sirviéndote y entregándote con otros”. Y añade: “En Alcuéscar tenemos la oportunidad de vivir esa experiencia en España, junto a personas desahuciadas, discapacitadas, enfermas y ancianos acogidos por estos sacerdotes que tanto bien hacen”.
Esta misión es, en palabras de sus protagonistas, un laboratorio de fe: se mezcla la acción con la contemplación, el servicio con la escucha, el dolor con la esperanza. No es solo dar, es también dejarse tocar. “Abrir el corazón y que el Señor haga maravillas”, como dice Jesús.
Quedan plazas disponibles y desde la Delegación animan a no dejar pasar esta oportunidad: una semana que cambia el corazón y abre la vida a la alegría del Evangelio. La misión te espera.
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