15/10/2025. En el marco de la celebración del Jubileo de la Pastoral del Duelo presidido por el obispo de Getafe, Mons. Ginés García Beltrán, en la Catedral Santa María Magdalena, Carlos y Angélica, matrimonio de coordinadores del grupo de mutua ayuda al duelo 'Resurrección', comparten cómo la muerte de su hijo Óscar se transformó, con la ayuda de Dios y de la Iglesia, en un camino de fe, esperanza y servicio.
Carlos y Angélica llevan 38 años casados y tienen dos hijos: Blanca y Óscar. Hace cinco años, la vida de esta familia cambió por completo. Óscar falleció con tan solo 24 años a causa de un tumor cerebral. “Nosotros pensábamos que era un niño, pero en realidad era un hombre. Nos enseñó a vivir y a morir”, recuerdan emocionados.
El diagnóstico fue rápido y demoledor: en solo un año, su hijo partió a la ‘Casa del Padre’. “Hicimos todo lo posible, pero no. Por más que le pedíamos al Señor que le dejase aquí con nosotros, no fue posible”, explican. Óscar, consciente de su enfermedad y de su final, mostró una entereza que marcó profundamente a sus padres: “A pesar de su corta edad, nos dio un ejemplo de madurez, aceptación y confianza en el Señor”.
La muerte de su hijo sumió a Angélica en un profundo dolor: “Me quedé como sorda. Estaba en una nube. No vivía. Mi proyecto de vida había muerto con Óscar”. Aunque era creyente, confiesa que no lograba ubicar espiritualmente a su hijo: “Como madre, lo que quieres es que tu hijo esté bien, cuidado, en las mejores manos. Y yo no sabía dónde estaba”.
En medio de esa búsqueda desesperada, encontró al padre Mateo Bautista, impulsor de los grupos de duelo' Resurrección', que marcaría un antes y un después en su camino: “Empecé a escucharle… y cuanto más escuchaba, más me empapaba de lo que él decía. Estaba completamente de acuerdo y veía que me iba sanando”.
Una de sus frases la impactó especialmente: “No hemos perdido a nadie, somos nosotros los que estamos perdidos. Ellos están con el Señor”.
El encuentro con los grupos ‘Resurrección’
La pandemia retrasó la posibilidad de integrarse en un grupo de duelo, pero finalmente la oportunidad llegó. “Sin dudarlo empezamos a participar los tres: Carlos, nuestra hija Blanca y yo”. El proceso no fue fácil. “Estaba sumida en una tristeza absoluta, sentía miedo, culpa, ansiedad y mucho sufrimiento. Pensaba: ¿va a ser esto así hasta los finales de mi vida?”.
En la primera sesión, Carlos compartió una imagen que reflejaba su estado interior: “Me sentía como una pequeña barca a la deriva, sin velas, sin motor, en medio de un enorme mar en calma. Todo estaba paralizado”. Pero poco a poco, la paz fue regresando. “A lo largo de las semanas fui encontrando calma, sosiego y paz. Descubrí dónde estaba Óscar y me abrazó la tranquilidad”.
Angélica también experimentó una transformación profunda: “He transformado el sufrimiento en amor para poder ayudar a otras personas que están en sufrimiento. Gracias a la muerte de Óscar estoy verdaderamente feliz de saber que mi hijo está en el mejor sitio, al lado del Padre”.
Del dolor al servicio
Al finalizar su proceso, les propusieron coordinar un grupo 'Resurrección'. “Nos invitaron a dar lo mismo que habíamos recibido. Y dijimos sí”. Hoy, Carlos y Angélica acompañan a otras personas que atraviesan el dolor de la pérdida de un ser querido, con formación continua dirigida por el propio padre Mateo Bautista.
“En el grupo se empiezan a notar cambios positivos en los dolientes y, al final del camino, todos agradecen la evolución vivida. Han vuelto a renacer”, afirman. “El Señor nos ha regalado su ayuda, nos ha regalado su amor a través de Resurrección”.
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