25/11/2025. La Provincia Eclesiástica de madrid, formada por las diócesis de Madrid, Getafe y Alcalá, ha publicado su primera Memoria de Actividades en la que rinde cuentas de la intensa labor pastoral, educativa, asistencial y económica que desarrolla la Iglesia en la región y subraya el impacto socioeconómico de su actividad en la Comunidad de Madrid.
En la Memoria, los tres obispos de cada diócesis (el cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo Cano; el de Alcalá, Antonio Prieto Lucena y el de Getafe, Ginés García Beltrán) escriben una carta en la que explican el objetivo del documento y su importancia.
A continuación, la carta completa de los tres obispos:
Trae tu dedo […] trae tu mano y no seas incrédulo, sino creyente (Jn 20,27)
Vivimos en una cultura que legítimamente reclama trasparencia a todas las instituciones. También a la Iglesia. Por eso, nos sentimos interpelados a dar cuenta de nosotros como forma de dar razón de nuestra esperanza (cf. 1Pe 3,15). El proceso sinodal que vivimos ha puesto el acento en varias dimensiones que queremos poner en valor en el documento que tienes entre manos. Por una parte, queremos rendir cuentas de toda la inmensa actividad pastoral que desarrolla la Iglesia Católica en la Provincia Eclesiástica de Madrid, que coincide territorialmente con la Comunidad de Madrid. Por otra, queremos hacer transparentes las cuentas para que se conozca a qué dedica la Iglesia el dinero que recibe. Somos conscientes de que la transparencia y la veracidad son los mejores guardianes de la confianza y la credibilidad de la Iglesia.
Rendir cuentas desde el ámbito de la Provincia Eclesiástica, además de publicitar nuestros datos y responder a la accountability que se reclama en tantos ámbitos organizacionales, es un elemento fundamental de la «perenne reforma de la que la Iglesia tiene necesidad»2 para ser fiel a su Señor. Asimismo, constituye una expresión sentida y sincera del deseo de trabajar conjuntamente más allá de los límites territoriales de las tres diócesis (Alcalá de Henares, Getafe y Madrid). Somos conscientes de que buena parte de nuestros conciudadanos se mueven en el “territorio existencial” de nuestra provincia y salen y entran de una diócesis a otra, incluso varias veces al día sin darse cuenta.
Con el deseo de ofrecer una información lo más completa posible de lo que hace la Iglesia en todos los ámbitos, presentamos una memoria de las actividades que realizamos. No podemos obviar que el empeño es harto difícil y seguramente solo lo habremos logrado en parte. No todo es medible, a veces incluso resulta casi imposible relatarlo, sobre todo cuando nos movemos en el ámbito de lo estrictamente espiritual. Aun así, hemos hecho el esfuerzo de dar cifras con el mayor rigor y objetividad. Pero no podemos ni debemos quedarnos en ellas; ni si- quiera en los resultados aparentes de nuestras acciones. En cualquier caso, el dato siempre es el elemento que ayuda a objetivar.
Para valorar el impacto de nuestras acciones, nos ha parecido más ajustado a la realidad la presentación conjunta de los datos de las tres diócesis, aunque aparezcan también desagregados. Tenemos la certeza de que el todo, cuando se vive desde la clave de la misión y la sinodalidad, es más que la suma de las partes. Por eso, supone un ejercicio práctico de «ser uno para que el mundo crea». Las relaciones son fundamentales en todos los órdenes, especialmente en el seno de la Iglesia. En ese sentido, este trabajo coral es un pequeño, pero muy satisfactorio, hito en el «camino del encuentro, de la comprensión mutua y del intercambio de dones que alimentan la comunión de una Iglesia de Iglesias».
Los actores de la ingente actividad pastoral de la Iglesia son múltiples. No todos son igualmente visibles o bien conocidos. Pero todos son importantes. No queremos dejar de lado el papel del laicado discreto y efectivo que vertebra nuestras parroquias, ni el que se hace presente en múltiples obras propias y ajenas. Tampoco podemos ignorar la aportación de la vida consagrada y de múltiples asociaciones, movimientos y realidades eclesiales que configuran un rico panorama eclesial. Finalmente, no nos podemos olvidar las más discretas y casi invisibles, pero sin cuyo concurso estaríamos amputados: la vida contemplativa desde el silencio solidario de sus monasterios. De todos ellos daremos cuenta en las páginas que siguen.
Aunque, como se ha apuntado, resulte prácticamente imposible medir el impacto de lo espiritual, buena parte de lo que aporta la Iglesia a la sociedad se produce en el terreno de lo intangible, de lo difícilmente medible. Se originan y producen consecuencias en el orden de lo cualitativo, específicamente de lo espiritual en el sentido más amplio.
Así pueden señalarse el bienestar y el equilibrio personal que produce la participación en el universo de lo religioso, las soledades que disipa la vida comunitaria de la Iglesia, las vidas atormentadas que se sienten escuchadas, incluso perdonadas en lo que consideraban imperdonable, la capacidad de tender puentes y rebajar tensiones, la oferta de un sentido que se vertebra en valores que elevan la calidad de vida ética de los ciudadanos… Son algunas de las aportaciones que podemos señalar, por hablar solo de tejas para abajo.
La verdad genera confianza, hace libres y ayuda a sentirnos corresponsables de las necesidades de la misión que compartimos. Con todo, quisiéramos ir más allá de las exigencias normativas y culturales del momento presente. Nos mueve el deseo de la Iglesia de dejar pasar la luz del Resucitado a través de nuestras acciones y recursos. Sabemos que esta lógica trae, como el Señor Resucitado que atraviesa muros impenetrables y se hace presente con su «Paz a vosotros», abundantes frutos de fe, corresponsabilidad, gratitud, confianza y audacia evangelizadora para llevar el Evangelio hasta el último rincón de nuestra querida Provincia Eclesiástica.
Una última apostilla. Lo que más feliz nos hace a los obispos de las Iglesias que peregrinan en Alcalá de Henares, Getafe y Madrid no es solo lo que se ve en los resultados que siguen. Lo que más nos importa de verdad y nos emociona es lo que silenciosamente sigue haciendo la gracia de Dios en la vida de nuestros convecinos y, especialmente, lo invisible que se va tejiendo a través del testimonio de fe, esperanza y caridad de nuestros hombres y mujeres, cristianos silenciosos, discretos y evangélicos. Son buena noticia de mil modos para sus familias y convecinos; extraordinarios compañeros de trabajo, mano siempre abierta a los pobres y militantes de cualquier justa causa perdida para que lo esté menos. Esos hermanos y hermanas nuestros, esos «santos de la puerta de al lado», son nuestro más hermoso patrimonio. Eso, amigo lector, aunque no se vea tanto en los cuadros que siguen, es lo que en verdad colorea y da sentido a lo que queremos presentarte.
+ José Cobo Cano, cardenal arzobispo de Madrid
+ Antonio Prieto Lucena, obispo de Alcalá de Henares
+ Ginés García Beltrán, obispo de Getafe