25/11/2025. Un grupo de la diócesis de Getafe —integrado por la Vicaría para la Pastoral Caritativa y Social, el delegado de Ecología Integral, Ramiro Pereda, y varios voluntarios— ha visitado el pasado fin de semana las zonas más afectadas por los incendios del pasado verano en Astorga y Sanabria, casi 400.000 hectáreas calcinadas.
Aurelio Carrasquilla, vicario para la Pastoral Caritativa y Social, explica que uno de los objetivos de esta expedición era expresar la cercanía de la diócesis de Getafe con estas personas, que muchas veces lo han perdido todo y “conocer cómo se encuentran, hablar con los vecinos y decirles que, aunque hayan pasado varios meses, nosotros no nos olvidamos”,
“Antes de emprender algún proyecto o iniciativa, ellos mismos querían contarnos la situación, que los escucháramos. Es el dolor de la gente lo que está ahí”, subraya.
“Una experiencia llena de emoción, de tristeza y de alegría”
Carrasquilla describe la visita como un recorrido profundamente conmovedor: “Ha sido una experiencia llena de emoción, de tristeza, de alegría”. El grupo fue recibido por el administrador diocesano de Astorga, Francisco Javier Gay Alcain, quien los acompañó por diversas localidades.
En varios de los pueblos que recorrieron, la destrucción era absoluta. “En dos de ellos se quemó la iglesia totalmente”, relata. En uno de ellos, explica, “estaba todo quemado, destruido, menos el Sagrario”. En otro, los apenas quince habitantes miraban con esperanza al futuro: “Estaban ilusionados ahora en vivir la Navidad… el Señor nos ayuda a vivir estos días. Tendremos una iglesia nueva”.
La pérdida de templos, imágenes y bienes comunes ha sido especialmente dolorosa: “Todo aquello que les unía como pueblo se había destruido”.
En San Vicente, donde ardieron casi todas las viviendas, la escena resultó impactante, y aun así, los lugareños mantenían su unidad: “Se habían destruido las casas, se habían destruido nuestros hogares, pero mantenemos en pie el cementerio, nuestra iglesia y el lugar donde nos reunimos los vecinos. Eso nos sigue haciendo pueblo”.
Uno de los momentos más duros fue recorrer algunos valles, completamente calcinados: “Era como ir a la película de El Señor de los Anillos, en Mordor, porque estaba todo negro, destruido, nada en pie”. La transición entre la vida y la desolación era brusca: “En menos de un metro pasabas de la preciosidad de la vida a la fealdad de la negritud del quemado”.
A pesar de la tristeza, el vicario subraya la fuerza de los habitantes: “Ser testigo de cómo la vida se va abriendo camino… entre la propia gente del pueblo es también impresionante”.
“Regresamos con el corazón encogido”
El responsable del Departamento de Ecología Integral, Ramiro Pereda, también ha compartido su impresión del viaje: “Mi compañera Begoña y yo hemos venido con el corazón encogido”. Entre cenizas y casas derruidas, escucharon “destrucción, tristeza, pérdida de seres, sentimientos y vida”, pero también encontraron esperanza: “Ojalá nuestra presencia haya sido un ratito de sosiego para ellos”.
Los testimonios recogidos fueron especialmente duros, “Nos han expresado su miedo, su soledad interior, su desencanto y frustración con las administraciones públicas”. Sin embargo, lo que más les marcó fue la acogida, “Allí estaban esperándonos al pie de sus casas destruidas y sus iglesias… su primera petición era volver a tener esas iglesias, que para ellos son el punto de encuentro con Dios y con sus vecinos”.
Pereda aprovechó también para agradecer la compañía: “Transmitimos nuestro agradecimiento a la diócesis de Astorga por su acogida y acompañamiento”.
Una mirada joven: “Entre las cenizas se podía sentir la esperanza”
Inmaculada, una joven de Leganés que se unió a la expedición, describe el viaje como un choque emocional: “Ha sido un impacto muy difícil de expresar”. Donde antes había vida, ahora “los paisajes están marcados de silencio, humo y devastación”.
Aun así, también ella vio señales de futuro: “Entre las cenizas se podía ver y sentir la fuerza y la esperanza de una tierra que no se rinde”, y la hospitalidad de sus habitantes, "Nos esperaron con mucha paciencia y cariño… nos decían que no les abandonáramos”.
La joven valora profundamente este encuentro: “Fue muy humano, cálido y profundamente significativo, incluso en medio de la tristeza”.
Dirigiéndose a quienes los acompañaron, añade: “Gracias por ayudarnos a que esta visita no fuera solo un acto de presencia, sino un gesto de unión y esperanza compartida... Astorga nos ha enseñado que incluso en momentos muy oscuros, la comunidad y la solidaridad son luz”.
Acompañar, escuchar y volver a empezar
Tras la visita, la diócesis de Getafe iniciará un proceso de discernimiento para definir cómo apoyar a estas comunidades. “Llegará el momento de reflexionar… qué podemos hacer, qué podemos compartir”, indica Carrasquilla. Pero para él, un primer paso esencial ya se ha dado: “Ser altavoz de esa historia… enjuagar sus lágrimas, sus tristezas”.
La Iglesia local de Astorga también ha sido un ejemplo durante estos meses. “La Iglesia está al lado de su pueblo, sufre igual que los demás y sigue intentando animar y dar vida a sus comunidades”, concluye el vicario. “Uno se siente muy orgulloso”.
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