11/12/2025 Basida, la casa de acogida para enfermos de VIH y de otras adicciones, ubicada en Aranjuez, celebra 35 años de acompañamiento a personas especialmente vulnerables, convirtiéndose para ellas en una verdadera familia llena de oportunidades.
Para festejarlo han preparado durante el fin de semana del 12, 13 y 14 de diciembre un conjunto de actividades que tienen como eje central la Eucaristía del domingo, a las 12:30 horas, presidida por el obispo auxiliar, Mons. José María Avendaño.
El sacerdote Darmín Belmar Buendía acompaña espiritualmente a los que forman parte de esta realidad —residentes, usuarios y voluntarios— desde hace 18 años.
«Desde siempre me llama la atención la experiencia de Basida como un brote del Reino. Un grupo de jóvenes se atrevió hace 35 años a vivir en cristiano, creer profundamente en el Evangelio y a confiar en la Providencia, viviendo en comunidad con espíritu de pobreza y entrega total», comparte Belmar. Para él, la asociación representa «un lugar donde el Evangelio se hace vida y se concreta en el cuidado de los más vulnerables».
Su realidad y la de la mayoría de las personas que viven en Basida, es que lo que allí sucede «afecta a la vida entera. Afecta a la totalidad de la persona», Él, como religioso somasco y como sacerdote, afirma que vivir esta experiencia es como «acariciar el cielo aquí en la tierra, hacer real lo que siempre he soñado».
El Padre Darmín destaca la identidad de Basida, centrada en el amor y la acogida: «En las entrañas de Basida, como indica su nombre, somos buscadores ansiosos de signos de amor. Cada persona que llega a nuestra casa es un regalo de Dios, y queremos vivir ese encuentro con entrega y dedicación». Reconoce que, aunque lo que hacen pueda parecer poco frente a las enormes necesidades de la sociedad, «si falta incluso una gota, parece que el océano no está lleno».
Sobre el acompañamiento que proporciona Basida a los que acuden en busca de un lugar donde vivir y donde curar, no solo las heridas de la enfermedad sino muchas veces las del abandono y la soledad, Bermar destaca que «este acompañamiento permite a muchos recuperar la confianza y la dignidad, más allá de sus limitaciones o enfermedades».
«Aquí aprendo cómo lo ordinario se vuelve extraordinario. La capacidad de estas personas para vivir el momento presente, para disfrutar cada día y superar dificultades es admirable», añade.
La fe ocupa un lugar central en este proceso de acompañamiento: «Celebrar la Semana Santa o la Pascua en Basida no es un símbolo, sino una experiencia cercana y real. La fe ayuda a recuperar la confianza y vivir como hijos e hijas de Dios, más allá de los fallos o limitaciones».
Fruto de esta labor surgen muchas historias de esperanza muchas historias «como la de un joven que, tras intentar quitarse la vida, logra reconciliarse consigo mismo y agradecer cada día, o la de una mujer que, tras años de abandono, se empapa de cariño y descubre su verdadero valor».
Estas experiencias son «historias de verdaderos milagros» —destaca el sacerdote— subrayando la importancia de Basida en la vida de la diócesis y de tantas personas: «Estas historias nos recuerdan que la esperanza y la entrega transforman vidas».
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