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La Parroquia San Juan Pablo II (Alcorcón) acogió el pasado sábado 20 de mayo la primera jornada de formación sobre la adoración eucarística organizada por la Capilla de Adoración Perpetua San José que hay en esta localidad diocesana y en la que participaron medio centenar de personas.

El día comenzó con la conferencia ‘La adoración, puerta del cielo” impartida por el sacerdote Alberto Domínguez, párroco de la última capilla de adoración perpetua abierta en España, concretamente en Herencia (Ciudad Real).

El ponente explicó de forma apasionada la belleza y la plenitud que implica la Eucaristía en la vida del cristiano.

Domínguez recalcó que hablar de la Eucaristía es “hablar de Jesucristo”. 

“Lo único que nos separa totalmente del Señor y de aquellos que ya no están entre nosotros, pero sí en su presencia, es el canto fino de una sagrada hostia. La Eucaristía es esa bisagra, esa puerta que nos une a Jesucristo y a la comunión de los santos” explicó.

“En la Eucaristía Jesucristo está donándose; por lo tanto, el adorador debe cuidar la calidad de su adoración y la calidad de su vida transformada por la fuerza renovadora de la Eucaristía. Porque esto es lo que experimentamos en la adoración eucarística: la Misericordia, que Dios mete nuestra miseria en su corazón” continuó.

El párroco de Herencia quiso subrayar que “solamente el Señor es el que nos salva; y ser cristiano es experimentar esta realidad en su vida y entrar en la escuela de san Juan, el discípulo amado, amando como ama Jesucristo y así construir la civilización del amor, como decía san Juan Pablo II, permaneciendo en ese Amor”. 

“Esto es la vida cristiana, es la Eucaristía, es la adoración: pedirle al Señor que nos enseñe a amar como Él, pedirle que nos dé su Corazón. La Eucaristía nos eucaristiza, nos hace ofrenda agradable, víctima viva, para dar gloria al Padre con nuestra vida” expresó añadiendo: “en la adoración nos postramos ante Él, le agradecemos y reconocemos su reinado sobre nosotros y que ese reinado se extienda generando esa civilización del Amor por todo el orbe; porque el Señor tiene deseo, esas son las ansias del corazón de Cristo, de redención”.

Seguidamente, los asistentes pudieron experimentar durante una hora de adoración lo que el padre Alberto decía que es la “espiritualidad de la velita del sagrario o de la gotita de vino”: “consumirse como lámparas vivas, entregándose, sacrificándose a los pies del Santísimo, mostrando así al mundo que Jesucristo vive”.

La jornada concluyó con la celebración eucarística presidida por el párroco de San Juan Pablo II, José Julio Fernández-Perea, quien en su homilía ahondó en lo que implica la Eucaristía para todo adorador, ya que, a fuerza de adorar “el adorador va entrando cada vez más en la Eucaristía y entrando en el corazón de Jesús, conociéndole más y mejor”.

Fernández Perea compartió algunas partes de un precioso sermón de san Juan María Vianney, el santo cura de Ars, en el que se invitaba a “reconocer como cristianos la vocación que Dios nos ha dado: orar y amar”. 

“Y quien lo hace, alcanza la felicidad en este mundo, porque orar es la unión con Dios y la adoración hace de Dios y del alma como dos trozos de cera que se funden en uno y que ya nada les puede separar” subrayó.