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El Dicasterio para la Comunicación ha publicado este documento para realizar una profunda reflexión pastoral sobre la interacción en las redes sociales.

El documento, de 21 páginas, es el resultado de un trabajo conjunto en el que han participado expertos, educadores, jóvenes profesionales y líderes, laicos, sacerdotes y religiosos. 

Su objetivo es afrontar algunas de las principales cuestiones relativas al modo en que los cristianos deberían participar en el mundo digital. No se propone ser una guía precisa para el ministerio pastoral en esta área, sino una reflexión común sobre las distintas experiencias digitales, “animando a las personas y a las comunidades a adoptar un enfoque constructivo y creativo que fomente una cultura de amor al prójimo”.

El texto aborda cuestiones que la tecnología plantea en los círculos académicos, profesionales y eclesiales como qué tipo de humanidad se refleja en nuestra presencia en los ambientes digitales, qué tipo de relaciones se están creando o quién es mi prójimo en las redes sociales.

Un extenso documento que describe cómo las redes sociales están diseñadas de modo que se “siembra el conflicto entre los usuarios provocando indignación o reacciones emocionales”, ante lo cual “los cristianos están llamados a mostrar otro camino o poner la otra mejilla” que se concreta en “no reaccionar o reaccionar con el silencio para no dignificar esta falsa dinámica”.

Otra posibilidad es reaccionar con “compasión y cercanía” ante los usuarios “heridos” que se cruzan por el propio camino en las redes sociales, para “transformar este entorno en un espacio más humano y relacional”. También ruega mantener un estilo “reflexivo, no reactivo”.

“Los cristianos deberíamos ser conocidos no solo por nuestra capacidad para llegar a los demás con contenidos religiosos interesantes, sino también por nuestra disponibilidad para escuchar, para discernir antes de actuar, para tratar a todas las personas con respeto, para responder con una pregunta en vez de con un juicio, para permanecer en silencio en lugar de suscitar una controversia” señala el vaticano.

Además advierte de muchas trampas que esconde el uso de la tecnología, como la creación de un falso concepto de igualdad y de comunidad, que esconde en realidad un aumento de la desvinculación, del egoísmo y de la soledad del individuo. El ser humano se convierte en consumidor de información, de posibles falsas verdades y de mercancías.

Por otra parte, el documento también ve el mundo de las redes como un campo de oportunidades en el que buscar el encuentro personal, evangelizar, buscar la unidad, huir de la división, colaborar en proyectos comunes, etc.

“Es una oportunidad para compartir historias y experiencias de belleza o de sufrimiento que están físicamente lejos de nosotros. De este modo, podemos rezar juntos y buscar juntos el bien, redescubriendo lo que nos une. Ser activos significa participar en proyectos que inciden en la vida cotidiana de las personas: proyectos que promueven la dignidad humana y el desarrollo; que tienen como objetivo reducir las desigualdades digitales; que promueven el acceso digital a la información y la alfabetización; que promueven iniciativas de cuidado y de recogida de fondos para los pobres y marginados; y que dan voz a los que no la tienen en la sociedad” subraya el documento.

“Los desafíos a los que nos enfrentamos son globales, por lo que requieren un esfuerzo de colaboración global. Por ello, urge que aprendamos a actuar juntos, como comunidad y no como individuos: no tanto como "influentes individuales", sino como "tejedores de comunión", poniendo en común nuestros talentos y habilidades, compartiendo conocimientos y sugerencias”.

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