¡Hola familia querida!, nos encontramos para una nueva emisión de nuestros diálogos en la fe con san Juan Pablo II, quien nos decía en el programa anterior “El Señor nos acompaña; Él está siempre presente en nuestra vida con su Palabra y con los Sacramentos”. Hoy le preguntamos ¿Cuál es el lugar y la misión de la Virgen María en el Plan de Dios? Le escuchamos:
 
“Dios envió a su Hijo, nacido de mujer” (Ga 4, 4). El misterio divino de la misión del Hijo, es al mismo tiempo el misterio de la Mujer, elegida y predestinada por el Padre Eterno para ser Madre del Hijo de Dios. María Santísima es parte de, aquello que, en los designios eternos del amor de Dios, ha sido puesto para nuestra salvación. Con una mirada llena de agradecimiento a la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y al mismo tiempo, llena de admiración hacia aquella Mujer en la cual el género humano ha recibido tan excelsa elevación, damos gracias: ¡Hijo de Dios nacido de Mujer! ¡Jesucristo, Hijo de María siempre Virgen. Hijo del hombre!”.
 
La Revelación Cristiana, nos presenta de modo particular aquella Mujer, en cuyo seno se realiza el encuentro culminante y definitivo de la humanidad con Dios-, precisamente el misterio de la Encarnación del Verbo, en la plenitud de los tiempos. La Virgen de Nazaret –Madre del Verbo Encarnado– tiene vinculación singular con esta Sabiduría de Dios, que está también llena del eterno amor del Padre al hombre.
 
Cuando “vino la plenitud del tiempo”, cuando el Mensajero divino transmitió a la Virgen de Nazaret la voluntad del Padre Eterno, cuando María respondió “hágase”; entonces comenzó aquella particular peregrinación, que nace del corazón de la Mujer, bajo el soplo esponsal del Espíritu Santo.
 
“María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá... a la casa de Zacarías” (Lc 1, 39). Fue allá para saludar a su prima Isabel, que estaba esperando dar a luz a un hijo: Juan Bautista. Por su parte, Isabel, al responder al saludo de María con aquellas palabras inspiradas, alaba la fe de la Virgen de Nazaret: “Dichosa la que ha creído que se cumplirá lo que se le ha dicho de parte del Señor” (Ibíd., 1, 45).
 
De este modo, la visita de María en Ain-Karim asume un significado realmente profético. En efecto, vislumbramos en ella la primera etapa de esta peregrinación mediante la fe. Más tarde en el día de Pentecostés, María no sólo participa en la peregrinación mediante la fe de toda la Iglesia, sino que Ella misma “avanza” precediendo y guiando maternalmente a todo el Pueblo de Dios, a lo largo y ancho de la tierra, y nos impulsa a la misión evangelizadora”.
 
Hasta aquí sus palabras amigas que resuenan desde la eternidad hacia lo más profundo de nuestro corazón. “María precediendo y guiando maternalmente a todo el Pueblo de Dios, nos impulsa a la misión evangelizadora”. Nos encomendamos a tu intercesión querido papa santo y nos encontramos la semana que viene para dialogar en la fe contigo: san Juan Pablo II. ¡Bendiciones!