¡Hola familia querida!, nos encontramos nuevamente para seguir dialogando en la fe con san Juan Pablo II, quien nos decía en el programa anterior que “En Cristo, y con la fuerza del Espíritu Santo, nos convertidos en auténticos evangelizadores, en sus apóstoles de hoy”. Hoy le preguntamos ¿Por qué el cristiano es totalmente de Dios? Le escuchamos:

 “Todos nosotros, sacerdotes, personas consagradas, agentes de pastoral, somos totalmente suyos, con la alegría de prolongar, cada uno según su propia vocación, la presencia, la palabra, el sacrificio y la acción salvífica de Cristo, vencedor del pecado y de la muerte.

 Somos totalmente suyos por el bautismo, que nos configura sacramentalmente con la muerte y resurrección del Señor, para dar así comienzo a una vida nueva por la que Cristo recupera y entrega al Padre toda nuestra existencia en novedad de vida.

Por el hecho de ser bautizados, somos ya llamados a ser santos, puesto que «todos los fieles», de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad (Lumen gentium, 40)

Somos totalmente suyos por la misión que Él ha confiado a los Apóstoles y a toda la Iglesia. A esta misión «merece que el apóstol le dedique todo su tiempo, todas sus energías y que, sí es necesario, le consagre su propia vida» (Evangelii nuntiandi, 5).

Somos totalmente suyos por la ordenación sacerdotal que nos capacita sacramentalmente para representar a Cristo, Cabeza de su Cuerpo místico, y servir así a todos los fieles en su nombre y con su autoridad. El hecho de haber recibido el sacramento del orden, requiere por nuestra parte una profunda identificación con Cristo y con los misterios de nuestra fe, de los cuales somos dispensadores.

Somos totalmente suyos por la consagración religiosa y por la práctica permanente de los consejos evangélicos, que radicando en aquella recuperación y entrega al Padre que el sacramento del bautismo plasmó en cada uno de nosotros, imprime en nuestro ser una semejanza y configuración con Cristo muerto y resucitado.”

Hasta aquí sus palabras amigas que resuenan desde la eternidad hacia lo más profundo de nuestro corazón. “Somos totalmente suyos, con la alegría de prolongar, cada uno según su propia vocación, la presencia, la palabra, el sacrificio y la acción salvífica de Cristo”. Nos encomendamos a tu intercesión querido papa santo y nos encontramos la semana que viene para seguir dialogando contigo en la fe: san Juan Pablo II. ¡Bendiciones!