¿Cómo obtener indulgencia plenaria del Año de la Misericordia'?

Hola amigos: es tiempo de misericordia y en su carta por el Año de la Misericordia, el Papa Francisco explicó las 6 formas concretas en las que los fieles podemos obtener la indulgencia jubilar; ya sea en Roma o en cualquier lugar del mundo.

En cualquiera de los siguientes casos que se mencionan para obtener la indulgencia se debe cumplir primeramente con las condiciones habituales: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Santo Padre.

1.- Los fieles “están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, en Roma, en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano, como signo del deseo profundo de una auténtica conversión”.

2.- “Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la Santa Eucaristía con una reflexión sobre la misericordia”.

El Papa precisa que “será necesario acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo”.

3.- El Papa Francisco señala también que cada vez que un fiel realice personalmente una o más de las obras de misericordia corporales y espirituales “obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar”. “De aquí el compromiso a vivir de la misericordia para obtener la gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie.

4.- Sobre los enfermos y las personas ancianas que no pueden salir de casa, el Pontífice afirma que recibiendo la comunión o participando en la Santa Misa y en la oración comunitaria, también a través de los diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia jubilar”.

5.- Sobre los presos, el Pontífice explica que “en las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”.

6.- Indulgencia para los difuntos: “de igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin”.

Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.

La Puerta Santa simboliza a Jesús

Hola amigos: es tiempo de misericordia y una de las gracias que no podemos perder en este Año Santo, es la de ganar la Indulgencia Plenaria pasando por las “puertas” establecidas por Don Joaquín, nuestro Obispo, que son las siguientes: la Santa Iglesia Catedral Santa María Magdalena y el Santuario del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles.

¿Cuál es el sentido de atravesar estas “puertas santas”? Lo ha explicado el papa Francisco en sus Catequesis sobre la Misericordia de Dios con estas palabras:

La Puerta indica a Jesús mismo que ha dicho: “Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará”. Atravesar la Puerta Santa es el signo de nuestra confianza en el Señor Jesús que no ha venido para juzgar, sino para salvar (cfr Jn 12,47).

Atravesar la Puerta Santa es signo de una verdadera conversión de nuestro corazón. Cuando atravesamos aquella Puerta es bueno recordar que debemos tener abierta también la puerta de nuestro corazón. Estoy delante de la Puerta Santa y pido al Señor ‘ayúdame a abrir la puerta de mi corazón’. No tendría mucha eficacia el Año Santo si la puerta de nuestro corazón no dejará pasar a Cristo que nos empuja a andar hacia los otros, para llevarlo a Él y a su amor.

Por lo tanto, como la Puerta Santa permanece abierta, porque es el signo de la acogida que Dios mismo nos reserva, así también nuestra puerta, aquella del corazón, esté siempre abierta para no excluir a ninguno. ¡A ninguno!

Jesús mismo nos sigue diciendo: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento» (Jn 10,9). Él es la puerta que nos hace entrar y salir. ¡Porque el rebaño de Dios es un amparo, no una prisión! Son los ladrones, aquellos que tratan de evitar la puerta, porque tienen malas intenciones, y se meten en el rebaño para engañar a las ovejas y aprovecharse de ellas.

Nosotros debemos pasar por la puerta y escuchar la voz de Jesús: si sentimos su tono de voz, estamos seguros, somos salvados. Podemos entrar sin temor y salir sin peligro. Delante de nosotros se encuentra la gran puerta de la Misericordia de Dios, que acoge nuestro arrepentimiento ofreciendo la gracia de su perdón. La puerta es generosamente abierta, pero nosotros debemos valerosamente cruzar el umbral.

El Señor no fuerza jamás la puerta: Él también pide permiso para entrar, como dice el Libro del Apocalipsis: «Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (3,20).

Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.

Es tiempo de misericordia - 17-2-2016

Hola amigos: es tiempo de misericordia y por esto hoy quisiera reflexionar con vosotros sobre el significado de este Año Santo, respondiendo a la pregunta: ¿por qué un Jubileo de la Misericordia? ¿Qué significa esto?

Es el mismo papa Francisco quien nos lo responde en una de sus catequesis sobre la Misericordia, le escuchamos: “La Iglesia necesita este momento extraordinario. En nuestra época de profundos cambios, la Iglesia está llamada a ofrecer su contribución peculiar, haciendo visibles los signos de la presencia y de la cercanía de Dios.

Y el Jubileo es un tiempo favorable para todos nosotros, porque contemplando la Divina Misericordia, que supera todo límite humano y resplandece sobre la oscuridad del pecado, podemos convertirnos en testigos más convincentes y eficaces.

Dirigir la mirada a Dios, Padre misericordioso, y a los hermanos necesitados de misericordia, significa poner la atención en el contenido esencial del Evangelio: Jesús, la Misericordia hecha carne, que hace visible a nuestros ojos el gran misterio del Amor trinitario de Dios. Celebrar el Jubileo de la Misericordia equivale a poner de nuevo en el centro de nuestra vida personal y de nuestras comunidades, lo específico de la fe cristiana. Es decir, Jesucristo, el Dios misericordioso.

Un Año Santo, por tanto, para vivir la misericordia. Sí, queridos hermanos y hermanas, este Año Santo se nos ha ofrecido para experimentar en nuestra vida el toque dulce y suave del perdón de Dios, su presencia junto a nosotros y su cercanía sobre todo en los momentos de mayor necesidad.

Este Jubileo, de hecho, es un momento privilegiado para que la Iglesia aprenda a elegir únicamente ‘lo que a Dios le gusta más’. Perdonar a sus hijos, tener misericordia de ellos, para que puedan a su vez perdonar a sus hermanos, resplandeciendo como antorchas de la misericordia de Dios en el mundo.

El Jubileo será un ‘tiempo favorable’ para la Iglesia si aprendemos a elegir, sin ceder a la tentación de pensar que hay otra cosa que es más importante o prioritaria. Nada es más importante que elegir ‘lo que a Dios le gusta más’, es decir, su misericordia, su amor, su ternura, su abrazo, sus caricias.

‘Sentir fuerte en nosotros la alegría de haber sido encontrados por Jesús, que como Buen Pastor ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos’: este es el objetivo que la Iglesia se pone en este Año Santo.

Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.

Reflexiones en el año de la misericordia - tiempo de misericordia

Hola amigos: es tiempo de misericordia y por esto quiero ofrecerles hoy una brevísima síntesis de la Bula ''Misericordiae Vultus'' con la que el Papa ha convocado el Jubileo Extraordinario de la Misericordia.

En ella el Santo Padre describe los rasgos más sobresalientes de la misericordia situando el tema, ante todo, bajo la luz del rostro de Cristo. La misericordia no es una palabra abstracta, sino un rostro para reconocer, contemplar y servir. La Bula se desarrolla en clave trinitaria y se extiende en la descripción de la Iglesia como un signo creíble de la misericordia: "La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia".

El papa Francisco, recupera la enseñanza de san Juan XXIII, que hablaba de la "medicina de la Misericordia" y del beato Pablo VI que identificó la espiritualidad del Vaticano II con la del samaritano. La Bula también explica algunos aspectos sobresalientes del Jubileo: primero el lema "Misericordiosos como el Padre", y a continuación el sentido de la peregrinación y sobre todo la necesidad del perdón.

El tema particular que interesa al Papa se centra en las obras de misericordia espirituales y corporales que deben redescubrirse "para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina".

Francisco trata también el tema de la relación entre la justicia y la misericordia, demostrando que no se detiene en una visión legalista, sino que apunta a un camino que desemboca en el amor misericordioso.

El deseo del Papa es que este Año, vivido también compartiendo con los hermanos la misericordia de Dios, pueda convertirse en una oportunidad para "vivir en la vida de cada día la misericordia que desde siempre el Padre dispensa hacia nosotros. En este Jubileo dejémonos sorprender por Dios. Él nunca se cansa de perdonarnos y nos repite siempre que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida.

En este Año Jubilar la Iglesia se debe convertir en el eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor. Que la Iglesia nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar. La Iglesia se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: '' Acuérdate, Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos''.

Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.

Reflexiones en el año de la misericordia

Misericordia

Hola amigos: es tiempo de misericordia y por esta razón nos encontraremos semanalmente para profundizar sobre este insondable misterio de Dios.

Vamos por el principio: en la Celebración de la Penitencia, del 13 de marzo de 2015, el Santo Padre Francisco nos decía: “he pensado con frecuencia de qué forma la Iglesia puede hacer más evidente su misión de ser testigo de la misericordia. Es un camino que inicia con una conversión espiritual; y tenemos que recorrer este camino. Por eso he decidido convocar un Jubileo extraordinario que tenga en el centro la misericordia de Dios.

Será un Año santo de la misericordia. Lo queremos vivir a la luz de la Palabra del Señor: «Sed misericordiosos como el Padre» (cf. Lc 6, 36). Esto especialmente para los confesores: ¡mucha misericordia!”

Este Año santo se inició con la pasada solemnidad de la Inmaculada Concepción y se concluirá el 20 de noviembre de 2016, domingo de Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo y rostro vivo de la misericordia del Padre.

Sigue diciendo Francisco: “Estoy convencido de que toda la Iglesia, que tiene una gran necesidad de recibir misericordia, porque somos pecadores, podrá encontrar en este Jubileo la alegría para redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos estamos llamados a dar consuelo a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo. No olvidemos que Dios perdona todo, y Dios perdona siempre. No nos cansemos de pedir perdón.”

Es tiempo de misericordia. Santa Faustina Kowalska, “apóstol de la Divina Misericordia”, murió en 1938, y fue beatificada y canonizada por San Juan Pablo II, quien afirmó en la homilía de la canonización de sor Faustina, lo siguiente: “La luz de Divina Misericordia iluminará el camino de los hombres del tercer milenio”. El Papa Magno estableció el domingo segundo de Pascua como Domingo de la Misericordia. En nuestros días, el Papa Francisco ha hecho de la misericordia (como también de la ternura, de la cercanía y de otras manifestaciones de la caridad) el emblema de su pontificado.

Encomendemos este Año a Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de la Diócesis y del pueblo de Getafe, Ella es la Madre de la misericordia, para que nos mire con sus ojos llenos de amor misericordioso y nos cuide en nuestro caminar por el camino penitencial, a corazón abierto, para recibir la misericordia de Dios.

Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.

Reflexión nº33: Oración de consagración a María Santísima

¡Hola familia querida!, nos encontramos para poner punto final a nuestros diálogos en la fe con san Juan Pablo II, luego de 33 encuentros, donde hemos ido desgranando los grandes temas de nuestra fe, cristiana y católica, hoy quiero proponerles, que recemos juntos este texto escrito por él, por el cual nos consagramos a la Santísima Virgen María. Recemos juntos:

“¡Dios te salve, María, llena de gracia, Madre del Redentor! Ante ti, la Pura y Limpia Concepción, me postro con todos los hijos, cuyos corazones convergen hacia Ti; con todos los que agradecen tus desvelos maternales, prodigados sin cesar en la evangelización del mundo en su pasado, presente y futuro.

Queremos ser testigos de Cristo tu Hijo en el tercer milenio de la historia cristiana, iluminados por tu ejemplo, que abriste las puertas de la historia al Redentor, con tu fe en la Palabra, con tu cooperación maternal.

¡Dichosa tú porque has creído! Al aclamar a Jesús, como nuestro Rey, te aclamamos también a Ti, que sobresales entre los humildes y pobres del Señor. Te invocamos como Virgen fiel y Madre amorosa, modelo de la fe y de la caridad de la Iglesia, unida siempre, como Tú, en la cruz y en la gloria, a su Señor.

¡Madre de Cristo y Madre de la Iglesia! Te acogemos en nuestro corazón, como herencia preciosa que Jesús nos confió desde la cruz. Y en cuanto discípulos de tu Hijo, nos confiamos sin reservas a tu solicitud de Madre.

Te encomiendo y te consagro, Virgen Santísima, las esperanzas y anhelos de la Iglesia con sus Pastores y sus fieles, de las familias para que crezcan en santidad, de los jóvenes para que encuentren la plenitud de su vocación, en una sociedad que cultive sin desfallecimiento los valores del espíritu.

Te encomiendo a todos los que sufren, a los pobres, a los enfermos, a los marginados; a los que la violencia separó para siempre de nuestra compañía, pero permanecen presentes ante el Señor de la historia y son hijos tuyos, Madre de la Vida. Haz que la Iglesia entera sea fiel al Evangelio, y abra de par en par su corazón a Cristo, el Redentor del hombre, la Esperanza de la humanidad.

¡Dios te salve, Virgen de la Esperanza! Haz que, como Tú, seamos presencia salvadora en el mundo y hagamos presente a Jesucristo, el Emmanuel, el Dios con nosotros, y por la victoria de su cruz y de su resurrección, le seamos siempre fieles, hasta el final de los tiempos. Amén.”

Hasta aquí sus palabras amigas que resuenan desde la eternidad hacia lo más profundo de nuestro corazón. ¡Gracias queridos oyentes por estar del otro lado recibiendo estos mensajes! Nos encomendamos a tu intercesión querido papa santo con la ilusión de ser fieles a la fe en Jesucristo en la que tú nos has confirmado: san Juan Pablo II. ¡Bendiciones!

Reflexión Nº32 Lo que nos une es más fuerte que lo que nos separa

¡Hola familia querida!, nos encontramos nuevamente para seguir dialogando en la fe con san Juan Pablo II, quien nos decía en el programa anterior que “Alcanzaréis la comprensión plena del sentido de vuestra vida, de vuestra vocación, mirando a Cristo muerto y resucitado”. Hoy, en nuestro penúltimo programa, le preguntamos ¿En el ecumenismo es más fuerte lo que nos une o lo que nos separa? Le escuchamos:

“Siento particular gratitud y aprecio por el camino ecuménico, porque veo en él una manifestación de la gracia del Señor “que obra eficazmente en los creyentes” (cf 1Ts 2, 13), y nos permite compartir nuestra común aspiración de que sea Él todo en todos (cf. 1Co 15, 28).

Viene ahora a mi mente la promesa del Señor Jesús: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 28). Por eso, es motivo de particular satisfacción el esfuerzo de la Iglesia y Comunidades eclesiales cristianas, para expresar nuestra voluntad de comunión y nuestra acción de gracias a Dios por los muchos dones que de su bondad hemos recibido.

El seguir adelante representa el fruto y el término de un largo camino, no exento de dificultades, que han recorrido la Iglesia católica y las Iglesias y Comunidades eclesiales. Un caminar que, por parte de la Iglesia católica, recibió decidido impulso con el Concilio Vaticano II y que, ha hallado un eco y una acogida que, con la gracia de Dios, ha hecho surgir vías e instrumentos de diálogo y de entendimiento que acortan distancias y allanan obstáculos.

Es fundamental en todo esfuerzo ecuménico una conciencia creciente de aquello que nos une, que está siempre más allá y por encima de las diferencias que nos separan: el bautismo común en el nombre de la augusta Trinidad, un gran amor a Jesucristo, único Mediador y Redentor, la veneración por las mismas Escrituras Sagradas, la actitud humilde y firme de servir a la gloria del Señor y al bien de cada hombre y mujer, y la pasión por la unidad “para que el mundo crea” (Jn 17, 21).

Por eso, todos los esfuerzos que se llevan a cabo en el campo del diálogo teológico, de la colaboración en tantas facetas, del testimonio común en lo que ya estamos unidos y sobre todo, nuestra confiada plegaria al Señor, no tienen otro sentido y otra meta que ésta: llegar a ser uno, como afirma Cristo; “Yo en ellos y tú en mí para que sean perfectamente uno” (Jn 17, 23).”

Hasta aquí sus palabras amigas que resuenan desde la eternidad hacia lo más profundo de nuestro corazón. “Es fundamental en todo esfuerzo ecuménico una conciencia creciente de aquello que nos une, está siempre más allá y por encima de las diferencias que nos separan”. Nos encomendamos a tu intercesión querido papa santo y nos encontramos la semana que viene para nuestro último programa donde hemos dialogado contigo en la fe: san Juan Pablo II. ¡Bendiciones!

Reflexión nº 31 ¡Jóvenes acercaos y seguid a Jesucristo!

¡Hola familia querida!, nos encontramos nuevamente para seguir dialogando en la fe con san Juan Pablo II, quien nos decía en el programa anterior que “Debéis procurar que los inmigrantes arraiguen vitalmente en la nación que los recibe, en la comunidad eclesial que como hermanos los acoge”. Hoy le preguntamos ¿Cuál es el mensaje que tiene la Iglesia para los jóvenes? Le escuchamos:

“Queridos jóvenes: aquellos que al ver a Jesús preguntaban: “¿Quién es éste?”, sólo hallaron una respuesta completa si siguieron sus pasos durante su muerte y resurrección. También vosotros alcanzaréis la comprensión plena del sentido de vuestra vida, de vuestra vocación, mirando a Cristo muerto y resucitado.

Celebrad siempre en vuestra vida a Jesús, acogiendo en vuestros corazones el don del amor de Dios: “Me ha amado y se ha entregado por mi” (Ga 2, 20). Empapados por la fuerza divina del amor, entregadle vuestras energías juveniles.

Guiados por el “sentido de la fe” seguid, al mismo tiempo, la voz de aquello que en vuestra conciencia corresponde a la verdad del hombre y de su dignidad. Así seréis capaces de entender la lógica divina, capaces de superar las pobres razones humanas, y penetraréis en la dimensión nueva del amor de Cristo Jesús.

Sólo acogiendo a Cristo en vuestras vidas podréis “responder a cualquiera que os pida razón de la esperanza que está en vosotros” (1P 3, 15). Sólo acogiendo a Cristo, podréis responder a los grandes y nobles anhelos de vuestro corazón.

¡Jóvenes: Cristo, la Iglesia, el mundo esperan el testimonio de vuestras vidas, fundadas en la verdad que Cristo nos ha revelado! ¡Jóvenes: El Papa os agradece vuestro testimonio, y os anima a que seáis siempre testigos del amor de Dios, sembradores de esperanza y constructores de paz!

“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6, 68). Jesús, solo Él, tiene palabras de vida eterna. Acoged sus palabras. Aprendedlas. Edificad vuestras vidas teniendo siempre presentes las palabras y la vida de Cristo. Más aún: aprended a ser Cristo mismo, identificados con El en todo.

¡Venid, jóvenes! ¡Acercaos a Cristo, Redentor del hombre! Es Cristo quien os atrae, es El quien os llama. Y junto a Jesucristo, siempre nuestra Madre Santa María, a Ella os encomiendo.”

Hasta aquí sus palabras amigas que resuenan desde la eternidad hacia lo más profundo de nuestro corazón. “Alcanzaréis la comprensión plena del sentido de vuestra vida, de vuestra vocación, mirando a Cristo muerto y resucitado”. Nos encomendamos a tu intercesión querido papa santo y nos encontramos la semana que viene para seguir dialogando contigo en la fe: san Juan Pablo II. ¡Bendiciones!