¡Hola familia querida!, nos encontramos nuevamente para seguir dialogando en la fe con san Juan Pablo II, quien nos decía en el programa anterior que “Alcanzaréis la comprensión plena del sentido de vuestra vida, de vuestra vocación, mirando a Cristo muerto y resucitado”. Hoy, en nuestro penúltimo programa, le preguntamos ¿En el ecumenismo es más fuerte lo que nos une o lo que nos separa? Le escuchamos:

“Siento particular gratitud y aprecio por el camino ecuménico, porque veo en él una manifestación de la gracia del Señor “que obra eficazmente en los creyentes” (cf 1Ts 2, 13), y nos permite compartir nuestra común aspiración de que sea Él todo en todos (cf. 1Co 15, 28).

Viene ahora a mi mente la promesa del Señor Jesús: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 28). Por eso, es motivo de particular satisfacción el esfuerzo de la Iglesia y Comunidades eclesiales cristianas, para expresar nuestra voluntad de comunión y nuestra acción de gracias a Dios por los muchos dones que de su bondad hemos recibido.

El seguir adelante representa el fruto y el término de un largo camino, no exento de dificultades, que han recorrido la Iglesia católica y las Iglesias y Comunidades eclesiales. Un caminar que, por parte de la Iglesia católica, recibió decidido impulso con el Concilio Vaticano II y que, ha hallado un eco y una acogida que, con la gracia de Dios, ha hecho surgir vías e instrumentos de diálogo y de entendimiento que acortan distancias y allanan obstáculos.

Es fundamental en todo esfuerzo ecuménico una conciencia creciente de aquello que nos une, que está siempre más allá y por encima de las diferencias que nos separan: el bautismo común en el nombre de la augusta Trinidad, un gran amor a Jesucristo, único Mediador y Redentor, la veneración por las mismas Escrituras Sagradas, la actitud humilde y firme de servir a la gloria del Señor y al bien de cada hombre y mujer, y la pasión por la unidad “para que el mundo crea” (Jn 17, 21).

Por eso, todos los esfuerzos que se llevan a cabo en el campo del diálogo teológico, de la colaboración en tantas facetas, del testimonio común en lo que ya estamos unidos y sobre todo, nuestra confiada plegaria al Señor, no tienen otro sentido y otra meta que ésta: llegar a ser uno, como afirma Cristo; “Yo en ellos y tú en mí para que sean perfectamente uno” (Jn 17, 23).”

Hasta aquí sus palabras amigas que resuenan desde la eternidad hacia lo más profundo de nuestro corazón. “Es fundamental en todo esfuerzo ecuménico una conciencia creciente de aquello que nos une, está siempre más allá y por encima de las diferencias que nos separan”. Nos encomendamos a tu intercesión querido papa santo y nos encontramos la semana que viene para nuestro último programa donde hemos dialogado contigo en la fe: san Juan Pablo II. ¡Bendiciones!