koinoniawebEl grupo de primer anuncio Koinonía visitó el sábado 27 de junio la Parroquia Inmaculada Concepción, en Alcorcón. Este grupo diocesano de evangelización, dirigido a todas aquellas personas o grupos de todas las edades que sientan inquietud por la evangelización en las calles, colabora con las parroquias que se lo piden.
El encuentro comenzó a las 17.30 horas con la alabanza, seguida de una hora de formación en la que se explicó en qué consiste Koinonía, el porqué de su surgimiento y el procedimiento que lleva a cabo en esta labor de anuncio de la palabra de Dios.
Tal y como dijo Javier Bernal, uno de los responsables laicos del grupo, “las calles desconocen a Dios y para ello hay que capacitar a las parroquias, porque Jesús vive y se espera”.
En Koinonía, la evangelización se realiza en parejas, en las que uno de los componentes es miembro del grupo.
Tras el rezo del Rosario, la celebración de la Eucaristía y un ágape fraterno, comenzó la Hora Santa, durante la cual el sacerdote D. Ramón Alfredo Miranda, vicario parroquial de la Inmaculada, envió a los misioneros con el fin de que “sus palabras sean eco de las de Cristo, para que sus oyentes presten oído al Evangelio”.
En esta ocasión, Dios puso en el camino a Gema, a Carmen, a Pablo y a Javier, que acompañaron a Claudio, a Soco, a Pablo y a Rafael, fieles de la Parroquia de la Inmaculada, en su salida a las calles “como instrumento de Dios, para mostrar al mundo las maravillas del Señor y dejar claro que está vivo en la iglesia”.
Estas personas ofrecieron a los transeúntes textos de apoyo durante el encuentro personal.
“Nosotros sólo sembramos. La cosecha es de Dios”, explicó Javier Bernal.
Mientras, otra parte de la comunidad parroquial permaneció en el templo pidiendo por los frutos de estos enviados, una de las piezas clave del proceso de evangelización, porque la oración juega un papel fundamental.
Bajo la mirada de Dios en la Custodia, los evangelizadores acompañaron a los que quisieron acercarse, quienes depositaban una vela a los pies del altar.
A las 23.30 horas, los misioneros, muy emocionados, regresaron a la parroquia para hacer partícipes a todos los presentes de sus experiencias.
“Es un regalo decir al mundo que Dios nos ama, ha sido señal de que somos hijos de Dios”, explicaron Gema y Claudio.
“Hemos vivido una experiencia muy enriquecedora, porque había personas creyentes pero alejadas de la Iglesia por su opinión negativa hacia los sacerdotes, pero con interés en conocer a Dios”, dijeron.
Carmen y su ayudante Soco contaron que, “al final es Él quien lo hace todo”. “Los misioneros somos meros instrumentos de su voluntad, principalmente cuando muchos se han mostrado negativos y ateos”, afirmaron. 
Para Pablo, “el Señor, cuando te mira, te embellece y te llena de gracia. La gente ha superado sus prejuicios y sus miedos, han aceptado entrar con la dificultad que eso supone para este tipo de personas”.
“Aun así, algunas con las que hemos hablado no han dado el paso de acercarse, pero su mirada y su actitud han cambiado”, reconocía.
Pablo, que compartía con su acompañante el mismo nombre, afirmaba: “Hoy he descubierto a un Dios muy cercano, y destacaría el entusiasmo de los misioneros que se han contagiado de la alegría de Dios”.
Una familia con un hijo que sufre parálisis cerebral fue la primera en entrar a la iglesia y postrarse ante el Santísimo. Sus misioneros, Rafael y Javier, contaban que eran creyentes, pero, por sus circunstancias, no entendían la carga que les ha tocado. Al final vencieron las dificultades y se han encontrado con Dios.
Como dijo el vicario parroquial de la Inmaculada en la acción de gracias, “no tenemos que callarnos lo ocurrido esta noche. Lo que hoy hemos vivido debería ser habitual en la Iglesia”.