ordenandosestaparaweb El obispo de la Diócesis, D. Joaquín María López de Andújar, presidió el pasado 12 de octubre, -fiesta del Pilar y fecha en la que se cumplían 24 años de la fundación de la Diócesis-, la ceremonia de ordenación de cinco presbíteros y cinco diáconos en el Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerro de los Ángeles.
Estuvo acompañado del obispo auxiliar, D. José Rico; del rector del Seminario, D. Carlos Díaz; del rector del Santuario, D. Vicente Lorenzo Sandoval; del vicario general, D. José María Avendaño, de varias decenas de sacerdotes –algunos compañeros de curso de los ordenandos en la Universidad Eclesiástica San Dámaso- y de cientos de fieles venidos desde diferentes puntos de la Diócesis.
El Coro Diocesano y la Orquesta Sinfónica de la Delegación de Juventud acompañaron con sus cantos los diferentes momentos de la celebración.
En el primer grupo, como presbíteros se ordenaron D. Andrés Castellano Marín, D. José Manuel Ramos Romacho, D. Daniel Rojo Fernández, D. Joe Patricio Talavera Carpio y D. Francisco Javier Zaera Bengoechea.
En el segundo grupo prestarán servicio como diáconos D. Dimitri Armejo Ticona, D. Ángel Tomás Linares, D. Miguel Luengo Sánchez, D. Boris Muriel Cachón y D. Alejandro Rivas Úbeda.
Tras la lectura del Evangelio se procedió a la presentación de los ordenandos. D. Joaquín, en su homilía, puso el ejemplo del apóstol Pablo, “quien sigue el mandato de Dios hasta los confines”. A través de su caso, el obispo explicó a los nuevos sacerdotes y diáconos que tienen que ser “servidores de Cristo y de la verdad”. Para ello, les dijo que debían estar alerta y seguir a Dios con mucha humildad.
En una ceremonia llena de simbolismo, se hizo una valoración de los candidatos en cuanto a su voluntad de recibir el ministerio y la promesa de obediencia ante el pueblo y ante el obispo.
Después, mediante la intercesión de los santos, se rezó para que fueran bendecidos. D. Joaquín realizó la imposición de las manos. Acto seguido, se colocó la estola a cada uno de los ordenados y, en el caso de los sacerdotes, se les revistió con la casulla, para “manifestarse en el ministerio pastoral”. A continuación, recibieron el Evangelio, “del cual se han constituido en mensajeros”.
Tal y como se dijo en la celebración, “el sacerdote humilde vive en la verdad de lo que es y conoce su grandeza”.
El obispo ungió también con el Santo Crisma las manos de los ordenandos, “para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el sacrificio”.
Finalmente, D. Joaquín entregó a cada ordenando el pan y el cáliz “como ofrenda del pueblo santo, para presentarla a Dios”. A partir de ese momento prosiguió la celebración de la Eucaristía junto con los nuevos sacerdotes.
Como dijo D. Joaquín, “todo lo que hace el apóstol Pablo son acciones de Dios”. Así, “el Señor los ha llamado como apóstoles, para mostrar a los hombres su misericordia y hacer presente a Cristo en el mundo; a vivir como servidores suyos entre lágrimas y gozo, con toda humildad”.