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El Santuario del Sagrado Corazón del Cerro de los Ángeles se volvió a llenar el 8 de diciembre por la noche para festejar a la patrona de España en la Vigilia de la Inmaculada. 
El canto del ‘Akazistós’, himno oriental en honor a la Virgen, inició la vigilia, presidida por el obispo auxiliar D. José Rico Pavés.
A continuación vino la adoración eucarística, durante la cual se rezó la oración compuesta por san José de Calasanz en honor a la Virgen.
El Coro Diocesano de la Delegación de Juventud acompañó con sus cantos la oración, así como la eucaristía que siguió.
Presidida por el obispo diocesano, la santa misa contó con la concelebración del obispo auxiliar y de medio centenar de sacerdotes.
Don Joaquín explico en su homilía la figura de la “gran señal” del capítulo 12 del libro del Apocalipsis. “La mujer vestida de sol, con la luna por pedestal y una corona de 12 estrellas, esperando a dar a luz, y amenazada por el dragón es la Iglesia, y su modelo, María Inmaculada”, dijo el pastor.
La celebración terminó con una procesión mariana hasta la Ermita Nuestra Señora de los Ángeles.
 
La noche fue joven
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Tras la eucaristía, 150 jóvenes de diversas partes de la Diócesis continuaron la vigilia de oración en el Seminario.
Los seminaristas representaron ‘La hidalga del valle’, una fantástica obra de Calderón de la Barca sobre el misterio de la Inmaculada Concepción.
A continuación hubo adoración del Santísimo por turnos, momentos de reflexión compartida y Rosario de Antorchas por la explanada del Cerro a las seis de la mañana.
Un chocolate caliente cerró la noche mariana.


La solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María es el único momento del año en el que, por especial privilegio concedido a España, el color litúrgico es el azul cielo. Ninguna otra nación usa el celeste. El motivo es que nuestro país fue el primero en promover, ya a comienzos del segundo milenio, la devoción a la Purísima, que no fue declarada como dogma hasta el 8 de diciembre de 1854.
Las vigilias de oración de la Inmaculada tienen, sin embargo, menos recorrido. Fue el padre Tomás Morales, jesuita y fundador de los Cruzados y Cruzadas de Santa María, quien inició esta práctica en el siglo XX.
Hoy, son cientos los lugares en los que se celebra. En la Diócesis de Getafe lleva desde los años 90.