Las Hermandades del Trabajo peregrinaron al Cerro de los Ángeles el pasado 16 de noviembre, con motivo del Centenario de la Consagración de España al Corazón de Jesús.
El grupo reunió a más de cien personas de las Hermandades del Trabajo de diferentes puntos de España. Asistieron miembros de los centros de Alcorcón, Burgos, Jerez, Madrid y Valencia.
También participaron miembros de la Comisión Nacional; el consiliario nacional, Ignacio María Fernández de Torres, y Mons. Antonio Algora, obispo emérito de Ciudad Real y obispo asesor de las Hermandades del Trabajo.
Los peregrinos comenzaron la jornada visitando los puntos más importantes del Cerro de los Ángeles.
Los voluntarios del Centenario fueron los encargados de explicar la historia del Cerro, sus orígenes, su nombre, la importancia del papel de santa María Maravillas y la descripción de los distintos monumentos.
Las Hermandades del Trabajo tuvieron un destacado papel en la restauración del monumento al Sagrado Corazón. La frase que se puede leer en el frontal (‘Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré’) es una versión del texto del Evangelio, con la que Abundio García Román, fundador de las Hermandades, quiso reflejar el carisma de éstas.
Los miembros de las Hermandades del Trabajo celebraron la Eucaristía del Peregrino, que presidió Mons. Antonio Algora, acompañado por el consiliario nacional, Ignacio María Fernández, y por Natalino Rendo, sacerdote adscrito al centro de Madrid, junto a otros sacerdotes.
En su homilía, D. Antonio recordó la convocatoria del Papa a la Jornada Mundial de los Pobres que se celebraba ese mismo día y la necesidad de pedir al Señor por los pecadores.
“Tenemos que aludir a la fiesta que celebramos. Se nos ha convocado en este día de fiesta para reconocernos pecadores arrepentidos que se saben agradecidos porque Jesús ha abierto su Corazón, manando de él agua y sangre, el agua del Bautismo y la sangre de la Eucaristía”, señaló Mons. Algora.
“Estamos aquí llamados por el Señor. Hemos podido venir de distintos lugares para traer aquí nuestras necesidades, nuestros problemas y las realidades de nuestro mundo, sabiéndonos agradecidos porque Dios nos ha perdonado y amado. La reparación del Corazón de Cristo nace de esta tarea de unirnos al Señor, para que el pecado del mundo vaya desapareciendo y siendo superado por el amor, y que se haga presente el reino de justicia y de paz, de Santidad de Gracia Divina”, continuó diciendo.
El obispo emérito de Ciudad Real recordó la frase que figura inscrita en el frontal del monumento y siguió diciendo que “el Papa nos invita a fijarnos en los que trabajan y viven agobiados, para que encuentren alivio en Cristo Jesús, para su desarrollo integral como personas y para que se pueda hacer posible la justicia y la paz, porque sin justicia no hay paz. Y la paz de Dios viene a decirnos a todos que tenemos que luchar por la santidad de vida”.
“Justicia y santidad son similares: hacer las cosas bien en nuestra sociedad para que, efectivamente, todos los hombres y mujeres de nuestra historia y de la historia de la humanidad vayan creciendo para desarrollar plenamente sus capacidades, las que de Dios han recibido, con el concurso y la unión de todos, para hacer posible que no haya nadie que se quede en la miseria, en la pobreza, en la exclusión, en el descarte, en la precariedad; palabras del papa Francisco, que son resumen de lo que nos decía san Juan Pablo II cuando nos habló del trabajo humano”, recordó el prelado.
“¿Y esto qué tiene que ver con la Consagración del Corazón de Cristo?”, preguntó.
“¿Cómo no nos vamos a consagrar al Señor y querer recibir la herencia de sangre, de la entrega de la vida en las circunstancias más diversas en que se encuentra la Iglesia a lo ancho y a lo largo del mundo, para salvar a nuestros hermanos, para ofrecerles la capacidad de desarrollar todos los talentos que de Dios han recibido y que la sociedad por injusta conduce a descartes y exclusiones?”, insistió Mons. Algora.
Para concluir, el prelado señaló que “en este Año Santo nos consagramos a Jesús, nos comprometemos con Él en hacer posible su reino en medio de los hombres. Vivamos con gozo esta misión”.
Tras la Eucaristía, y antes de que los asistentes regresaran a sus lugares de origen, hubo un tiempo para visitar los monumentos y para recoger sus correspondientes ‘corazonadas’, el documento que les acredita como peregrinos de este Año Jubilar por el Centenario de la Consagración de España al Sagrado Corazón.