08/06/2025. En la solemnidad de Pentecostés y la fiesta de Ntra. Sra. de los Ángeles, patrona de Getafe, el obispo de la diócesis, Mons. Ginés García Beltrán ha recordado que “María, que estuvo presente en el Cenáculo junto a los discípulos en oración, es modelo de apertura al Espíritu. Su vida fue un continuo ‘sí’ a Dios, permitiéndole obrar maravillas en ella”.
“En Pentecostés –ha dicho– el soplo de Jesús renueva y da vida plena en el Espíritu, capacitando a los discípulos para su misión. A partir de ese momento, ya no son hombres temerosos sino testigos ardientes de la salvación”.
“Ese mismo Espíritu sigue actuando hoy en la Iglesia, renovándola y enviándola. Pentecostés no es solo un acontecimiento del pasado, sino una realidad viva y presente. Cada uno de nosotros ha recibido el Espíritu en el bautismo y en la confirmación, y estamos llamados a ser discípulos misioneros que anuncian el Reino con nuestra vida”, ha afirmado.
García Beltrán ha hecho mención a los “tiempos de incertidumbre” que se viven actualmente y los “numerosos desafíos” que enfrenta la humanidad. Por ello, ha subrayado la necesidad de que “como Iglesia, volvamos a nuestras raíces en Pentecostés”. “Si los discípulos fueron capaces de salir de su temor y proclamar el Evangelio con valentía, nosotros también debemos ser testigos del amor de Dios en medio del mundo y de los sufrimientos que lo afligen”, ha señalado.
“A veces puede parecer que las tinieblas son más fuertes, que el mal avanza, que las voces de esperanza son silenciadas por el ruido de la desesperanza. Pero en Pentecostés encontramos una certeza: la esperanza en Cristo no defrauda. La Iglesia está llamada a ser signo de unidad, de reconciliación, de paz. No podemos permanecer pasivos ante el dolor de tantos hermanos, sino que debemos ser presencia viva del Espíritu en nuestro entorno”.
Una llamada a la unidad que “crea familia y que destierra las divisiones y las situaciones de polarización a la que, desgraciadamente, nos vamos acostumbrando”. “La unidad se construye caminando en verdad, teniendo la humildad necesaria para reconocer al otro, para acercarme a él y acogerlo como alguien valioso, para dialogar con convicción, incluso reconociendo mis propios errores. La unidad no es uniformidad, sino armonía en la diversidad, como una sinfonía en la que cada instrumento aporta su sonido único, pero todos juntos crean una melodía perfecta”.