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09/06/2025. El obispo auxiliar Mons. José María Avendaño Perea presidió el lunes 9 de junio, en la Catedral Santa María Magdalena, la Misa Mayor en honor de patrona diocesana en el transcurso de la celebración también impuso la insignia a los jóvenes de la Congregación de Nuestra Señora de los Ángeles que pasaban a mayores.

 

A continuación la homilía completa: 

 

“Y dijo a su Madre: "ahí tienes a tu hijo.

Y dijo a Juan: ahí tienes a tu Madre”.

La Virgen junto a su hijo que está agonizando en la cruz, escucha estas palabras.

Madre, ahí tienes a tu hijo”. No vas a estar sola. Te va a cuidar. Te va a proteger.

Es verdad que esto simboliza también la Iglesia, pero ¿y esa dimensión humana? No vas a estar sola.

Hijo, Juan, ahí tienes a tu madre. Gracias, Juan, por acoger a la Virgen, por protegerla.

Y estas palabras nos llevan a cantar con el corazón lo que acabamos de escuchar con el Salmo. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Getafe! ¡Qué pregón tan glorioso para ti, diócesis de Getafe! ¡Que pregón tan glorioso para ti, Iglesia!

Señor, gracias por amarnos así, con amor infinito.

Un saludo muy cordial a todos vosotros, hermanos y hermanas, que habéis venido peregrinando de distintos lugares de Getafe con peregrinaciones más o menos largas. Venís desde casa a la santa Iglesia Catedral. Ya es una peregrinación. Y si habéis venido desde fuera, desde otros lugares, una peregrinación más larga, pero hemos venido peregrinando para celebrar lo más grande que es la santa Misa y arrebujarnos en el corazón de nuestra Madre, en la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles.

Un saludo muy cordial a mis hermanos sacerdotes, al señor párroco, a los vicarios parroquiales, a un saludo cordial al señor arcipreste de Getafe. Un saludo cordial al señor rector del Seminario mayor. Un saludo cordial a los delegados episcopales; saludo cordial y fraterno, a los sacerdotes y religiosos.

Un saludo cordial a los que estáis sirviendo al altar, a los monaguillos. A ustedes, autoridades, a la teniente alcalde, al señor concejal de cultura, miembros de la corporación municipal, autoridades civiles, militares, judiciales.

Un saludo cordial a la Real Congregación Nuestra Señora de los Ángeles, al hermano mayor y junta de gobierno, a los mayordomos, a todas las que estáis ahí, día a día, cuidando de nuestra Madre, allí en el Cerro de los Ángeles y aquí, en la Catedral. Gracias, camareras.

Y a vosotros, jóvenes, adolescentes, que esta mañana dais el paso a mayores. Ya es una palabra, ¿verdad? Importante, muy importante. Mirad, esta mañana los que estamos aquí y también nos están siguiendo la celebración por el canal de Youtube; un saludo y una bendición a los que están viendo esta celebración y participando de ella. A todos, un saludo cordial y una bendición de D. Ginés, el obispo diocesano. Y aquí estoy yo, José María Avendaño Perea, como obispo auxiliar para servir a Dios y a ustedes.

Jóvenes. El paso a mayores. Mirad, hemos comenzado con una oración, la oración colecta. Y le hemos dicho al Señor: Señor, que tu Iglesia, siendo cada día más fecunda, se alegre con la santidad de sus hijos. Sois más de 50, me decían ayer, y algunos adultos.

Sed santos. Dios se alegra de vuestra santidad. En ese camino, así se lo pedimos a la Virgen, nuestra Señora de los Ángeles. ¿Vais a recibir estas insignias y medallas? Hoy, por tanto, es un día de alegría y de esperanza.

Hoy, cuando celebramos en toda la Iglesia a la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia. El día 21 de noviembre del año 1964, el Papa, hoy santo, San Pablo VI declaraba esta fiesta como solemnidad. No es casualidad, para un creyente no existen las casualidades, existen las causalidades y hay una causa. La Virgen hoy es protagonista en toda la Iglesia del mundo, en toda la Iglesia católica y hoy en la diócesis de Getafe.

Teniendo a vosotros, jóvenes, que vais a coger el testigo, no como un gesto simbólico o una tradición bonita, no. Es mucho más. Lo sabéis. Ayer preguntaba yo a alguno de los miembros de la congregación: ¿Por qué están aquí estos jóvenes y adolescentes? ¿Y sabéis lo que me decían? Porque se han encontrado con Jesucristo. Y ese encuentro de Jesucristo lo han tenido gracias a los abuelos y a las abuelas, miembros de la Congregación o vuestros padres, que os han dicho “tú también”.

Dad gracias a Dios por ellos. Hoy, este es un signo de compromiso, de pertenencia y de amor. Amor a la Virgen de los Ángeles, nuestra madre. Amor a la Iglesia, que es nuestra familia y amor a Cristo que nos ha salvado.

Recibir una medalla o una insignia es recibir una llamada. No es simplemente imponeros algo que lo haremos dentro de un rato, el señor párroco, el señor arcipreste y un servidor. El llevar en el pecho un signo que te recuerda, joven, que eres hijo de Dios, que perteneces a la Iglesia, que estás en la diócesis de Getafe y estás en el mundo. Esta medalla que vais a recibir, esta insignia, representa a la Virgen María y en concreto a Nuestra Señora de los Ángeles. María fue joven como vosotros. Vivió su juventud con un corazón abierto a Dios. El ángel la visitó y le dijo María: “has encontrado gracia delante de Dios”. Vosotros, jóvenes, sentid también esta llamada de Dios. Dios te llama por tu nombre.

Da gracias a Dios. Y decidle 'mira, Señor, tengo 14, 15, 16, 17 o más años. ¿Qué quieres que haga con mi vida? Da sentido a mi vida'. Los jóvenes, se habla de vosotros y doy fe de ello, de que en ocasiones os he oído a vosotros decir: ayudadnos a que vuestra vida tenga sentido. No podemos ir por la vida sin saber cuál es el norte. Y el norte es Dios. Y el norte es Jesucristo. Os ofrecerá este mundo muchos caminos de felicidad. Solo Jesucristo va a llenar la sed de felicidad.

Ser joven, con este paso a mayor, es, como os diré en la bendición de las insignias y medallas, "llevando consigo estas insignias, Señor, se esfuerza"; y queremos pedirte que se esfuercen por ir transformándose en la imagen de tu hijo Jesucristo. Daos cuenta lo que le vamos a pedir a Dios, que os esforcéis cada día por ser imagen de Jesucristo: en el estudio, en la familia, con los amigos, donde estéis, llevad el buen olor de Cristo. Llevad el buen olor del Evangelio. Llevad el buen olor de las buenas obras.

La medalla o la insignia que vais a llevar en el pecho os recordará que sois hijos de Dios y vivid con sencillez y humildad y siempre con caridad. El papa Santo, San Juan Pablo II, les decía a los jóvenes, y repito sus palabras para vosotros y para todos los demás: “No tengáis miedo de ser santos. Nuestra vocación como bautizados es la santidad”.

Ser santo no es ser raro. Dentro de unos días será canonizado un joven de vuestra edad. Hoy beato Carlos Acutis. Hoy moría con 14 años a consecuencia de una leucemia. ¿Y sabéis lo que decía? No quiero ser fotocopia de nadie. Quiero ser hijo de Dios con la autenticidad que Dios ha puesto en mi vida.

Todos los días venía al templo la Eucaristía y decía que la Eucaristía, que el Sagrario es la autopista para el cielo.

A él le gustaba la informática. Tiene una colección de milagros eucarísticos, el amor a la Eucaristía desde Internet, ¡cómo evangelizó los años que vivió este hijo de Dios tan joven! En breve, San Carlos Acutis, hoy beato Carlos Acutis. Ser santo es ser auténticos, sed auténticos, no seáis fotocopia de nadie. Sed alguien que ama de verdad, que no se deja llevar por lo superficial. Mirad a los demás con ternura, como Dios te mira a ti. Con esa regla de oro del Evangelio, tratad a los demás como queréis que os traten a vosotros.

Virgen de los Ángeles, Señora nuestra, pedimos que estos jóvenes y adolescentes y que todos nosotros estemos cerca de tu hijo. Rezad cada día, dejad un poco el móvil, la tablet.

¿Dedicamos tiempo a Dios? Si hacemos un balance de lo que dedicas cada día a mirar el móvil, ¿cuánto tiempo? Lo digo también para mí. ¿Cuánto tiempo dedicamos a decirle a Dios Te amo, Señor? A escuchar a Dios. Mirad el Papa actual, el Papa León XIV, al comienzo de su pontificado, hablaba siempre de la paz que va en el corazón. La paz desarmada, hablando constantemente de la unidad. Y el domingo, pasado en la ordenación de 11 presbíteros, les decía a ellos y a todos nosotros: “estamos en este mundo. No somos perfectos, pero estamos llamados a ser creíbles”.

Que cuando salgamos de esta celebración, los que contemplen nuestra vida, nuestras palabras, nuestros gestos y Dios que escucha nuestros pensamientos, consideren que somos creíbles. Al poneros esa medalla o insignia, decidle a la Virgen: Madre, ayúdame a vivir como tú.

Sed alegres y responsables. No os conforméis con lo mínimo. No seáis cristianos del montón. Sed santos. No seáis, esto lo decía el Papa Benedicto XVI, cristianos mediocres; no, somos discípulos misioneros, citando al Papa, que en paz descanse, el Papa Francisco.

Y, por último, no os olvidéis de rezar, de rezar y decirle a la Virgen: bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, no desoigas la oración de tus hijos necesitados. Antes bien, líbranos de todo peligro, Virgen gloriosa y bendita.

¡Viva Nuestra Señora de los Ángeles! ¡Viva Nuestra Señora de los Ángeles! ¡Viva Nuestra Señora de los Ángeles!

  

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