18/07/2025. Cuando Jordy Cuzcano llegue a Roma este 26 de julio para participar en el Jubileo de los Jóvenes, no será solo un viaje físico, sino el testimonio vivo de una travesía interior, de una historia de heridas, búsquedas, encuentros y fe. A sus 23 años, este joven de origen peruano carga una mochila de vida mucho más densa que la de cualquier turista. Pero también una esperanza luminosa que lo impulsa a proclamar sin miedo: “Dios me rescató del vacío”.
Su historia comienza en Huánuco, Perú, como cuarto hijo de un matrimonio roto. “Mi padre no me quería. Desde el inicio, mi vida fue rechazada”, cuenta. Su infancia estuvo marcada por la lejanía de una madre que, al rehacer su vida con otra pareja, pareció —a los ojos de Jordy niño— dejarle de lado. “Rezaba mucho, pedía a Dios que mi madre me quisiera, pero sentía que ella se había olvidado de mí”.
Jordy matiza que "hoy, tanto mi padre como mi madre, no son los mismos, no son las mismas personas de mi infancia, ellos también han cambiado".
Echando la vista atrás, relata que a los 13 años renegó de Dios: “Dije que no existía. Lo rechazaba y hablaba mal de Él”. La adolescencia no trajo alivio: problemas familiares, peleas con sus hermanos, y un refugio vacío en los estudios. “Me encerré en mí mismo. Entré a la Universidad de Lima con buenas notas, y luego conseguí un buen trabajo, todo por mí mismo; pero eso solo alimentó mi ego, mi prepotencia”, recuerda.
La enfermedad de su hermana —quien lo había criado— fue un primer punto de inflexión: “Le recé a Dios como nunca. Y cuando supe que el tumor en el pecho era solo un quiste, sentí que alguien me había escuchado”. Comenzó entonces un camino de búsqueda y conocimiento espiritual, con lecturas sobre la fe, la historia de Jesús y de su Iglesia, tanto lo bueno como lo malo, y de las reliquias cristianas.
Del fondo del abismo al abrazo de Dios
Aunque empezaba a abrirse a Dios, aún estaba resentido, ya que la situación con su madre no había cambiado: “Seguía muy centrado en mí mismo, en mi vida, el trabajo, el dinero, las fiestas, las relaciones sexuales, pero perdido en la ambición de poder, relaciones egoístas basadas en el interés, sobornos, tabaco”.
“Llegué a traicionar a la familia que me había acogido al llegar a Lima y que se había portado tan bien conmigo. Me odiaba a mí mismo. Incluso pensé en suicidarme. Estaba totalmente muerto por dentro”, expresa.
Fue en ese abismo cuando sucedió algo inesperado: “Me llamó mi madre, la persona con la que menos quería hablar. Le conté todo. Vino a buscarme. Como el padre de la parábola del hijo pródigo”. A partir de ahí, su historia se tiñó de Evangelio.
Un sacerdote le recibió con ternura. Jordy soltó todo: su infancia, los abusos, el dolor: “Fui con rechazo, pero acabé contando todo. Por primera vez, alguien me escuchó sin juzgarme. Sentí una paz que nunca había sentido”.
El sacerdote lo invitó a catequesis. Poco a poco, la Palabra de Dios comenzó a tocar su corazón. Las lecturas dominicales coincidían con sus vivencias. “Me hablaban directamente. Empecé a volver a misa, a hablar con mi madre, a perdonar”, asegura.
Sin planearlo, un día dijo: “Quiero bautizarme”. Sus padres, separados desde siempre, estuvieron presentes. “Cuando me bautizaron, sentí un amor inmenso. Fue como si el vacío se llenara de golpe. Vi a mis padres juntos por primera vez. Fue un milagro”. Ese día también recibió la Primera Comunión y la Confirmación.
“Hoy, ya en España, estoy feliz. Aunque físicamente no esté mi familia conmigo, los llevo en el corazón y al ver mi historia sé que Dios no me abandonó en ningún momento”, explica.
“Sé que en esta historia no he estado nunca solo, Dios me ha acompañado a través de la Virgen, de mis abuelos y de mis hermanas, que me cuidaban, corregían y aguantaban mis berrinches. A través de la familia que se preocupó por mí en Lima… quien se alejaba de Él era yo, y me cansé de mí mismo, de mi burbuja de problemas hasta que reventé”, subraya Jordy.
Jordy ha vivido un profundo cambio interior: "He ido aprendiendo a dejarlo todo en manos de Él, mi vida, mis metas, todo se lo he entregado a Él y voy entendiendo que es amar, y no me quedo en que amar es estar en los buenas y las malas, sino que también es entrega, es saber perdonar, es dar sin esperar nada a cambio, es preocuparse por los demás, aunque ellos no se preocupen por ti, ser humilde. He aprendido a valorar mi vida y la vida de los demás, la empatía, me gusta aprender a amar, o sobre Dios".
De Lima a Roma: un camino de gracia
Hoy, con 23 años, Jordy vive en Villaviciosa de Odón, donde estudia en la Universidad Europea y se ha integrado plenamente en la vida parroquial. Forma parte activa de los grupos de jóvenes de la Iglesia de Santa María, de la parroquia Santiago Apóstol, y ha descubierto en la comunidad una nueva familia de fe.
Desde el 26 de julio, viajará con otros 40 jóvenes de su parroquia al Jubileo en Roma. Será su primera peregrinación internacional y su primer jubileo.
“No voy de vacaciones ni de turismo. Voy a visitar la casa de Dios. Es muy distinto a hacer turismo por una ciudad. Para mí es una alegría inmensa porque sé que voy a encontrarme con algo más profundo”.
A Jordy le ilusiona especialmente visitar el Vaticano, rezar en la tumba de San Pedro y vivir la experiencia de la Iglesia universal junto a miles de jóvenes.
“Sé que todas las iglesias son templos de Dios, incluso nuestro cuerpo lo es, pero el Vaticano es especial. Es como estar en el corazón de la Iglesia. Me emociona solo pensarlo”.
Uno de sus mayores anhelos es poder ver de cerca al Papa León XIV: “Me encantaría poder saludarlo, abrazarlo, aunque sé que es difícil. Pero si puedo verlo, aunque sea de lejos, será un regalo. Solo quiero decirle: gracias, Santo Padre, por ser testigo del amor de Dios”.
Jordy no se prepara solo logísticamente, está viviendo una intensa preparación espiritual. Asiste con frecuencia a la misa diaria, reza el rosario, y dedica tiempo a la meditación:
“Quiero llegar a Roma con el corazón limpio. No quiero estar estresado o con prisas. Quiero estar en paz y dejarme sorprender por Dios”, relata.
También vive este tiempo con confianza plena en la Providencia, incluso en los detalles más terrenales: “Estoy en proceso de renovar mi NIE. Me da un poco de temor, porque soy extranjero, pero todo lo estoy dejando en manos de Dios. Si Él quiere que vaya, iré. Confío plenamente”.
Más que un destino, Roma es para él parte de su camino vocacional: “Siento que este viaje puede marcar un antes y un después. Aunque no espero grandes emociones, sé que Dios puede tocarme el corazón como solo Él sabe hacerlo”.
Este joven peruano dice que no tiene expectativas humanas, pero sí la certeza de que cada día “es una conversión distinta. Ir a Roma es otro paso en mi camino hacia la santidad, hacia esa alegría de vivir en gracia. No sé cuánto voy a llorar, ni cuánto voy a reír, pero sé que va a ser un regalo”.
Para Jordy, este Jubileo no es una meta, sino una señal en su camino de fe, que continúa creciendo con cada paso: “Le he entregado mi vida a Dios. Mis planes, mis estudios, mis heridas, todo. Quiero aprender a amar como Él ama: con entrega, sin esperar nada a cambio. Y quiero vivir con ese lema que me acompaña desde que me bauticé: ‘Los tiempos de Dios son perfectos’”.
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