05/08/2025. Del 26 de julio al 3 de agosto, más de 3.000 jóvenes de la diócesis de Getafe se unieron al millón de peregrinos que participaron en el Jubileo de la Juventud en Roma con el Papa León XIV. Una experiencia única de fe y comunión que muchos califican como un antes y un después en su camino cristiano. Entre ellos, Hugo Luquero, feligrés de Santiago Apóstol de Villaviciosa de Odón y colaborador de la Delegación diocesana de Medios de Comunicaciónn durante estos días en Roma, vivió intensamente cada momento de esta peregrinación.
“Llegar a Roma con el corazón dispuesto ya era, en sí mismo, una peregrinación”, explica. “Pero cruzar la Puerta Santa en San Pablo Extramuros junto a nuestro obispo, Mons. Ginés García Beltrán, te hace consciente de que lo que estás viviendo no es simplemente un viaje. Es una gracia. Una oportunidad para renovar la fe y sumarte a ese torrente de esperanza que es el Jubileo de los Jóvenes”.
“Atravesar la Puerta Santa no fue turismo: fue gracia”
Hugo cuenta cómo la vivencia espiritual estuvo presente desde el primer día. “Con los pies en Roma pero el alma elevada, se percibe con claridad que uno no ha llegado solo: ha sido llevado por la oración, por la Iglesia que lo acompaña y, sobre todo, por un Dios que no deja de salir a nuestro encuentro”.
La Eucaristía celebrada con toda la diócesis y un grupo de jóvenes franceses fue otro momento de fuerte comunión. “En un mundo cada vez más dividido, poder celebrar la Misa con jóvenes de diferentes lenguas y culturas nos recordó que la fe nos une más allá de cualquier frontera”, afirma. “No éramos simplemente un grupo de personas en una iglesia, sino una familia reunida en torno al altar, alimentándose del mismo Pan y del mismo Espíritu”.
También en los momentos más cotidianos, Hugo encontró una vivencia evangélica auténtica: “Sentarse juntos, compartir una pizza, jugar entre risas… fue una forma sencilla de vivir el Evangelio: acogiendo, compartiendo, creando vínculos”.
El mundo puede cambiar si nos tomamos en serio el Evangelio
La jornada nacional en la Plaza de San Pedro marcó un hito: “Ver la plaza teñida de verde esperanza fue uno de los momentos más emocionantes del Jubileo. Jóvenes de toda España llegaban con camisetas, pancartas y, sobre todo, con una sed inmensa: sed de Cristo, sed de comunidad, sed de sentido”. Hugo vivió esa jornada como voluntario y recuerda la emoción al saber que “nunca antes se había cerrado la plaza para una Misa exclusivamente para españoles. Fue un hito. Un regalo”.
La Misa con el Papa fue, en sus palabras, “una explosión de gratitud”. Y añade: “En medio del bullicio de nuestras vidas, esa Eucaristía nos hizo parar y recordar por qué estábamos allí: para encontrarnos con Cristo vivo en su Iglesia”.
El gran encuentro internacional en Tor Vergata fue el colofón del Jubileo. “El camino hacia la explanada fue largo, caluroso y, por momentos, agobiante”, reconoce. “Pero como en toda peregrinación, después del esfuerzo viene la gracia. Ver aquel mar de jóvenes, las banderas, los saludos en todos los idiomas… era la imagen viva de una Iglesia joven, universal y en camino”.
La vigilia fue, para Hugo, uno de los momentos más sobrecogedores: “El silencio que se hizo en aquella explanada, repleta de miles de personas, era un silencio lleno, denso, sagrado. Como si cada joven estuviera dialogando en su interior con el Señor”.
La noche trajo alguna incomodidad inesperada. “Dormir bajo las estrellas fue precioso, pero la lluvia lo complicó todo. Aun así, ni siquiera eso apagó el espíritu. Fue un recordatorio de que también en las noches menos cómodas, Dios está presente”.
El domingo, la Misa de clausura fue como una luz nueva para todos: “Allí, entre miles de jóvenes, sentimos que el mundo puede cambiar si nos tomamos en serio el Evangelio. Que no estamos solos. Que somos muchos los que buscamos un mundo nuevo, más justo, más humano, más santo”.
Ya de regreso, Hugo reconoce que el cuerpo pedía descanso, pero el alma estaba desbordada: “Esa última tarde en Roma la vivimos con intensidad, conscientes de que el viaje se acababa, pero que algo había cambiado para siempre”.
A nivel organizativo, también destaca lo positivo: “En lo logístico, todo funcionó muy bien. La comida fue abundante y variada, mucho mejor que en Lisboa. El transporte fue ágil, y los puntos de agua, con el calor romano, fueron un alivio”.
Pero por encima de todo, Hugo se queda con lo esencial: “No solo me traigo recuerdos, sino certezas. La certeza de que Dios sigue llamando a los jóvenes. La certeza de que la Iglesia está viva. Y, sobre todo, la certeza de que vale la pena seguir a Cristo, aunque el camino a veces sea cuesta arriba”.
“Una vez que uno ha vivido un Jubileo así, ya no puede mirar el mundo igual. Roma nos ha marcado. El Señor nos ha tocado. Y esa llama —si somos fieles— no se apagará fácilmente”.
Continúa informado en:
• Instagram: @diocesisdegetafe
• TikTok: @diocesis.de.getafe
• Twitter: @DiocesisGetafe
• Facebook: www.facebook.com/diocesisdegetafe
• YouTube: www.youtube.com/@getafediocesis