04/10/2025. En la mañana del sábado 4 de octubre, el obispo de Getafe, Mons. Ginés García Beltrán, ha presidido la Santa Misa en la Basílica del Sagrado Corazón con motivo del inicio del curso pastoral en la diócesis. En su homilía, ha hablado del nuevo Plan de evangelización para los próximos 4 años.
A continuación, el texto completo de la homilía:
Nos reúne el Señor, queridos hermanos, en torno a su mesa, como familia diocesana para dar inicio al nuevo curso pastoral en nuestra diócesis de Getafe. Lo hacemos en el marco de la memoria litúrgica de San Francisco de Asís, ese gigante de la fe que, con radicalidad evangélica, escuchó la voz de Cristo que le decía: “Francisco, repara mi Iglesia”. Y lo hizo, no con ladrillos, sino con santidad. Hoy, también nosotros escuchamos esa voz que nos llama a construir la Iglesia desde dentro, desde el corazón, desde la entrega generosa.
Hoy acogemos también con espíritu de comunión el nuevo Plan Diocesano de Evangelización: “Id también vosotros a mi viña”. Este programa es una renovada llamada del Señor, una invitación urgente a trabajar en su campo, a sembrar esperanza, a recoger frutos de vida eterna. Además, no podemos olvidar que seguimos celebrando con gozo el Año Jubilar de la Esperanza.
Las lecturas que hemos proclamado nos ofrecen una profunda catequesis sobre la comunión, la misión, y la esperanza.
San Pablo, en la primera carta a los Corintios (1 Cor 12,3b-7.12-13), nos recuerda que “nadie puede decir: ‘Jesús es Señor’, sino por el Espíritu Santo”. Esta confesión de fe es el punto de partida de toda acción pastoral. Somos testigos del Señor, y no funcionarios de lo sagrado. Y ese testimonio nace del Espíritu que habita en nosotros.
Pablo nos habla de la diversidad de dones, de ministerios, y de actividades, pero todos proceden del mismo Dios. Esta es una palabra clave para nosotros hoy: diversidad en la unidad. Cada uno de vosotros, agentes de pastoral, tiene un carisma, una vocación, una tarea. Pero todos formamos parte de un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. “Todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo”. Esta es la Iglesia: unidad en la diversidad, comunión en la misión.
El Evangelio de Marcos (Mc 16,15-20) nos presenta el mandato misionero: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio”. Es una llamada universal, sin fronteras. Jesús no dice: “Id si tenéis tiempo”, ni “Id si os sentís preparados”. Dice: “Id”. Es un imperativo. Y nos promete su presencia: “Estaré con vosotros hasta el fin del mundo”. Esta promesa es nuestra fuerza. No vamos solos. Vamos con Cristo, que actúa en nosotros y confirma la Palabra con signos.
El Salmo nos invitaba a cantar al Señor, y a anunciar su gloria, proclamando su salvación día tras día. Es un salmo misionero, litúrgico, y jubiloso. Nos recuerda que la evangelización no es una carga, sino un canto. Que anunciar a Cristo es motivo de alegría, no de tristeza. Que la liturgia es el corazón de la misión.
Queridos hermanos, el lema de nuestro nuevo Plan de Evangelización, “Id también vosotros a mi viña”, no es una frase decorativa. Es una llamada concreta. El Señor no nos quiere espectadores, sino trabajadores. No nos quiere cómodos, sino comprometidos. No nos quiere tibios, sino ardientes.
La viña del Señor es nuestra diócesis: nuestras parroquias, nuestros barrios, nuestras familias. Allí hay que sembrar la Palabra, celebrar la liturgia con dignidad, vivir la caridad con pasión. Cada uno de vosotros, agentes de pastoral, sois enviados hoy a esa viña. No vais solos. Vais con la fuerza del Espíritu.
Catequistas: sois sembradores de la Palabra. En cada niño, en cada joven, en cada adulto que recibe el anuncio del Evangelio, estáis plantando una semilla de eternidad. No os desaniméis. Aunque no veáis frutos inmediatos, confiad: el Señor hace crecer lo que vosotros sembráis.
Ministros de la liturgia: sois custodios del misterio. En cada celebración, en cada gesto, en cada canto, estáis ayudando al pueblo de Dios a encontrarse con el Señor. Que vuestra tarea sea siempre humilde, bella, profunda. Que la liturgia sea en nuestras comunidades fuente de esperanza.
Testigos de la caridad: sois el rostro visible de Cristo. En cada visita, en cada ayuda, en cada gesto de ternura, estáis llevando el consuelo de Dios a los que más lo necesitan. Que vuestra acción sea siempre movida por el amor, no por la costumbre. Que la caridad sea el corazón de nuestra evangelización.
Queridos hermanos, San Francisco de Asís fue un místico de los caminos; su vida fue un Evangelio viviente.
Él nos enseña que la evangelización es una pasión; no se trata de convencer, sino de contagiar; de imponer, sino de proponer. Francisco evangelizó con la pobreza, con la fraternidad, y con la alegría. Hoy, en nuestra diócesis, necesitamos evangelizadores, hombres y mujeres que, sin miedo, sin vergüenza, sin doblez, anuncien a Cristo con la vida.
Elevemos la mirada, queridos hermanos, a la Virgen María, bajo la advocación de los Ángeles. En la Porciúncula, aquel pequeño templo que Francisco amaba, se veneraba a María como Reina de los Ángeles. Allí recibió Francisco la gracia del perdón, y allí vivió momentos de profunda comunión con Dios.
Nosotros, como diócesis, también queremos vivir bajo el manto de María. Ella es la Madre de la Esperanza. Ella es la Estrella de la Evangelización. Ella es la Reina de la Viña. Que en este curso pastoral, María nos acompañe, y nos proteja.
A ti. Señora de los Ángeles, encomendamos esta iglesia diocesana que camina en Getafe, y te pedimos que nos enseñes a decir “sí” como tú, a vivir como tú, a amar como tú.