12/12/2025. En el número denoviembre de la revista ‘Padre de Todos’, el obispo auxiliar, Mons. José María Avendaño Perea, publica un artículo bajo el título ’La limosna: El gesto humilde del cristiano':
En su exhortación apostólica Dilexi te, el Papa León XIV dedica unas bellas y profundas palabras al valor de la limosna (nn. 115-121). Allí recuerda que, aunque hoy parezca un gesto pasado de moda o incluso mal visto, la limosna sigue siendo una expresión viva del amor cristiano. No es una práctica anticuada, sino un modo concreto de tocar la carne sufriente de Cristo en los pobres.
El Papa advierte que no basta con hablar de justicia o solidaridad: el amor auténtico necesita encarnarse en gestos, aunque sean pequeños. Dar limosna —dice— no sustituye el deber de construir una sociedad más justa, pero sí mantiene encendido en el corazón el fuego de la compasión. Nos obliga a detenernos, a mirar al hermano necesitado, a reconocer su dignidad, y a compartir algo de lo nuestro. De ese modo, la limosna purifica el corazón del egoísmo y nos educa en la humildad del dar sin esperar.
Las Escrituras lo confirman con fuerza: «Haz limosna con tus bienes, y ella te preservará de todo mal» (Tb 4, 7). Jesús mismo invita: «Vended vuestros
bienes y dad limosna, porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Lc 12, 33). Para Él, el dar no es una pérdida, sino una ganancia de amor. Por eso, la tradición cristiana ha visto siempre en la limosna un «sacramento de la misericordia»: un signo visible del amor invisible de Dios que se desborda a través de nuestras manos. «Hay que alimentar el amor y las convicciones más profundas, y eso se hace con gestos. Permanecer en el mundo de las ideas y las discusiones, sin gestos personales, asiduos y sinceros, sería la perdición de nuestros sueños más preciados», exhorta León XIV y a la vez cita a san Juan Crisóstomo al cual se le atribuye esta llamada: «La limosna es el ala de la oración; si no le das alas a la oración, no volará».
En la vida diaria, la limosna puede tomar muchas formas: una moneda ofrecida con ternura, una palabra de consuelo, una visita al enfermo, un tiempo compartido con quien está solo. No se trata solo de dar cosas, sino de darse uno mismo. El Papa recuerda que esos gestos, aunque pequeños, «nos llegarán al corazón», porque nos asemejan al Cristo pobre que «siendo rico se hizo pobre por nosotros».
Cultivar la limosna es cultivar la caridad y de este modo a Cornelio se le concedió la gracia de escuchar: «Cornelio, Dios ha oído tu oración y ha recordado tus limosnas» (Hch, 10, 31). Es mantener despierta la sensibilidad del Evangelio, aprender a ver al otro no como carga, sino como hermano. En una sociedad tantas veces indiferente, la limosna cristiana sigue siendo una semilla de esperanza, un recordatorio de que el amor no se predica, se practica.