Hola amigos: es tiempo de misericordia, y en reiteradas oportunidades durante este Año Jubilar el papa Francisco, nos invita redescubrir la riqueza contenida en las obras de misericordia corporales y espirituales. La experiencia de la misericordia, en efecto, se hace visible en el testimonio de signos concretos como Jesús mismo nos enseñó.

Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos.

Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.

Realizar estas acciones buenas, nos dice Francisco, es convertirnos en mediadores de la misericordia de Dios que sigue haciéndose cercano al sufrimiento de los seres humanos, para darles alivio y amor.

Las obras de misericordia no son una devoción. Son la concretización de cómo los cristianos debemos llevar adelante el espíritu de misericordia. Dios nos llama a colaborar en su plan de salvación. Las Obras de misericordia prolongan en la historia el obrar de Jesús. Son distintas avenidas por las que llega la bondad de Dios al desamparo humano.

Al ayudar a los que sufren, ayudamos a un miembro de la gran familia de Dios, a un hermano de Jesús. Como Él mismo nos dice “cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).

Con las obras de misericordia corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que con las obras de misericordia espirituales ayudamos y somos ayudados a ser mejores personas: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar.

Sólo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre tiene.

Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.