Hola amigos: es tiempo de misericordia, y la Sagrada Eucaristía es una de las mejores expresiones de la Misericordia de Dios, ya que en ella se contiene el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre y haciéndonos partícipes de él.

Efectivamente, «habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1). La Escritura Santa nos recuerda una y otra vez que Dios nos ama, también en nuestra caída y no nos abandona.

Por esto rezamos en la Plegaria eucarística cuarta: «Y cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte, sino que, compadecido, tendiste la mano a todos, para que te encuentre el que te busque...».

Al mismo tiempo la Eucaristía, como recuerda el Papa Francisco con la Tradición de la Iglesia, «si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles».

Por eso el Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda, hablando de los frutos de la comunión, que ésta nos separa del pecado, es decir, borra los pecados veniales y preserva de futuros pecados mortales.

Así pues, la Eucaristía es el sacramento de quienes se han dejado reconciliar por el Señor, y así se ponen en sus manos; por eso exige unas condiciones para participar en ella, presupone que ya se ha dado la incorporación al misterio de Jesús.

La Eucaristía no es el sacramento de la reconciliación, sino que es el sacramento de los reconciliados y al mismo tiempo es antídoto pues no puede unirnos a Cristo sin purificarnos de los pecados cometidos y preservarnos de futuros pecados.

Como sigue afirmando el Papa Francisco: «La Eucaristía constituye la cumbre de la acción de salvación de Dios: el Señor Jesús, haciéndose pan partido por nosotros, vuelca, en efecto, sobre nosotros toda su misericordia y su amor, de tal modo que renueva nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro modo de relacionarnos con Él y con los hermanos.

Es por ello que comúnmente, cuando nos acercamos a este sacramento, decimos “recibir la Comunión”, “comulgar”: esto significa que en el poder del Espíritu Santo, la participación en la mesa eucarística nos conforma de modo único y profundo a Cristo, haciéndonos pregustar ya ahora la plena comunión con el Padre que caracterizará el banquete celestial, donde con todos los santos tendremos la alegría de contemplar a Dios cara a cara».

Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.