“Para que seáis mis testigos”
 Con motivo del DOMUND 2022

“Seréis mis testigos”. Las palabras del Señor Resucitado a sus discípulos inspiran la Jornada del DOMUND de este año. Como cada año acogemos la llamada a renovar la conciencia misionera que es parte esencial de la vida cristiana. Somos enviados hasta el confín de la tierra para ser testigos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

  La misión está en las entrañas mismas del anuncio evangélico. Cristo es el enviado del Padre, su existencia entre los hombres es una existencia misionera; al anunciarnos la paternidad de Dios está creando, por esta buena noticia, una existencia nueva basada en una relación nueva para con Dios –como hijos-, para con los hombres –como hermanos-, y para nosotros mismo al descubrir la grandeza de la vocación humana, su plenitud en Dios. Esta que es la vocación del hombre se abre a su misión sobre la tierra. La misión no es un añadido a nuestra existencia, forma parte del ser del cristiano.

  La conciencia de esta misión se revela en el conocimiento del misterio de Cristo y cuando nos adentramos en Él, cuando somos testigos, cuando en Él, en su palabra, en sus gestos, en su vida descubrimos que Dios nos ama, y que no puedo callarlo. Ser testigos del amor de Dios es una llamada-misión maravillosa, no hay nada más grande que llenar la vida humana del sentido y la plenitud que solo puede dar el amor de Dios.

  La misión es una llamada universal, todos estamos llamados a ser testigos, y la vivimos en unión. S. Pablo VI lo expresa bellamente en su Exhortación Apostólica sobre la evangelización. «Evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial. Cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia y su gesto se enlaza mediante relaciones institucionales ciertamente, pero también mediante vínculos invisibles y raíces escondidas del orden de la gracia, a la actividad evangelizadora de toda la Iglesia» (n. 60).

  La misión abarca toda la existencia del hombre, no realizo una misión, vivo una misión, soy una misión; la misión configura la vida del enviado. El testigo del que nos habla el Evangelio, es decir, todo cristiano, vive su vida en clave de misión, así lo dice el Papa Francisco en su mensaje de este año: “a los discípulos se les pide vivir su vida personal en clave de misión. Jesús los envía al mundo no sólo para realizar la misión, sino también y sobre todo para vivir la misión que se les confía; no sólo para dar testimonio, sino también y sobre todo para ser sus testigos”.  

  La misión no tiene fronteras, “hasta los confines de la tierra”. Los confines de la tierra están en tierras lejanas a nosotros, pero también están a nuestro lado, se trata de ir más allá de los lugares habituales para dar testimonio de Cristo, saltar los límites impuestos o creados por nosotros mismos. La misión conlleva riesgo y necesita audacia, salir de los lugares de confort para anunciar a Cristo. Puede ser en lugares de persecución a la fe, y puede ser en lugares de exclusión en nuestras ciudades y nuestros barrios. Ser testigos donde todavía no ha llegado el Evangelio, testigos ante los que no conocen al Señor. Esta realidad está en otros continentes, pero también en cualquier rincón de nuestra diócesis. Sin duda que la conciencia misionera nos sacará de nosotros mismos y nos llevará hasta “los confines de la tierra”.

  La misión es obra del Espíritu Santo. Como en Pentecostés el Espíritu viene hoy sobre la Iglesia para fortalecerla y guiarla. Es el Espíritu quien pone en nuestros corazones el don del testimonio, la vivencia actual de Cristo, la experiencia del amor de Dios, al tiempo que nos da luz, palabras, fortaleza y consuelo para ser testigos. Solo esta presencia puede explicar la obra extraordinaria de tantos misioneros que en cualquier rincón del mundo muestran que la fragilidad humana traspasada por el amor de Dios se convierte en una fuerza que transforma y salva.

  Gracias a nuestros misioneros, gracias a los que apoyan a la misión con su oración, con su tiempo, o con su dinero. Gracias a nuestra Delegación diocesana de Misiones por su entrega. Que Dios os bendiga siempre.

  Este año la campaña del DOMUND a nivel nacional se desarrollará en las tres diócesis de la Provincia eclesiástica de Madrid. En concreto en nuestra diócesis celebraremos varios momentos de la campaña –Vigilia de oración con los jóvenes, tren misionero, Eucaristía del Día del Domund en nuestra Catedral-. Os invito a todos a participar en estos actos.

  Quiero terminar esta Carta recordando los objetivos del tercer año de nuestro Plan de Evangelización que enlaza con la naturaleza misionera de la Iglesia. Somos discípulos enviados a fortalecer la fe, y lo queremos hacer a través de un renovado anuncio, de la consolidación de los procesos de iniciación cristiana, en la educación cristiana de las nuevas generaciones. Este año es una llamada a renovar la conciencia de la necesidad de la transmisión de la fe como Iglesia en permanente estado de misión.

  A María, Reina de las misiones, encomendamos nuestra vida, la vida de nuestra Iglesia, y le pedimos que ruegue por nosotros.

  Os bendigo a todos con afecto.

+ Ginés, Obispo de Getafe