Descargar carta

“LEVÁNTATE Y PONTE EN CAMINO”
En el Día del Seminario 2023

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

     La vida humana es una vocación. Todos hemos sido llamados por Dios a la vida, y no existe ningún nacido que sea fruto de la casualidad. Cada hombre ha sido pensado, soñado por Dios antes de la creación del mundo. Esta realidad es lo más fascinante de la condición humana, y ser consciente de ello, el mejor camino de felicidad.

     Entender la vida como vocación nos abre a un nuevo horizonte de esperanza y de sentido. Si Dios nos ha llamado a la vida, también nos ha llamado a la fe, al reconocimiento de su existencia, a la experiencia de su presencia en nuestra vida y en la vida del mundo. Confesar la existencia de Dios es reconocer su amor y la llamada a participar de su vida.

     Los cristianos por el bautismo hemos recibido la vocación a ser hijos de Dios y miembros del Cuerpo de Cristo, de la Iglesia. Podemos decir que esta es una vocación universal que nos hace a todos iguales, pero esa vocación se concreta en otras vocaciones particulares, vocaciones a los distintos estados de la vida cristiana –el sacerdocio, la vida consagrada, el matrimonio, e incluso, la vida de soltería-. Éstas son una vocación dentro de la vocación.

     Es Dios el que llama, y el hombre el que responde desde su libertad y en plena disponibilidad. En el corazón mismo del Evangelio encontramos la llamada de Jesús a seguirlo. Llama, en concreto, a algunos hombres a estar con Él, y a enviarlos para anunciar la Buena Noticia. Pone en su corazón el deseo de seguirlo, y en sus manos el don de su Cuerpo y Sangre para la salvación de los hombres; los constituye ministros de reconciliación y sacramento de unidad; los invita a hacer un camino con Él en pobreza y desinterés; les deja el ejemplo del que lava los pies a los demás como signo de entrega de la propia vida. A los que llama a seguirlo en el sacerdocio, los configura con Él que es cabeza y pastor de la comunidad para ser sacramentos de su presencia en medio de la Iglesia y del mundo.

     Porque Dios sigue llamando a hombres a ser sacerdotes, la Iglesia tiene el deber de proponer un serio camino de formación para los llamados. El camino y el lugar es el Seminario. “Se trata de custodiar y cultivar las vocaciones, para que den frutos maduros. Ellas son un diamante en bruto, que hay que trabajar con cuidado, paciencia y respeto a la conciencia de las personas, para que brillen en medio del pueblo de Dios”, ha dicho el Papa Francisco.
Dios llama a hombres de entre los hombres para el servicio del pueblo de Dios. En la vocación de cada uno se encierra la misión. Los sacerdotes no son llamados para sí, sino para los hermanos. La mies es abundante y los trabajadores son pocos. Estas palabras del Señor tienen siempre gran actualidad. Nuestra cultura no ha desarrollado la visión de la existencia como vocación, así se desdibuja en el corazón del hombre la conciencia
de que tiene una misión en el mundo que lo trasciende, que no lo encierra en sus propios deseos, intereses o bienestar, sino que su existencia es una existencia para los demás. Esto mismo ocurre en la conciencia del creyente influenciado por esta mentalidad, y, sobre todo, por la ausencia de Dios en su vida.

     Si despertáramos la conciencia de Dios en el hombre, si le hiciéramos reconocer su presencia en la vida, este hombre escucharía a Dios en su corazón, y guiado por la libertad y la necesidad de responder a la llamada, diría un Sí. La falta de vocaciones al sacerdocio es la falta de una conciencia de Dios en la vida, y una incapacidad para escuchar su voluntad; otras veces, se da también, el hombre prefiere no escuchar para no complicarse, olvidando, quizás, que la voluntad de Dios es el camino de la felicidad.

     Nosotros tenemos que dar gracias a Dios porque sigue llamando, dar gracias por nuestro seminario. El seminario es la esperanza de nuestra Iglesia, por eso tenemos que cuidarlo con esmero para que nunca nos falten las vocaciones que necesitamos. Cada año, un grupo de nuestros seminaristas reciben la ordenación sacerdotal y se incorporan a la fraternidad del Presbiterio. Soy testigo de la alegría de las parroquias cuando pueden contar con estos jóvenes sacerdotes, y el dolor de las que ven que sus necesidades no pueden ser cubiertas por otros sacerdotes.

     El próximo día 19, solemnidad de San José y Día del Seminario, tendré la dicha de ordenar dos nuevos presbíteros y un diácono para el servicio de esta iglesia diocesana de Getafe. Demos gracias a Dios por este nuevo don que nos hace, y pidámosle que sea semilla para el aumento de nuevas vocaciones.
Queridos hermanos, os invito a todos a sentir el seminario como algo propio, a rezar por los seminaristas y sus formadores, a ofrecer cada día los sufrimientos por el aumento de las vocaciones, y a colaborar en la medida de nuestras posibilidades en el mantenimiento material del seminario.

     “Levántate y ponte en camino”, nos recuerda el lema de la Campaña del Seminario de este año. Estas palabras hacen referencia a la Virgen María, en el horizonte de la próxima Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará el próximo mes de agosto en Lisboa. Imitemos a María en la escucha de la Palabra y en el servicio a los demás.

Con mi afecto y bendición.
+ Ginés, Obispo de Getafe