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El ejercicio de la obras de misericordia comunica gracias a quien las ejerce. En el evangelio de Lucas Jesús dice: “Dad, y se os dará". Por tanto, con las obras de misericordia hacemos la Voluntad de Dios, damos algo nuestro a los demás y el Señor nos promete que nos dará también a nosotros lo que necesitemos.
Por otro lado, una manera de ir borrando la pena que queda en el alma por nuestros pecados ya perdonados es mediante las obras buenas. Obras buenas son, por supuesto, las Obras de Misericordia. “Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos alcanzarán misericordia" (Mt.5, 7), esta es una de las Bienaventuranzas.
Además las Obras de Misericordia nos van ayudando a avanzar en el camino al Cielo, porque nos van haciendo parecidos a Jesús, nuestro modelo, que nos enseñó cómo debe ser nuestra actitud hacia los demás.
En Mateo, se recogen las siguientes palabras de Cristo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde los ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Al seguir esta enseñanza del Señor cambiamos los bienes temporales por los eternos, que son los que valen de verdad.
Por esto nos enseña el papa Francisco en el número 12 de la Misericordiae Vultus, la Bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia:
La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona. La Esposa de Cristo hace suyo el comportamiento del Hijo de Dios que sale a encontrar a todos, sin excluir a ninguno.
En nuestro tiempo, en el que la Iglesia está comprometida en la nueva evangelización, el tema de la misericordia exige ser propuesto una vez más con nuevo entusiasmo y con una renovada acción pastoral.
Es determinante para la vida de la Iglesia que ella viva y testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre.
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.
Hola amigos: es tiempo de misericordia, y estamos llamados por Cristo a compartir la misericordia mediante las obras de misericordia espirituales y corporales, que son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales.
¿Cuáles y cuántas son las obras de misericordia? Hay catorce obras de misericordia: siete corporales y siete espirituales.
Las obras de misericordia corporales, en su mayoría surgen de una lista hecha por Jesucristo en su descripción del Juicio Final en el Evangelio de san Mateo.
Y son las siguientes: 1º Visitar a los enfermos; 2º Dar de comer al hambriento; 3º Dar de beber al sediento; 4º Dar posada al peregrino; 5º Vestir al desnudo; 6º Visitar a los presos y 7º Enterrar a los difuntos.
La lista de las obras de misericordia espirituales la ha tomado la Iglesia de otros textos que están a lo largo de la Biblia y de actitudes y enseñanzas del mismo Cristo, por ejemplo, el perdón, la corrección fraterna, el consuelo, soportar el sufrimiento, etc.
Y son las siguientes: 1º Enseñar al que no sabe; 2º Dar buen consejo al que lo necesita; 3º Corregir al que se equivoca; 4º Perdonar al que nos ofende; 5º Consolar al triste; 6º Sufrir con paciencia los defectos del prójimo y 7º Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.
La clave de las obras de misericordia está en enseñarnos la sabiduría del corazón que es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado, por ejemplo, junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del hacerse cargo del otro.
Por esto, el papa Francisco nos quiere recordar una vez más “la absoluta prioridad de la ‘salida de sí hacia el otro’ como uno de los mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios” (Evangelii gaudium, 179).
De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve. Así, al salir de sí para ir hacia el hermano, vivimos la esencia del mensaje de Cristo que es la caridad.
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.
Hola amigos: es tiempo de misericordia, ya que este año se desarrolla en el ámbito del Jubileo de la Misericordia, durante el cual contemplamos este misterio, que es fuente de alegría, serenidad y paz, y de la cual depende nuestra salvación.
Estamos llamados por Cristo a compartir la misericordia con aquellos que están espiritual y materialmente en la necesidad mediante las obras de misericordia espirituales y corporales, con ese espíritu de generosidad y ternura que refleja la inconmensurable la bondad de Dios.
¿Qué son las obras de misericordia? Nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 2447, que las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales.
Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos.
Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios. Una nueva y fuerte invitación a la santidad y una experiencia intensa de la misericordia de Dios.
El Papa Francisco en la Bula Misericordiae Vultus, afirma que “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina.
La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.” (MV 15)
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.
Dios se ha revelado, manifestando siempre como “misericordioso” (cf. Ez 34,6). Así como la naturaleza de Dios es grande e infinita, del mismo modo es grande e infinita su misericordia, hasta el punto que parece una tarea difícil poder describirla en todos sus aspectos.
Recorriendo las páginas de la Sagrada Escritura, encontramos que la misericordia es sobre todo cercanía de Dios a su pueblo. Es la cercanía de un padre y de una madre que se refleja en una bella imagen: Dios toma a cada uno de nosotros y nos alza hasta sus mejillas. Cuánta ternura contiene y cuánto amor manifiesta.
Esto es lo que se expresa en la imagen del logo del Jubileo. Jesús no sólo lleva sobre sus espaldas a la humanidad, sino que además pega su mejilla a la de Adán, hasta el punto que los dos rostros parecen fundirse en uno.
En Jesús no sólo podemos tocar la misericordia del Padre, sino que somos impulsados a convertirnos nosotros mismos en instrumentos de su misericordia. Este es un camino que dura toda la vida y no debe detenerse. Jesús nos dijo que debemos ser “misericordiosos como el Padre” (cf. Lc 6,36).
¡La misericordia de Dios! Es algo que quema el corazón y lo estimula a amar, porque reconoce el rostro de Jesucristo sobre todo en quien está más lejos, débil, solo, confundido y marginado. La misericordia sale a buscar la oveja perdida, y cuando la encuentra manifiesta una alegría contagiosa. La misericordia sabe mirar a los ojos de cada persona; cada una es preciosa para ella, porque cada una es única.
Queridos hermanos y hermanas, la misericordia nunca puede dejarnos tranquilos. Es el amor de Cristo que nos “inquieta” hasta que no hayamos alcanzado el objetivo; No debemos tener miedo, es un amor que nos alcanza y envuelve hasta el punto de ir más allá de nosotros mismos, para darnos la posibilidad de reconocer su rostro en los hermanos. Dejémonos guiar dócilmente por este amor y llegaremos a ser misericordiosos como el Padre.
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.
Hola amigos: es tiempo de misericordia, un tiempo de gracia, de paz, de conversión y de alegría que concierne a todos: grandes y pequeños, cercanos y lejanos. No hay fronteras ni distancias que puedan impedir a la misericordia del Padre llegar a nosotros y hacerse presente entre nosotros. Ahora, la Puerta Santa ya está abierta en Roma y en todas las diócesis del mundo.
Para el papa Francisco este tiempo precioso también os atañe a vosotros, queridos jóvenes, y él se dirije a vosotros para invitaros a participar, a ser protagonistas, descubriendo que sois hijos de Dios (cf. 1 Jn 3,1).
Dice Francisco: “Quisiera llamaros uno a uno, quisiera llamaros por vuestro nombre, como hace Jesús todos los días, porque sabéis bien que vuestros nombres están escritos en el cielo (Lc 10,20), están grabados en el corazón del Padre, que es el Corazón Misericordioso del que nace toda reconciliación y toda dulzura.
El Jubileo es todo un año en el que cada momento es llamado santo, para que toda nuestra existencia sea santa. Es una ocasión para descubrir que vivir como hermanos es una gran fiesta, la más hermosa que podamos soñar, la celebración sin fin que Jesús nos ha enseñado a cantar a través de su Espíritu.
«Crecer misericordiosos como el Padre» es el título de vuestro Jubileo, pero es también la oración que hacemos por todos vosotros, acogiéndoos en el nombre de Jesús. Crecer misericordioso significa aprender a ser valiente en el amor concreto y desinteresado, comporta hacerse mayores tanto física como interiormente.
Vuestra edad es una etapa de cambios increíbles, en la que todo parece posible e imposible al mismo tiempo. Os reitero con insistencia: «Permaneced estables en el camino de la fe con una firme esperanza en el Señor. Aquí está el secreto de nuestro camino. Él nos da el valor para caminar contra corriente. Lo estáis oyendo, jóvenes: caminar contra corriente. Esto hace bien al corazón, pero hay que ser valientes para ir contra corriente y él nos da esta fuerza.
Con él podemos hacer cosas grandes y sentiremos el gozo de ser sus discípulos, sus testigos. Apostad por los grandes ideales, por las cosas grandes. Los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces. Hemos de ir siempre más allá, hacia las cosas grandes. Jóvenes, poned en juego vuestra vida por grandes ideales» (Homilía en la Misa de Confirmación, 28 abril 2013).
Que el Señor bendiga vuestros pasos. Que el Espíritu Santo os guíe e ilumine. Que la Virgen María, sea para vosotros una verdadera puerta de la Misericordia.”
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.