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Hola amigos: es tiempo de misericordia y como afirma el papa Francisco en sus enseñanzas, la misericordia divina es una gran luz de amor y de ternura, es la caricia de Dios sobre las heridas de nuestros pecados.
Se puede explicar el significado de la misericordia de Dios a partir del episodio en que los fariseos y los escribas llevan a Jesús a una mujer sorprendida en adulterio y le preguntan qué hacer de ella, teniendo en cuenta que la ley de Moisés preveía la lapidación por tratarse de un pecado considerado gravísimo.
Luego de un breve diálogo con Jesús los acusadores “se fueron, uno a uno, comenzando por los más ancianos”. Y Jesús permanece solo con la mujer, como un confesor, diciéndole: “Mujer, ¿nadie te ha condenado? La mujer responde: “¡Nadie Señor!”. Y Jesús afirma: “¡Ni siquiera yo te condeno! Ve, y de ahora en adelante no peques más.
La misericordia es algo difícil de comprender. Pero, ‘Padre, la misericordia ¿borra los pecados?’. ‘No, ¡lo que borra los pecados es el perdón de Dios!’. La misericordia es el modo con que Dios perdona. Porque Jesús podría decir: ‘Yo te perdono. ¡Ve!’, como dijo a aquel paralítico que le habían presentado desde el techo: ‘¡Te son perdonados tus pecados!’. Aquí dice: ‘¡Ve en paz!’. Jesús va más allá. Le aconseja que no peque más”.
Aquí se ve la actitud misericordiosa de Jesús: defiende al pecador de sus enemigos; defiende al pecador de una condena justa. También nosotros, cuántos de nosotros, quizá deberíamos ir al infierno, ¿cuántos de nosotros? Y esa condena sería justa… y Él perdona más allá. ¿Cómo? ¡Con la misericordia!.
La misericordia siempre va más allá y hace en la vida de una persona el pecado es arrinconado. Es como el cielo. Nosotros miramos el cielo, nos maravillamos de tantas estrellas; pero cuando sale el sol, por la mañana, con tanta luz, las estrellas no se ven. Y así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura. Dios perdona pero no con un decreto, sino con una caricia, acariciando nuestras heridas del pecado.
Porque Él está implicado en el perdón, está implicado en nuestra salvación. Y así Jesús hace de confesor: no humilla la mujer, no le dice ‘¡Qué has hecho, dime! ¿Y cuándo la has hecho? ¿Y cómo lo has hecho? ¿Y con quién lo has hecho?’. ¡No! ‘¡Ve, y de ahora en adelante no peques más!’. Es grande la misericordia de Dios, es grande la misericordia de Jesús. ¡Perdonarnos, acariciándonos!
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.
Hola amigos: es tiempo de misericordia y esta Misericordia, -como nos enseña el papa Francisco en una de sus catequesis-, tiene su origen en el mismo ser de Dios. En la Sagrada Escritura, el Señor es presentado como “Dios misericordioso”. Este es su nombre, a través del cual Él nos revela, por así decir, su rostro y su corazón.
Él mismo, como narra el Libro del Éxodo, revelándose a Moisés se autodefine así: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira, rico en clemencia”. También en otros textos encontramos esta fórmula, con alguna variante, pero siempre la insistencia se pone en la misericordia y sobre el amor de Dios que no se cansa nunca de perdonar.
El Señor es “misericordioso”: esta palabra evoca una actitud de ternura como la de una madre en lo relacionado con el hijo. De hecho, el término hebreo usado por la Biblia hace pensar en las entrañas o también al vientre materno.
Por eso, la imagen que sugiere es la de un Dios que se conmueve y se enternece por nosotros como una madre cuando toma en brazos a su niño, deseosa solo de amar, proteger, ayudar, preparada para donar todo, también a sí misma.
Después está escrito que el Señor es “bondadoso”, en el sentido que hace gracia, tiene compasión y, en su grandeza, se inclina sobre quien es débil y pobre, siempre listo para acoger, comprender, perdonar.
Se dice también que es “lento a la ira”, literalmente, “largo de respiración”, es decir, con la respiración amplia de la paciencia y de la capacidad de soportar. Dios sabe esperar, sus tiempos no son aquellos impacientes de los hombres. Es como un sabio agricultor que sabe esperar, da tiempo a la buena semilla para que crezca, a pesar de la cizaña.
Así Dios Padre es fiel en su misericordia. Y san Pablo dice algo muy bello: si tú, delante a Él, no eres fiel, Él permanecerá fiel porque no puede negarse a sí mismo, la fidelidad en la misericordia es el ser de Dios. Y por esto Dios es totalmente y siempre fiable. Una presencia sólida y estable.
Una “fidelidad” sin límites. La fidelidad de Dios nunca falla, Él es el Custodio que no se duerme sino que nos vigila continuamente para llevarnos a la vida.
Es esta la certeza de nuestra fe. En este Jubileo de la Misericordia, confiemos totalmente en Él, y experimentemos la alegría de ser amados por este “Dios misericordioso y bondadoso, lento a la ira y grande en el amor y en la fidelidad”.
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.
Hola amigos: es tiempo de misericordia y en su carta por el Año de la Misericordia, el Papa Francisco explicó las 6 formas concretas en las que los fieles podemos obtener la indulgencia jubilar; ya sea en Roma o en cualquier lugar del mundo.
En cualquiera de los siguientes casos que se mencionan para obtener la indulgencia se debe cumplir primeramente con las condiciones habituales: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Santo Padre.
1.- Los fieles “están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, en Roma, en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano, como signo del deseo profundo de una auténtica conversión”.
2.- “Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la Santa Eucaristía con una reflexión sobre la misericordia”.
El Papa precisa que “será necesario acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo”.
3.- El Papa Francisco señala también que cada vez que un fiel realice personalmente una o más de las obras de misericordia corporales y espirituales “obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar”. “De aquí el compromiso a vivir de la misericordia para obtener la gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie.
4.- Sobre los enfermos y las personas ancianas que no pueden salir de casa, el Pontífice afirma que recibiendo la comunión o participando en la Santa Misa y en la oración comunitaria, también a través de los diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia jubilar”.
5.- Sobre los presos, el Pontífice explica que “en las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”.
6.- Indulgencia para los difuntos: “de igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin”.
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.
Hola amigos: es tiempo de misericordia y una de las gracias que no podemos perder en este Año Santo, es la de ganar la Indulgencia Plenaria pasando por las “puertas” establecidas por Don Joaquín, nuestro Obispo, que son las siguientes: la Santa Iglesia Catedral Santa María Magdalena y el Santuario del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles.
¿Cuál es el sentido de atravesar estas “puertas santas”? Lo ha explicado el papa Francisco en sus Catequesis sobre la Misericordia de Dios con estas palabras:
La Puerta indica a Jesús mismo que ha dicho: “Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará”. Atravesar la Puerta Santa es el signo de nuestra confianza en el Señor Jesús que no ha venido para juzgar, sino para salvar (cfr Jn 12,47).
Atravesar la Puerta Santa es signo de una verdadera conversión de nuestro corazón. Cuando atravesamos aquella Puerta es bueno recordar que debemos tener abierta también la puerta de nuestro corazón. Estoy delante de la Puerta Santa y pido al Señor ‘ayúdame a abrir la puerta de mi corazón’. No tendría mucha eficacia el Año Santo si la puerta de nuestro corazón no dejará pasar a Cristo que nos empuja a andar hacia los otros, para llevarlo a Él y a su amor.
Por lo tanto, como la Puerta Santa permanece abierta, porque es el signo de la acogida que Dios mismo nos reserva, así también nuestra puerta, aquella del corazón, esté siempre abierta para no excluir a ninguno. ¡A ninguno!
Jesús mismo nos sigue diciendo: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento» (Jn 10,9). Él es la puerta que nos hace entrar y salir. ¡Porque el rebaño de Dios es un amparo, no una prisión! Son los ladrones, aquellos que tratan de evitar la puerta, porque tienen malas intenciones, y se meten en el rebaño para engañar a las ovejas y aprovecharse de ellas.
Nosotros debemos pasar por la puerta y escuchar la voz de Jesús: si sentimos su tono de voz, estamos seguros, somos salvados. Podemos entrar sin temor y salir sin peligro. Delante de nosotros se encuentra la gran puerta de la Misericordia de Dios, que acoge nuestro arrepentimiento ofreciendo la gracia de su perdón. La puerta es generosamente abierta, pero nosotros debemos valerosamente cruzar el umbral.
El Señor no fuerza jamás la puerta: Él también pide permiso para entrar, como dice el Libro del Apocalipsis: «Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (3,20).
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.
Hola amigos: es tiempo de misericordia y por esto hoy quisiera reflexionar con vosotros sobre el significado de este Año Santo, respondiendo a la pregunta: ¿por qué un Jubileo de la Misericordia? ¿Qué significa esto?
Es el mismo papa Francisco quien nos lo responde en una de sus catequesis sobre la Misericordia, le escuchamos: “La Iglesia necesita este momento extraordinario. En nuestra época de profundos cambios, la Iglesia está llamada a ofrecer su contribución peculiar, haciendo visibles los signos de la presencia y de la cercanía de Dios.
Y el Jubileo es un tiempo favorable para todos nosotros, porque contemplando la Divina Misericordia, que supera todo límite humano y resplandece sobre la oscuridad del pecado, podemos convertirnos en testigos más convincentes y eficaces.
Dirigir la mirada a Dios, Padre misericordioso, y a los hermanos necesitados de misericordia, significa poner la atención en el contenido esencial del Evangelio: Jesús, la Misericordia hecha carne, que hace visible a nuestros ojos el gran misterio del Amor trinitario de Dios. Celebrar el Jubileo de la Misericordia equivale a poner de nuevo en el centro de nuestra vida personal y de nuestras comunidades, lo específico de la fe cristiana. Es decir, Jesucristo, el Dios misericordioso.
Un Año Santo, por tanto, para vivir la misericordia. Sí, queridos hermanos y hermanas, este Año Santo se nos ha ofrecido para experimentar en nuestra vida el toque dulce y suave del perdón de Dios, su presencia junto a nosotros y su cercanía sobre todo en los momentos de mayor necesidad.
Este Jubileo, de hecho, es un momento privilegiado para que la Iglesia aprenda a elegir únicamente ‘lo que a Dios le gusta más’. Perdonar a sus hijos, tener misericordia de ellos, para que puedan a su vez perdonar a sus hermanos, resplandeciendo como antorchas de la misericordia de Dios en el mundo.
El Jubileo será un ‘tiempo favorable’ para la Iglesia si aprendemos a elegir, sin ceder a la tentación de pensar que hay otra cosa que es más importante o prioritaria. Nada es más importante que elegir ‘lo que a Dios le gusta más’, es decir, su misericordia, su amor, su ternura, su abrazo, sus caricias.
‘Sentir fuerte en nosotros la alegría de haber sido encontrados por Jesús, que como Buen Pastor ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos’: este es el objetivo que la Iglesia se pone en este Año Santo.
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.