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La Casa de Espiritualidad de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor en Ciempozuelos acogió desde el 27 al 30 de enero el cursillo nº 122 de la Diócesis de Getafe.

La coordinadora de este cursillo, Maribel Vázquez, ha explicado que “este cursillo ha sido el cursillo ‘del sí… o no’, pues ante la situación de estas últimas semanas, con más contagios por Covid, no estaba claro que se pudiera celebrar”.

Pero, a pesar de todo, el equipo preparó el cursillo con dedicación y amor, y, gracias a ello, una vez más, el Señor pudo derramar su gracia a borbotones sobre las personas que en el participaron.

“¡Qué alegría poder ver al Señor sanar las heridas y dar esperanza a los corazones, convertirlos en hijos de la santa madre Iglesia: el Señor nos ha regalado un buen “puñado” de nuevos hermanos!” declara Maribel.

Algunos de estos nuevos cursillistas han tenido la generosidad de compartir su experiencia de todo lo vivido en este fin de semana, como Eva María Cruz Machín, que destaca que este cursillo “ha marcado un antes y un después” en su vida o que, “después de años alejada del Señor y de la Iglesia y triste”, en el segundo día de este fin de semana comprendió que “Dios está vivo” y ella también. 

Machín expresa: “sentí que Dios me abrazaba en estos días y que me decía: ‘Yo siempre he estado ahí y estaré contigo como un padre ama a su hijo’. En ese momento lloré y sentí la paz que necesitaba. ¡De colores!”.

“Para mí el cursillo de cristiandad ha sido una experiencia enriquecedora donde conoces a la Iglesia y el amor de Cristo resucitado que sólo con mencionarle me alegra el alma” señala Roque Heras López, otro de las participantes.

D. Ginés, nuestro pastor

La clausura, a la que acudieron un gran número de miembros de la comunidad de cursillos de la Diócesis, estuvo presidida por D. Ginés, casi recién llegado de su visita ad limina apostolorum en Roma.

El prelado diocesano dedicó unas palabras de ánimo a los nuevos cursillistas y también para todo el Movimiento, animándoles a seguir su labor de apostolado y resaltando el amor personal que Dios tiene por cada uno de sus hijos, señalando que “ahora compartimos la misión de extender el Reino de Dios”.

D. Ginés les habló del momento en que le propusieron ser obispo, y cómo, dentro de la conmoción que le provocó la noticia, le llegó al corazón insistentemente esta frase de la carta a los Filipenses, ‘para mí la vida es Cristo’ (Flp 1, 21). Esta convicción le dio paz a su corazón hasta el punto de que lo eligió como su lema episcopal.

También les exhortó a mantener su identidad y carisma, “pero sabiendo siempre que, antes que nada, somos Iglesia, que no hay que encerrarse, y que hay que colaborar en lo que se pueda en nuestra parroquia y nuestra Diócesis”.

Les animó además a no quedarse en las pequeñas cosas, en los pequeños problemas, “porque ahí fuera la mayor parte de la gente no conoce al Señor, y esto es lo que nos tiene que quitar el sueño, porque sin Jesucristo, no hay verdadera felicidad”.

Para finalizar, el obispo compartió algunas impresiones de su viaje a Roma destacando que lo más hermoso de toda la visita fue el encuentro con el Papa, con el que estuvieron hablando cerca de tres horas, de la Iglesia, de los pobres, de la pandemia, etc.

“Cómo cambia la cosa cuando se habla directamente con Francisco, sin los medios de comunicación que tergiversan su mensaje, cómo se nota la sabiduría y bondad del Santo Padre” expresó el obispo.

El Papa pidió a D. Ginés y al resto de obispos tener cuatro cercanías: “cercanía a Dios, sin la que no se puede hacer nada, lo cual vale para los obispos, sacerdotes, laicos; cercanía entre los obispos; cercanía a sus sacerdotes, y cercanía al pueblo santo de Dios. Que todas las personas encuentren en su obispo acogida, comprensión”.