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El pasado viernes 10 de febrero tuvo lugar en la capilla del Hospitalillo de Getafe la Vigilia de oración contra la trata de personas, en el marco de la celebración de la memoria de Santa Josefina Bakhita, santa sudanesa víctima de explotación desde su infancia.

La vigilia fue preparada y dinamizada por el Equipo de Trata de la Delegación diocesana de Migraciones y contó con la presencia del delegado de esta área pastoral, Fernando Redondo, que estuvo acompañado por un pequeño grupo de fieles sensibilizados con esta lacra, que cada vez afecta a más personas, sobre todo mujeres y niñas.

Partiendo del lema escogido para este año: ‘Caminando por la dignidad’, el esquema de la oración fue concebido como un viaje, en cuatro etapas, en el que se iba invitando a los participantes a encontrarse en el camino con las víctimas y sus detractores a través de una pequeña reflexión y la visualización del cartel de la jornada, usando la dinámica de la construcción de un puzle.

En la primera etapa se invitó a los asistentes a “caminar con los ojos abiertos para reconocer los procesos que llevan a millones de personas, especialmente jóvenes, a la explotación y trata de personas”.

En la segunda etapa se animó a “caminar con el corazón atento para descubrir los caminos diarios de miles de personas en búsqueda de la libertad y la dignidad, caminos de cuidado, inclusión y empoderamiento”.

En la tercera etapa, tomando como referencia el relato evangélico de los discípulos de Emaús, se invitó a “caminar con esperanza guiando nuestros pies para promover acciones contra la trata que nos hacen redescubrir la dignidad, volver a despertar la alegría y liberar la esperanza, dejándonos ser personas inspiradas por la creatividad y la fuerza espiritual”.

En la cuarta etapa se alentó a “caminar mano a mano para construir una cultura de encuentro que lleva a la conversión de corazones y sociedades inclusivas, capaces de desenmascarar estereotipos y proteger los derechos de cada persona”.

Finalmente, el delegado diocesano de Migraciones pidió que todos los presentes que se dieran las manos para concluir  la celebración rezando juntos una oración de acción de gracias y de petición a Dios.

“Gracias, Dios de la vida, porque a lo largo de nuestra oración nos has ido iluminando y acompañado a través de tu Palabra para abrir los ojos. 

Nos hemos encontrado con nuestros hermanos y hermanas que viven en las fronteras, has dispuesto nuestro corazón y hemos acogido a quienes esperan nuestra implicación y compromiso en la construcción del Reino. 

Sigue orientando nuestros pies para hacer efectiva la transformación de nuestras sociedades. Que nuestras manos sigan unidas para construir una cultura de encuentro.

Que, en nuestra vida, en nuestras acciones cotidianas sean el perdón, la sanación, la intercesión, la justicia y el ponermos al lado de los que sufren los que marquen los criterios que nos lleven a construir una sociedad y una Iglesia en la que podamos cumplir los sueños de nuestro corazón.

Te lo pedimos, Padre, por medio de Jesús, hecho humanidad comprometida con el dolor, y del Espíritu Santo, Fuerza transformadora, presente en el mundo por los siglos de los siglos. Amén”.