Hola amigos: es tiempo de misericordia, y hemos reflexionado en los dos programas anteriores como los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, son expresión concreta de la Misericordia de Dios, y hoy vamos a referirnos a la gracia inicial de Misericordia que recibimos en el Sacramento del Bautismo.

Con el Bautismo recibimos una manifestación grande de la misericordia de Dios en nuestra vida, para salvarnos. La experiencia bautismal es nuestra “puerta de la fe y fuente de la vida cristiana”, de nuestra relación con Dios, y constituye una verdadera inmersión en la muerte de Cristo para resurgir con Él a una nueva vida.

La espiritualidad contenida en el Sacramento del Bautismo es “un baño de regeneración por el agua y el Espíritu y que nos ilumina con la gracia de Cristo, para que seamos también luz para los demás”. Según nos enseña el Papa Francisco.

Ahí recibimos la gracia de ser “hijos de Dios y miembros de su Iglesia”, promesa pronunciada por el mismo Jesús, Dios con nosotros: “El que crea y se bautice, se salvará” (Mc 16, 15-16).

En el sacramento del Bautismo está implícita la misión de la Iglesia, nuestro quehacer como miembros de la Iglesia de Cristo: la de “evangelizar y perdonar los pecados”. Jesús confía la administración de su misericordia a sus discípulos, pero antes les bautiza haciéndoles nacer en su Iglesia y para su Iglesia.

El Bautismo es como el “acta de nacimiento”, la “tarjeta de identidad como hijos de Dios” y trabajadores de su Reino. En el Bautismo, el Señor nos da la gracia que ha confiado en cada uno de sus hijos para ser con Él y en Él, promotores de su Espíritu Salvador.

El Bautismo es nuestra segunda natividad. La primera ha sido al venir a este mundo, llamados por el Señor mediante el amor de nuestros padres terrenos. Luego nacemos como hijos de su Iglesia. Y este nacer nos prepara y mantiene en camino para la tercera natividad, cuando seamos llamados por Él, para la vida eterna.

El día de nuestro Bautismo es el punto de partida de un camino hacia Dios, que dura toda la vida, un camino de conversión y que se sostiene continuamente por el Sacramento de la Penitencia, donde experimentamos la ternura de la misericordia de Dios.

La fe que se nos da en el Bautismo es manifestación de su misericordia y se renueva cada vez que pasamos la puerta de la misericordia al entrar en el confesionario, con el deseo de la purificación que estamos necesitando.

Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.