icon-pdfDescarga la homilía en formato PDF

FIESTA DE NTRA. SRA. DEL ROSARIO
San Martín de la Vega – 2005

Con verdadera alegría nos unimos hoy en esta solemne celebración eucarística para darle gracias a Dios por el don de la redención realizada en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. Misterio permanentemente actualizado y vivido en el sacrificio eucarístico. Y le damos gracias, también en esta fiesta dedicada a Ntra. Señora, por su docilidad a la Palabra divina. La Virgen María, Madre del Redentor, aceptando, obediente, el plan de Dios sobre ella, se convirtió en la “Puerta del Cielo”, por la cual entró en el mundo la Palabra eterna del Padre, Jesucristo, encarnándose en sus entrañas purísimas.

Hoy queremos honrarla con esta preciosa advocación de Ntra. Sra. del Rosario; y queremos también renovar nuestra devoción a María pidiéndola que nos ayude a contemplar el rostro de Cristo con su misma mirada de amor. La devoción del Santo Rosario, con tantos siglos de historia y tan arraigada en la religiosidad del Pueblo cristiano, es una forma de oración asequible a todos que nos ayuda a contemplar, con la mirada de María, los misterios de la vida del Señor para identificarnos con Él y ser cada día mejores discípulos suyos.

¿Qué significa ser discípulo de Cristo? ¿Qué hemos de hacer para llegar a serlo? En realidad ser discípulo de Cristo es un don de Dios. Pero un don que pide una respuesta. Es un regalo que va dando fruto en nosotros en la medida en que, poniendo los ojos en Él, nos vamos identificando, con la gracia del Espíritu santo, cada vez más con su Palabra y sus sentimientos. Uno se va haciendo discípulo de Cristo cuando poniendo los ojos en su humanidad va descubriendo en ella el resplandor de la divinidad y se va introduciendo en la vida trinitaria experimentando el amor misericordioso de Dios y la alegría del Espíritu Santo.

Y en este camino de unión con el Señor, la Virgen María es nuestra gran maestra. Y la oración del Santo Rosario el modo más sencillo para contemplar con los ojos de María los Misterios de la vida, muerte y resurrección de su Hijo Jesucristo.

Lo Rosario es un modo de oración que nos hace contemplar a Cristo a partir de la experiencia de María.

Siguiendo las enseñanzas del inolvidable Juan Pablo II, en su Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae” podemos decir que el Rosario nos
ayuda a :
- Recordar a Cristo con María
- Comprender a Cristo desde María
- Configurarse a Cristo con María
- Rogar a Cristo con María
- Anunciar a Cristo con María

Recordar a Cristo con María: Recordar, en sentido bíblico, no es sólo, mirar al pasado con nostalgia, sino actualizar permanentemente un acontecimiento de salvación. Maria, en el Rosario, nos va llevando de la mano hacia esos acontecimientos salvadores de la vida, muerte y resurrección de su Hijo, para experimentar en nosotros la salvación y abrirnos constantemente a la gracia que brota de ellos. En el Rosario, con María, nos hacemos contemporáneos de esos misterios salvadores que dan sentido a nuestra vida y nos van haciendo crecer en la fe.

Comprender a Cristo desde María. Cristo es el Maestro por excelencia que nos revela el rostro de Dios. Pero no basta con aprender las cosas que Él ha enseñado. Lo importante es comprenderle a Él. Entrar en su intimidad. Conocer sus sentimientos. Identificarnos con su misión. Y nadie como María puede ayudarnos a comprender a Jesús. En las bodas de Caná ella fue la que, dándose cuenta de la situación guía, a los sirvientes hacia Jesús para que este les diga lo que tienen que hacer. Y, con toda seguridad, ella ayudaría a los apóstoles, después de la Ascensión del Señor, a comprender las palabras de Jesús y les animaría constantemente en sus primeros trabajos apostólicos. Recorrer con María las escenas del Rosario es como ir a la escuela de María para conocer a Cristo, para penetrar en sus secretos e intimidades y para entender su mensaje.

Configurarse a Cristo con María. La espiritualidad cristiana tiene como característica el deber del discípulo de configurarse cada vez más plenamente con su Maestro. Por el don del Espíritu Santo, recibido en el bautismo, el creyente se une a Cristo como el sarmiento a la vid y se hace miembro de su Cuerpo. Pero esta unión inicial debe ir seguida de una creciente identificación con Él que oriente cada vez más su comportamiento según el estilo y la mentalidad de Cristo. En el recorrido espiritual que hacemos en el Rosario, basado en la contemplación incesante del rostro de Cristo, en compañía de María, este ideal de configuración con Él se va consiguiendo a través de una especie de asidua amistad, de repetición amorosa, que nos va metiendo de un modo que podríamos llamar natural en la vida de Cristo y nos hace respirar el clima de los sentimientos de Cristo. Nos mete en una atmósfera en la que casi de forma imperceptible nuestra mentalidad se va aproximando cada vez más a la mentalidad de Cristo y a los sentimientos de Cristo.

Rogar a Cristo con María. En el evangelio el Señor nos dice: “Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá, buscad y encontraréis2 (Mt.7,7). La oración es posible porque el Padre en su bondad nos concede este don y porque Jesucristo nos muestra el camino y el Espíritu nos inspira, nos anima y nos consuela. Pero la intervención de María es muy importante. Ella apoya nuestra oración con su intercesión materna. El Rosario es a la vez meditación y súplica. Y esa plegaria insistente del avemaría que se va repitiendo una y otra vez se apoya en la confianza segura de que Ella con su intercesión lo puede todo ante el corazón de su Hijo. No porque Ella sea todopoderosa: ese es un atributo exclusivo de Dios, sino por que Dios le ha concedido la gracia de esa mediación maternal, capaz de alcanzar de su Hijo las gracias que se le pidan.

Anunciar a Cristo con María. El Rosario es también un itinerario de anuncio y de profundización en el que misterio de Cristo es presentado continuamente en los diversos aspectos de la experiencia cristiana. Porque la experiencia cristiana no puede separarse de la experiencia humana y en ella hay momentos de gozo y momentos de dolor, momentos de luz y momentos de gloria. La contemplación de los misterios de Cristo que hacemos en el rosario llena de contenido y de esperanzas esos diversos momentos de nuestras experiencias humanas. Y especialmente si la oración del Rosario la hacemos de forma comunitaria podemos tener la oportunidad de hacer una verdadera catequesis en la que la luz del evangelio, con la contemplación de los misterios de Cristo, llene de sentido nuestras vidas.

Que esta fiesta de la Virgen nos ayude a todos a reconocer en Jesús, el Hijo de María, al Redentor y guiados por su Madre nos convirtamos a Él de todo corazón. Y hagamos de esta Parroquia una verdadera escuela de María en la que, contemplando el rostro de Cristo, nos hagamos cada vez con mayor hondura discípulos suyo y testigos de su evangelio. Amén.