tortosatreswebEl final del verano tiene un aliciente especial para muchas familias que esperan lo que ya se conoce como “la semana de Tortosa”. Esta ciudad ha dejado de ser, para nuestra diócesis, un lugar turístico situado en Tarragona, para transformarse en un punto de encuentro con el Señor. Esta semana de aventura familiar en el Seminario Menor ha albergado en su VIII edición a 350 personas, entre ellas 200 niños, y la incondicional y amable presencia de nuestro obispo D. Joaquín.


El domingo 24 de agosto comenzó la semana, y fue en la Eucaristía de bienvenida donde se nos dio la clave para entender lo que significa Tortosa: Fe, agradecimiento y estar atento a lo que necesitan los demás. Son precisamente estos ingredientes los que hacen de esta propuesta diocesana algo muy diferente a lo que comúnmente se entiende por “irse de vacaciones”. Acción Católica ha organizado por octavo año consecutivo esta convivencia familiar que cuenta con el apoyo de la delegación de familia y vida, y en la que participan familias que viven su fe en distintos grupos y movimientos de la Iglesia.
Las mañanas arrancan con un ofrecimiento de obras y, tras la Eucaristía, comienza la formación para los adultos, este año con tres cursos a elegir: Fe y Razón impartida por el P. José Ramón Velasco; Adán y Eva, con el P. Agustín Giménez; y la Familia a la luz de la Fe con el P. Javier Mairata.  El miércoles, la formación fue común y el P. Mairata explicó detalladamente lo que supone la ideología de género en nuestra sociedad. La noche del martes contó con la visita del sacerdote Joan Costa que trajo un tema interesante: “Las obras de misericordia dentro del matrimonio”.
Excursión a la catedral, piragüismo por el Ebro, playa o la divertida piscina del Seminario eran algunas propuestas para el tiempo de ocio. Además, la siesta era sólo una de las muchas opciones de la sobremesa: coro, pin pon, petanca, mus, fútbol, baloncesto o cine infantil han llenado esas horas de alegría, entusiasmo y competición.  
La Hora Santa, el Rosario en familia al atardecer, la oración de Completas antes de acostarse, las conversaciones durante las comidas o las reflexiones en los cursos crean un clima en el que todo te habla de la presencia constante de Dios.
Uno de los puntos fuertes de Tortosa son los monitores, 35 valientes y entregados jóvenes que de forma voluntaria vuelcan su ser en cada niño, ¡y de qué forma! En las mañanas están dedicados a ellos, a través del juego, la oración y la amistad, divididos por grupos y adaptando las propuestas según las edades, arropados en todo momento por los sacerdotes.
Pero hay algo muy especial en Tortosa, y es que lejos de alejarte de tu realidad cotidiana, te pone frente a ella y te descubre su belleza: tu familia, tu trabajo,… después de Tortosa no existe el síndrome postvacacional, al contrario, hay un nuevo impulso que te anima a vivir todo desde la gratuidad. ¿Volver a Tortosa? Claro que sí, y mientras tanto a seguir viviendo con ese mismo espíritu.