soresperanzaestaEl sábado 8 de noviembre, el Señor me engalanaba como una novia ataviada para su Esposo. Por fin llegaba el día tan deseado ¡la Profesión Solemne! en la que Cristo, a través de nuestro Obispo Auxiliar D. José Rico Pavés, me preguntaba por cinco veces: “¿Quieres desposarte conmigo?”.
Muchos de vosotros sois testigos de lo que le ha costado al Señor llegar hasta este momento. Hace años me encontré con la mirada de Jesucristo, en Javier, delante del Crucificado. Una mirada llena de amor y de misericordia que me traspasó el corazón. Desde entonces escuchaba su constante invitación: “¿Quieres ser mía? Este es mi deseo: que seas una conmigo, y tú ¿lo quieres?” 

 

“Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí”. Aunque todo me dejaba con más sed, mucho fue lo que hice por alejarme de los planes de Dios, que no eran los míos, pues yo pensaba en formar una familia cristiana con muchos hijos… Lo que por entonces no sabía, es que los planes del Señor son siempre más grandes que los nuestros y que Él no quita nada, al contrario, lo da todo y llena nuestro corazón más de lo que nosotros nos podríamos imaginar.

“Los atraía con cuerdas humanas, con lazos de amor” Gracias al testimonio de seminaristas, sacerdotes y hermanas que el Señor iba poniendo en mi camino, fue seduciendo mi corazón de piedra y poco a poco lo iba haciendo de carne, hasta poder decir: “ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. ¿Cómo no rendirme ante un amor tan grande? El Señor ponía en mi corazón un gran deseo de entregarme por completo a un amor grande, al Amor más grande, pues Dios es Amor; y así fue cómo, de la mano de María, entraba en las Clarisas de Soria hace siete años. Y de este modo poder gritar desde Soria y Valdemoro, donde está permanentemente expuesto el Señor día y noche en la Eucaristía, con nuestra vida escondida: ¡El Amor es amado! ¡DUC IN ALTUM! ¡Entrad más adentro de su Corazón para saciar Su sed!

Ahora se me regala vivir la misma vida de Cristo, el Evangelio, como lo vivió nuestra Madre Santa Clara: siendo hermana, esposa y madre de Jesucristo.
Durante estos años de noviciado el Señor me ha ido mostrando, a través de mis hermanas de Comunidad, lo hermoso que es vivir como HERMANA POBRE  DE SANTA CLARA, una vida sencilla, alegre, escondida y entregada por amor. En ellas veo lo que es una ESPOSA de Cristo, una vida enamorada tras las huellas del Pobre Crucificado.

“Padre Santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, por ellos me consagro” Dios me entrega una porción escogida de la Iglesia para cuidar de ellos: los sacerdotes. Con mi vida ofrecida como oblación, cada día con Cristo en el Altar, Él me llama a una maternidad espiritual que es más grande y preciosa que la carnal: ser MADRE de todos los hijos de Dios y especialmente de los sacerdotes porque toda vocación sacerdotal pasa por el corazón de una madre.
La alianza que la Iglesia ha puesto en mi mano, me recuerda a cada instante que ¡TODO LO SUYO ES MÍO Y TODO LO MÍO ES SUYO! y que ¡SOY DE CRISTO PARA SIEMPRE!

Sor Esperanza María de Jesucristo Crucificado. osc