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Hola amigos: es tiempo de misericordia, ya que este año se desarrolla en el ámbito del Jubileo de la Misericordia, durante el cual contemplamos este misterio, que es fuente de alegría, serenidad y paz, y de la cual depende nuestra salvación.
Estamos llamados por Cristo a compartir la misericordia con aquellos que están espiritual y materialmente en la necesidad mediante las obras de misericordia espirituales y corporales, con ese espíritu de generosidad y ternura que refleja la inconmensurable la bondad de Dios.
¿Qué son las obras de misericordia? Nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 2447, que las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales.
Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos.
Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios. Una nueva y fuerte invitación a la santidad y una experiencia intensa de la misericordia de Dios.
El Papa Francisco en la Bula Misericordiae Vultus, afirma que “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina.
La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.” (MV 15)
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.
Dios se ha revelado, manifestando siempre como “misericordioso” (cf. Ez 34,6). Así como la naturaleza de Dios es grande e infinita, del mismo modo es grande e infinita su misericordia, hasta el punto que parece una tarea difícil poder describirla en todos sus aspectos.
Recorriendo las páginas de la Sagrada Escritura, encontramos que la misericordia es sobre todo cercanía de Dios a su pueblo. Es la cercanía de un padre y de una madre que se refleja en una bella imagen: Dios toma a cada uno de nosotros y nos alza hasta sus mejillas. Cuánta ternura contiene y cuánto amor manifiesta.
Esto es lo que se expresa en la imagen del logo del Jubileo. Jesús no sólo lleva sobre sus espaldas a la humanidad, sino que además pega su mejilla a la de Adán, hasta el punto que los dos rostros parecen fundirse en uno.
En Jesús no sólo podemos tocar la misericordia del Padre, sino que somos impulsados a convertirnos nosotros mismos en instrumentos de su misericordia. Este es un camino que dura toda la vida y no debe detenerse. Jesús nos dijo que debemos ser “misericordiosos como el Padre” (cf. Lc 6,36).
¡La misericordia de Dios! Es algo que quema el corazón y lo estimula a amar, porque reconoce el rostro de Jesucristo sobre todo en quien está más lejos, débil, solo, confundido y marginado. La misericordia sale a buscar la oveja perdida, y cuando la encuentra manifiesta una alegría contagiosa. La misericordia sabe mirar a los ojos de cada persona; cada una es preciosa para ella, porque cada una es única.
Queridos hermanos y hermanas, la misericordia nunca puede dejarnos tranquilos. Es el amor de Cristo que nos “inquieta” hasta que no hayamos alcanzado el objetivo; No debemos tener miedo, es un amor que nos alcanza y envuelve hasta el punto de ir más allá de nosotros mismos, para darnos la posibilidad de reconocer su rostro en los hermanos. Dejémonos guiar dócilmente por este amor y llegaremos a ser misericordiosos como el Padre.
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.
Hola amigos: es tiempo de misericordia, un tiempo de gracia, de paz, de conversión y de alegría que concierne a todos: grandes y pequeños, cercanos y lejanos. No hay fronteras ni distancias que puedan impedir a la misericordia del Padre llegar a nosotros y hacerse presente entre nosotros. Ahora, la Puerta Santa ya está abierta en Roma y en todas las diócesis del mundo.
Para el papa Francisco este tiempo precioso también os atañe a vosotros, queridos jóvenes, y él se dirije a vosotros para invitaros a participar, a ser protagonistas, descubriendo que sois hijos de Dios (cf. 1 Jn 3,1).
Dice Francisco: “Quisiera llamaros uno a uno, quisiera llamaros por vuestro nombre, como hace Jesús todos los días, porque sabéis bien que vuestros nombres están escritos en el cielo (Lc 10,20), están grabados en el corazón del Padre, que es el Corazón Misericordioso del que nace toda reconciliación y toda dulzura.
El Jubileo es todo un año en el que cada momento es llamado santo, para que toda nuestra existencia sea santa. Es una ocasión para descubrir que vivir como hermanos es una gran fiesta, la más hermosa que podamos soñar, la celebración sin fin que Jesús nos ha enseñado a cantar a través de su Espíritu.
«Crecer misericordiosos como el Padre» es el título de vuestro Jubileo, pero es también la oración que hacemos por todos vosotros, acogiéndoos en el nombre de Jesús. Crecer misericordioso significa aprender a ser valiente en el amor concreto y desinteresado, comporta hacerse mayores tanto física como interiormente.
Vuestra edad es una etapa de cambios increíbles, en la que todo parece posible e imposible al mismo tiempo. Os reitero con insistencia: «Permaneced estables en el camino de la fe con una firme esperanza en el Señor. Aquí está el secreto de nuestro camino. Él nos da el valor para caminar contra corriente. Lo estáis oyendo, jóvenes: caminar contra corriente. Esto hace bien al corazón, pero hay que ser valientes para ir contra corriente y él nos da esta fuerza.
Con él podemos hacer cosas grandes y sentiremos el gozo de ser sus discípulos, sus testigos. Apostad por los grandes ideales, por las cosas grandes. Los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces. Hemos de ir siempre más allá, hacia las cosas grandes. Jóvenes, poned en juego vuestra vida por grandes ideales» (Homilía en la Misa de Confirmación, 28 abril 2013).
Que el Señor bendiga vuestros pasos. Que el Espíritu Santo os guíe e ilumine. Que la Virgen María, sea para vosotros una verdadera puerta de la Misericordia.”
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.
Hola amigos: es tiempo de misericordia y como afirma el papa Francisco en sus enseñanzas, la misericordia divina es una gran luz de amor y de ternura, es la caricia de Dios sobre las heridas de nuestros pecados.
Se puede explicar el significado de la misericordia de Dios a partir del episodio en que los fariseos y los escribas llevan a Jesús a una mujer sorprendida en adulterio y le preguntan qué hacer de ella, teniendo en cuenta que la ley de Moisés preveía la lapidación por tratarse de un pecado considerado gravísimo.
Luego de un breve diálogo con Jesús los acusadores “se fueron, uno a uno, comenzando por los más ancianos”. Y Jesús permanece solo con la mujer, como un confesor, diciéndole: “Mujer, ¿nadie te ha condenado? La mujer responde: “¡Nadie Señor!”. Y Jesús afirma: “¡Ni siquiera yo te condeno! Ve, y de ahora en adelante no peques más.
La misericordia es algo difícil de comprender. Pero, ‘Padre, la misericordia ¿borra los pecados?’. ‘No, ¡lo que borra los pecados es el perdón de Dios!’. La misericordia es el modo con que Dios perdona. Porque Jesús podría decir: ‘Yo te perdono. ¡Ve!’, como dijo a aquel paralítico que le habían presentado desde el techo: ‘¡Te son perdonados tus pecados!’. Aquí dice: ‘¡Ve en paz!’. Jesús va más allá. Le aconseja que no peque más”.
Aquí se ve la actitud misericordiosa de Jesús: defiende al pecador de sus enemigos; defiende al pecador de una condena justa. También nosotros, cuántos de nosotros, quizá deberíamos ir al infierno, ¿cuántos de nosotros? Y esa condena sería justa… y Él perdona más allá. ¿Cómo? ¡Con la misericordia!.
La misericordia siempre va más allá y hace en la vida de una persona el pecado es arrinconado. Es como el cielo. Nosotros miramos el cielo, nos maravillamos de tantas estrellas; pero cuando sale el sol, por la mañana, con tanta luz, las estrellas no se ven. Y así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura. Dios perdona pero no con un decreto, sino con una caricia, acariciando nuestras heridas del pecado.
Porque Él está implicado en el perdón, está implicado en nuestra salvación. Y así Jesús hace de confesor: no humilla la mujer, no le dice ‘¡Qué has hecho, dime! ¿Y cuándo la has hecho? ¿Y cómo lo has hecho? ¿Y con quién lo has hecho?’. ¡No! ‘¡Ve, y de ahora en adelante no peques más!’. Es grande la misericordia de Dios, es grande la misericordia de Jesús. ¡Perdonarnos, acariciándonos!
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.
Hola amigos: es tiempo de misericordia y esta Misericordia, -como nos enseña el papa Francisco en una de sus catequesis-, tiene su origen en el mismo ser de Dios. En la Sagrada Escritura, el Señor es presentado como “Dios misericordioso”. Este es su nombre, a través del cual Él nos revela, por así decir, su rostro y su corazón.
Él mismo, como narra el Libro del Éxodo, revelándose a Moisés se autodefine así: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira, rico en clemencia”. También en otros textos encontramos esta fórmula, con alguna variante, pero siempre la insistencia se pone en la misericordia y sobre el amor de Dios que no se cansa nunca de perdonar.
El Señor es “misericordioso”: esta palabra evoca una actitud de ternura como la de una madre en lo relacionado con el hijo. De hecho, el término hebreo usado por la Biblia hace pensar en las entrañas o también al vientre materno.
Por eso, la imagen que sugiere es la de un Dios que se conmueve y se enternece por nosotros como una madre cuando toma en brazos a su niño, deseosa solo de amar, proteger, ayudar, preparada para donar todo, también a sí misma.
Después está escrito que el Señor es “bondadoso”, en el sentido que hace gracia, tiene compasión y, en su grandeza, se inclina sobre quien es débil y pobre, siempre listo para acoger, comprender, perdonar.
Se dice también que es “lento a la ira”, literalmente, “largo de respiración”, es decir, con la respiración amplia de la paciencia y de la capacidad de soportar. Dios sabe esperar, sus tiempos no son aquellos impacientes de los hombres. Es como un sabio agricultor que sabe esperar, da tiempo a la buena semilla para que crezca, a pesar de la cizaña.
Así Dios Padre es fiel en su misericordia. Y san Pablo dice algo muy bello: si tú, delante a Él, no eres fiel, Él permanecerá fiel porque no puede negarse a sí mismo, la fidelidad en la misericordia es el ser de Dios. Y por esto Dios es totalmente y siempre fiable. Una presencia sólida y estable.
Una “fidelidad” sin límites. La fidelidad de Dios nunca falla, Él es el Custodio que no se duerme sino que nos vigila continuamente para llevarnos a la vida.
Es esta la certeza de nuestra fe. En este Jubileo de la Misericordia, confiemos totalmente en Él, y experimentemos la alegría de ser amados por este “Dios misericordioso y bondadoso, lento a la ira y grande en el amor y en la fidelidad”.
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.