Manos Unidas

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Queridos hermanos y amigos.

Hace apenas dos años que Manos Unidas recibió el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia con motivo de los 50 años de la Organización; fue un hito al reconocer la meritoria labor de tantos miles de voluntarios y colaboradores.

Pero no fue un punto de llegada sino que continúan trabajando generosamente para combatir el hambre en el mundo.

Este año la Campaña LIII contra el Hambre tiene cómo lema “La salud, derecho de todos: ¡Actúa!”.

Conviene que nos fijemos en los elementos que configuran Manos Unidas: es una Organización No Gubernamental para el Desarrollo (ONGD); es católica y formada por voluntarios. Su fin es combatir el hambre, la pobreza y el subdesarrollo y, aún más urgente, luchar contra las causas que la provocan.

Su Santidad el papa Benedicto XVI nos ha enviado ya el Mensaje para la Cuaresma de este año. Nos propone meditar el texto de la carta a los Hebreos: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras” (Hb 10,24). Meditarlo, sí, para ponerlo en práctica.

A propósito de la actitud de los que “dieron un rodeo”, a diferencia del buen Samaritano (Lc 10,30-32), para no atender a aquel hombre al que los salteadores habían despojado y dado una paliza, y de la actitud del rico Epulón, ese hombre saturado de bienes que no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (Lc 16,19), el Papa comenta: se trata de ‘fijarse’, de mirar con amor de compasión. Y se pregunta: “¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la sociedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7)” (n. 1).

Manos Unidas trabaja, precisamente, para sensibilizar a la población española para que conozca la realidad de los países en vías de desarrollo; para que no dejen de “fijarse” en tantos miles, millones, de personas, en particular de niños, que no es que no tengan medios para vivir medianamente bien, sino que mueren literalmente, de hambre y a causa de las enfermedades: sida, tuberculosis, dengue…; de ahí el lema de esta campaña centrada en el 6º Objetivo de Desarrollo del Milenio: “La salud, derecho de todos: ¡Actúa!”.

Os animo a que leáis con atención la información que proporciona Manos Unidas en los folletos. Ahí encontraréis unas cifras significativas de los proyectos por prioridades y por continentes; los países; los voluntarios; el origen de los ingresos y la distribución de los gastos.

Una vez más agradezco, de todo corazón, el espléndido trabajo del equipo directivo diocesano y de sus muchos colaboradores, animo a todos a colaborar durante todo el año como voluntarios, y a promover en vuestros ambientes familiares, profesionales y culturales la caridad que hace posible el pleno desarrollo de las personas y de los pueblos.

Con mi bendición y afecto.
+ Joaquín López de Andújar, Obispo de Getafe
Getafe, febrero de 2012

Carta a los Jovenes en la JMJ

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Carta a los Jóvenes
de la Diócesis de Getafe
con motivo de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud en Madrid
y la acogida de la Cruz

Mis queridos jóvenes:

La Diócesis de Getafe ya se está preparando con entusiasmo para la celebración de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que tendrá lugar en el mes de agosto de 2011 en Madrid. Como es sabido, nuestra pastoral juvenil diocesana no habría alcanzado la vitalidad y el impulso que ahora experimenta de no ser por su participación en estas Jornadas. Así, viene a mi memoria nuestra presencia en el Encuentro Europeo de Jóvenes de Loreto (1995), las JMJ de París (1997), Roma (2000), Toronto (2002), Colonia (2005) y Sydney (2008), además del encuentro Nacional de Jóvenes en Cuatro Vientos (Madrid, 2003) que tantos frutos sigue dando.

En estas Jornadas -como señalaba su inspirador, el Papa Juan Pablo II (1)-, Jesucristo es colocado en el centro de la fe y la vida de cada joven, se produce un “momento de pausa” en la constante peregrinación de la fe y se fortalece nuestra esperanza mediante un intercambio internacional de experiencias que, lejos de interrumpir la pastoral ordinaria, la fortalecen, y en lugar de ser un mero acto festivo, puntual y aislado, se configuran en su globalidad como una forma vasta de catequesis, en el marco de un verdadero testimonio de comunión eclesial en torno al Sucesor de Pedro.

En esta ocasión el evento adquiere una relevancia mayor para nosotros, por el hecho de haber sido elegida la Diócesis de Getafe como Subsede de la próxima Jornada Mundial de la Juventud.

El día 10 de abril de 2010 tendrá lugar en el primer templo de la Diócesis, la Santa Iglesia Catedral, la Acogida Diocesana de la Cruz de las JMJ y el Icono de la Virgen. El acto festivo se prolongará con una vigilia de oración. Nuestra Diócesis ha de estar muy agradecida por la posibilidad de ver entrar la Cruz en su territorio en plena Semana Santa y poder adorarla en los arciprestazgos durante la Pascua. Esta enorme Cruz, singular y sencilla, nos remitirá a la Cruz gloriosa y vacía de Jesús resucitado. El día de su acogida diocesana no será de una importancia litúrgica menor, pues la recibiremos en la víspera del Domingo de la Misericordia, fecha que nos habla del inmenso amor de Dios que hasta ha derramado su sangre por nosotros en la Cruz. La ocasión resulta aún más conmovedora si pensamos que fue la noche de aquél domingo cuando murió Juan Pablo II, el Pontífice que inició la costumbre de la peregrinación de esta Cruz y que tanta devoción profesaba a esta fiesta litúrgica ya desde su Polonia natal.

Espero que sean muchos los jóvenes que en esta festividad de la Misericordia se pongan cara a cara frente al corazón traspasado de Jesús y tengan ”la valentía de pronunciar la palabra “misericordia” (2), pues “de manera particular Dios revela asimismo su misericordia, cuando invita al hombre a la ‘misericordia’ hacia su Hijo, hacia el Crucificado” (3).

Acoger la Cruz no es sólo una actitud simbólica sino una disposición del corazón. Acojamos la Cruz y avancemos con ella por su camino y así encontraremos nuestro camino. Cuando tocamos la Cruz, más aún, cuando la llevamos, tocamos el misterio de Dios, el misterio de Jesucristo: el misterio de un Dios que, como dice el evangelista S. Juan “tanto amó al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna” (4). En la Cruz Cristo sufrió por nosotros, nos dio su vida, nos amó hasta el extremo, nos sacó del oscuro abismo del pecado, cargó con nuestras culpas y, de enemigos, nos transformó en amigos.

Toquemos el misterio maravilloso del amor de Dios, la única verdad realmente redentora. Hagamos nuestra la ley fundamental, la norma constitutiva de nuestra vida, es decir, el hecho que sin el “sí” a la Cruz, sin caminar día tras día en comunión con Cristo, no se puede lograr la vida. Cuanto más renunciemos a algo por amor de esta gran verdad tanto más grande y rica se hace la vida. Quien quiere guardar su vida para sí mismo, la pierde. Quien da su vida –cotidianamente, en los pequeños gestos que forman parte de la gran decisión -, la encuentra. Esta es la verdad exigente, pero también profundamente bella y liberadora, en la que queremos entrar paso a paso durante el camino de la Cruz por nuestra Diócesis (5).

Pero, ¿qué supone para la Diócesis de Getafe ser Subsede de la JMJ 2011?

En primer lugar, una responsabilidad de primer orden por su significado misionero. La Iglesia nos brinda una oportunidad para evangelizar a los jóvenes que no podemos en ningún caso desperdiciar. Hemos de relanzar el ardor misionero que vivimos entre 2006 y 2008 durante la Misión Joven, y, con la gracia de Dios, hemos de superarlo, sacando el mayor provecho de lo que es hoy considerado por la Iglesia Católica como “el mayor acontecimiento evangelizador que tiene la Iglesia en nuestro tiempo” (6).

Pido desde ahora, no sólo a los sacerdotes y a los responsables de la pastoral juvenil sino a toda la Diócesis -a los adultos, a las familias, a las demás Delegaciones e instituciones y, singularmente, a los monasterios-, que trabajen intensamente por esta prioridad pastoral, con el fin de que el mayor número de jóvenes del Sur de Madrid, que se nos ha encomendado, pueda encontrarse con la belleza del amor de Cristo.

Sin embargo, mi petición va dirigida especialmente a vosotros, jóvenes, como primeros evangelizadores de vuestros coetáneos (7). A los que ya participáis en la vida de las parroquias, Dios os ha elegido para que inscribáis con vosotros a muchos amigos y compañeros vuestros: “Y ¿por qué os ha elegido? ¿Por qué os envía? Porque en nuestra Diócesis hay una gran multitud de jóvenes que anhelan con toda su alma una vida más digna, más feliz; una vida que les llene más. No os fijéis sólo en lo exterior, en lo que digan o dejen de decir sobre la Iglesia. Hay bastante ignorancia y bastantes tópicos sobre lo que es la Iglesia y sobre su mensaje. No entréis en discusiones de cosas abstractas. Fijaos en lo que hay en su interior. Fijaos en sus búsquedas, en sus inquietudes y, sobre todo, en sus profundos deseos de amar y de ser amados; fijaos en el vacío de valores en el que, con mucha frecuencia, se mueven sus vidas, y en su gran anhelo, muchas veces no expresado, de una vida que les llene más. En el corazón de todo joven hay una gran riqueza interior y una gran capacidad de generosidad. Pero esa gran capacidad de cosas grandes está, en muchos casos, sofocada y anulada por un modo de vivir muy superficial centrado sólo en el consumo, en el dinero, y en un afán desmedido de querer disfrutar mucho de las cosas y de los otros, de manera inmediata y sin ningún esfuerzo, y con unas grandes dosis de egoísmo, pensando sólo en su propio gusto y bienestar. Una vida así entendida sólo produce vacío interior y malestar. Vosotros sois enviados por el Señor, no para proclamar verdades abstractas. El evangelio no es una teoría ni una ideología. El Evangelio es vida” (8). 

En segundo lugar, la JMJ de Madrid supone para nosotros un deber de hospitalidad que es una auténtica obra de misericordia. Lo definiría también como un “deber de gratitud”. Muchos de vosotros, en numerosas peregrinaciones durante los últimos años, habéis sido alojados como peregrinos en muchos países del mundo y en una larga lista de municipios de toda España. Ahora, es el momento de ofrecer nuestras parroquias, colegios, familias, polideportivos y otros locales para acoger, con el mismo cariño con que os han recibido a vosotros, a los jóvenes que vendrán de todos los extremos del planeta.

Hemos de abrir las puertas de nuestras casas y del corazón como se las abriríamos al propio Cristo. “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (9). Esta acogida supone compartir nuestra fe, el cariño, un techo, el alimento necesario y, además, preparar las catequesis y la liturgia que los obispos extranjeros ofrecerán aquí esos días. La Historia de España es el devenir temporal de una nación misionera que ha sabido establecer lazos universales con todos los continentes. El Corazón de Jesús, desde el centro de nuestra Diócesis, nos invita ahora a vivir esta expansión del amor como España siempre ha realizado.

La ocasión también va a implicar un fortalecimiento de los vínculos eclesiales de fraternidad que nos unen con la Archidiócesis de Madrid, Sede de la JMJ, y con la Diócesis de Alcalá de Henares, también Subsede, con las que formamos una misma Provincia Eclesiástica. La ilusión y el trabajo en común del trienio de la Misión Joven ya están dando frutos de comunión en la preparación de la JMJ.

Confío en que, durante estos dos años que se avecinan, volváis la mirada frecuente al Corazón de Jesús, fuente de nuestro ardor apostólico. También a su Madre, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, Patrona de la Diócesis, en cuyo año jubilar vamos a vivir este acontecimiento de la JMJ 2011. Ella es madre de todos los hombres y es la primera que participa con agrado de esta actividad que reúne a sus hijos juntándoles desde todas las naciones del mundo en un expresivo gesto de unidad.

Con todo el afecto y la bendición de vuestro Obispo,
+Joaquín Mª López de Andújar y Cánovas del Castillo
Obispo de Getafe
Getafe, 1 de noviembre de 2009
Solemnidad de Todos los Santos


1 Cf. JUAN PABLO II, Carta con motivo del Seminario de Estudio sobre las Jornadas Mundiales de la Juventud, 8 de mayo de 1996.
2 JUAN PABLO II, Dives in misericordia, Nª 14
3 JUAN PABLO II, Dives in misericordia, Nª 8
4 Jn 3,16
5 Cf. BENEDICTO XVI, Homilía en el Domingo de Ramos, 5 de abril de 2009
6 RYLKO, S, Alocución después de la Misa del Domingo en la JMJ de Sydney, 20 de julio de 2008
7 Cf. CONCILIO VATICANO II, Apostolicam actuositatem, nº 12
8 OBISPO DE GETAFE, Retiro a los jóvenes, 12 de marzo de 2006.
9 Mt 25, 40

Vigilia de la Inmaculada 2011

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Vigilia  de  la  Inmaculada  2011  

A los coordinadores arciprestales y responsables de pastoral de juventud,  
A  los  sacerdotes,  consagrados  y  catequistas,  
A  todos  los  jóvenes  cristianos  de  la  Diócesis  de  Getafe

Getafe,  8  de  noviembre  de  2011  
 
Muy  queridos  hermanos  y  amigos: 

Quiero,  en  primer  lugar,  aprovechar  esta  carta  para  daros  las  gracias por vuestro  trabajo  y  generosidad,  en  la  preparación,  organización  y celebración  de  la  J.M.J.  Vuestra  entrega  admirable  ha  despertado  la  fe adormecida  de  mucha  gente,  jóvenes  y  mayores,  y  ha  hecho  posible  que muchos  alejados  inicien  en  sus  vidas  un  camino  de  encuentro  con Jesucristo  y  con  una  Iglesia  llena  de  vtalidad  juvenil  y  de  esperanza. Cuando  recuerdo  los  días  que  hemos  compartido  y  pienso  en  la  alegría de  esas  jornadas  inolvidables,  a  pesar  de  las  muchas  dificultades  que surgían  y  de  la  precariedad  de  medios  con  que  contábamos,   me  vienen al  corazón  las  palabras  de  Pablo,  recordando  la  generosidad  y  la  alegría de  los  cristianos  de  Macedonia:  “En  las  pruebas  y  tribulaciones  ha  crecido su  alegría,  y  su  pobreza  extrema  se  ha  desbordado  en  tesoros  de generosidad”  (2  Cor.8,2).  
 
Pero  sobre  todo  quiero  dar  las  gracias  por  “el  día  a  día”  de  vuestro trabajo  con  los  jóvenes,  por  ese  trabajo  que  sólo  Dios  ve  y  que  está lleno  de  constancia,  abnegación,  amor  a  los  jóvenes  y  confianza  en  Dios.  
Estoy  convencido  de  que  la  Virgen  María,  que  es  Madre,  ha  intercedido para  que  se  produjera  el  milagro  de  convertir  en  una  gran  familia universal,  en  un  gigantesco  hogar,  a  todos  los  que  nos  hemos encontrado, guiados  por  el  Papa,  en  esta  inmensa  fiesta  del  Espíritu  que,  hemos vivido  con  la  mirada  puesta  en  Jesucristo.  Y  Ella  es  la  que,  sin  duda, nos  sigue  animando  para  acercar  a  los  jóvenes  al  Corazón  de  su  Hijo  y nos  alienta  en  el  trabajo  humilde  y  perseverante  de  cada día.  
 
Sin  María  sería  imposible  una  verdadera  pastoral  de  juventud.  A  Ella tenemos  que  acudir  constantemente  para  que  nos  enseñe  a  cuidar  a  los jóvenes  con  el  mismo  cariño  y  la  misma  ternura  conque  ella  cuidó  a Jesús.  La  maternal  intercesión  de  la  Virgen,  su  santidad  ejemplar  y  la gracia  divina  que  hay  en  ella,  se  convierten  para  todos  los  que trabajamos  con  los  jóvenes  en  motivo  incesante  de  fe  y  de  esperanza.  
 
Tenemos  ya  muy  cerca  una  de  las  fiestas  más  grandes  de  la  Virgen,  la Solemnidad  de  la  Inmaculada  Concepción,  con  la  que  clausuraremos  el Año  Jubilar  Mariano.  Creo  que  es  una  gran  oportunidad  para  reunirnos  en torno  a  María,  en  la  Vigilia  de  la  Inmaculada  que  celebraremos  el  día  7 de  diciembre,  a  las  diez  de  la  noche,  en  el  Cerro  de  los  Ángeles.  Puede ser  un  momento  excepcional  para  estar  todos  los  jóvenes  y  los  que trabajamos  con  ellos,  junto  a  nuestra  Madre.  Necesitamos  su  intercesión y  consuelo.  Y  estoy  seguro  de  que  Ella  se  sentirá  muy  feliz  recibiendo  de nosotros  los  frutos  de  la  JMJ,  y  renovando  nuestra  consagración  y nuestro amor.  Os  espero  a  todos.  
   
Con  mi  afecto  y  bendición,
+ Joaquín López de Andújar, Obispo de Getafe

Carta con motivo del Domund 2011

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CARTA CON MOTIVO DEL DOMUND 2011

Queridos hermanos y amigos:

El mandato misionero de Jesús resuena con fuerza, un año más, en la celebración de la Jornada Mundial de las Misiones. El Señor nos vuelve a decir: “Como el Padre me ha enviado así os envío yo” (Jn 20,21). Y nos anima a tener un encuentro personal con Él, verdadero y profundo, que, de tal manera nos identifique con sus sentimientos, que su misión se convierta en nuestra misión. El encuentro con Jesús siempre es un encuentro de amor que nos mueve a desear lo que Él desea y a buscar lo que Él busca; y nos invita a tener, como Él, un corazón misericordioso que busque a la oveja perdida y abrace al hijo pródigo. El deseo, más íntimo del Señor es que todos los hombres alcancen, en Él, la vida eterna y lleguen al conocimiento de la verdad.

Podemos decir con toda seguridad que cada cristiano, en particular, y la Iglesia entera, en su conjunto, siempre es misionera. No se puede ser discípulo de Jesucristo sin compartir con Él su misión de ser luz del mundo y sal de la tierra.. “Esta es la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda: la Iglesia existe para evangelizar” (E.N. 14).

Y ¿hacia quienes ha de ir dirigida la misión? Evidentemente el anuncio misionero de la Iglesia es universal, va dirigido a todos los pueblos y a todas las gentes, de todos los tiempos y culturas. Pero en esta Jornada de las misiones, la Iglesia nos invita a poner especialmente nuestra mirada en la evangelización de aquellos pueblos que, después de dos mil años aun no conocen a Cristo y de esa multitud de gentes que, aun habiendo recibido el anuncio del evangelio. lo han olvidado o abandonado porque la Iglesia, por falta de recursos, no ha podido estar cercana a ellos. Esta Jornada quiere que nos fijemos en esas zonas del mundo y en esas Iglesias locales, que necesitan con urgencia nuestra ayuda para llevar adelante su misión evangelizadora..

Me consta que esta sensibilidad misionera existe en todas nuestras parroquias y comunidades cristianas, pero quiero, en este día, recordar la prioridad de las Obras Misionales Pontificias sobre cualquier otra iniciativa de cooperación misionera. La Comisión Episcopal de Misiones de la Conferencia Episcopal Española, ha mostrado, en muchas ocasiones, su preocupación por el descenso de las aportaciones económicas de las diócesis españolas en beneficio de proyectos sociales o de otros compromisos misioneras particulares.

Os animo a colaborar generosamente con esta prioridad de la Iglesia. La colecta del Domund va directamente a la Santa Sede y es ella la que hace llegar la ayuda, con total equidad, a los lugares más pobres y más ignorados, a esos lugares de los que nadie se acuerda.

Con mi bendición y afecto:

+ Joaquín López de Andujar. Obispo de Getafe.

Carta con motivo del Dia Internacional de las Empleadas de Hogar

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DIA  INTERNACIONAL  DE  LAS  EMPLEADAS  DE  HOGAR  

El próximo 30 de marzo, se va a celebrar el día Internacional de las Empleadas de hogar, un día dedicado a uno de los sectores de trabajadoras donde más se sufre la injusticia laboral, puesto que aún hoy no tienen los mismos derechos laborales que el resto de trabajadores de otros ámbitos.

Según los datos estadísticos en este colectivo (90% son mujeres) no es obligatorio un contrato por escrito, tienen jornadas de más de 10 horas diarias y en muchos casos no se les aplica su derecho a un descanso continuado semanal. Sus salarios en demasiadas ocasiones no llega al mínimo interprofesional (641, 40 € mes). No tienen derecho a prestación por desempleo y, en la mayoría de los casos (aproximadamente en un 65%), están en la economía sumergida por no estar dadas de alta en ningún Régimen de la Seguridad Social.

Es una situación de dolor en la que la Iglesia de la Diócesis de Getafe quiere tomar parte levantando la voz en su favor, denunciando la situación de pobreza, de extrema precariedad e injusticia en la que viven, porque un trabajo en el que no es respetado el trabajador, que no permite satisfacer las necesidades básicas de las familias, que no asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubliación no se puede considerar un trabajo humano. "Los pobres son en muchos casos el resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano, bien porque se limitan sus posibilidades (desocupación subocupación)", bien porque se devalúan los derechos que fluyen del mismo, especialmente el justo salario a la seguridad de la persona trabajador y de su familia. (Cf. Cáritas in veritate, 63 y Laborem exercens 8)                                             

Es urgente pues continuar la tarea de lucha por la justicia en nuestras casas, Parroquias, lugares de trabajo en las organizaciones en las que participamos y en todos los ambientes, para que no se reproduzcan estas situaciones de dolor, injusticia y explotación.

La sociedad necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración y encarnados en las realidades de los que sufre las injusticias, para que, compadeciéndonos con ellos y uniéndonos a su suerte, así juntos y conscientes de que el Amor lleno de Verdad es el motor del auténtico desarrollo, trabajemos por la anticipación del Reino.

Con mi afecto y bendición,

Joaquín  Mª  López  de  Andujar  y  Cánovas  del  Castillo  
Obispo  de  Getafe  

Carta con motivo del Dia del Seminario 2011

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Carta con motivo del día del Seminario

"El Sacerdote, don de Dios para el mundo"

Queridos  hermanos  y  amigos:  
 
Todos  los  años,  nuestra  Iglesia  diocesana  dedica  un  día  para  dar  gracias a  Dios por  la  vida  y  el  ministerio  de  los  sacerdotes  y  para  pedirle  que nos  siga enviando  vocaciones  sacerdotales,  y  guíe  por  el  camino  de  la santidad  a  los sacerdotes  y  a  los  jóvenes  que,  habiendo  escuchado  su llamada,  se  preparan  en nuestro  Seminario  para  recibir  este  don.  
 
La  vocación  sacerdotal,  ciertamente,  es  un  don  de  Dios  para  quien escucha  la llamada   y  permanece  fiel  a  ella;  pero  es  también  un  don para  toda  la  Iglesia y  un  bien  absolutamente  necesario  para  que  ella pueda  cumplir  su  misión (1).  Por eso,  debe  ir  creciendo  entre  nosotros  la convicción  de  que  todos  los  miembros de  la  iglesia,  sin  excluir  ninguno, tenemos  la  grave  responsabilidad  de  cuidar  las vocaciones.  
 
Nuestra  Iglesia  diocesana  tiene  que  hacerse  mucho  más  sensible  a  la pastoral vocacional.  Es  verdad  que  sentimos  la  necesidad  de  un  mayor número  de sacerdotes  cuando,  viendo  las  grandes  necesidades  pastorales que  tenemos, caemos  en  la  cuenta  de  que  nuestros  sacerdotes  no pueden atender,  como  ellos quisieran,  a  todas  las  tareas,  que  se  les  pide.  Pero esa  necesidad,  sentida  en nuestras  propias  comunidades,  ha  de  llevarnos a  una  mayor  preocupación  por  la pastoral  vocacional  “educando  en  los diversos  niveles  familiar,  parroquial  y asociativo  a  los  niños  y  a  los jóvenes  ‐como  hizo  Jesús  con  sus  discípulos‐ para que  madure  en  ellos una  genuina  y  afectuosa  amistad  con  el  Señor,  cultivada en la  oración personal  y  litúrgica;  para  que  aprendan  la  escucha  atenta  y  fructífera de la  Palabra  de  Dios,  mediante  una  creciente  familiaridad  con  las  Sagradas Escrituras;  para  que  comprendan  que  adentrarse  en  la  voluntad  de  Dios no destruye  ni  aniquila  a  la  persona,  sino  que  permite  descubrir  y  seguir la  verdad más  profunda  sobre  sí  mismos;  para  que  vivan  la  gratuidad  y fraternidad  en  las relaciones  con  los  otros,  porque  sólo  abriéndose  al amor  de  Dios  es  como  se encuentra  la  verdadera  alegría  y  la  plena realización  de  las  propias aspiracones”(2).  
 
La  pastoral  vocacional,  nos  implica  a  todos.  Implica  a  los  padres  para que,  en su  ambiente  familiar,  hagan  comprender  a  sus  hijos  la  grandeza del  ministerio sacerdotal,  por  medio  del  cual  Dios  viene  a  nosotros  en  la Eucaristía,  perdona nuestros  pecados,  en  el  sacramento  de  la Reconciliación,  y  vela  por  nosotros, con  amor  de  Padre,  en  el  seno  de  la comunidad  eclesial.  Y  han  de  cuidar,  con particular  esmero,  los  gérmenes de  vocación  sacerdotal  que  puedan  descubrir  en alguno  de  sus  hijos.  
 
La  pastoral  vocacional  afecta  de  manera  gravísima  a  los  sacerdotes.  Dios se  ha servido  siempre  del  ejemplo  de  santidad  de  sacerdotes,  que vivieron  con  amor  y entusiasmo  su  sacerdocio,  para  llamar  a  muchos niños  y  jóvenes  a  la  vida sacerdotal.    

No  son  nuestras  palabras,  sino  nuestra  vida  santa,  ejemplar  y  feliz  la que  debe atraer  al  sacerdocio  a  los  que  Dios  quiera  llamar.  Muchos  de  vosotros,  que habéis  acompañado,  en  su  crecimiento  espiritual  y  en  su  discernimiento vocacional,  a  jóvenes  que  hoy  son  seminaristas  o  ya  sacerdotes,  sabéis  la gracia que  Dios  nos  hace  en  cada  uno.  Quiero  agradeceros  vuestra  dedicación  y animaros  a  continuar  en  esta  preciosa  tarea.  Y  también  quiero  invitaros  a confiar  en  aquellos  a  los  que  la  Iglesia  ha  encargado  el  cuidado  pastoral  de  las vocaciones.   Me  refiero  a  los  formadores  de  nuestro  Seminario  Menor  de  Rozas, a  los  responsables  del  llamado  “Curso  Introductorio”  y  al  equipo  diocesano  de Pastoral  Vocacional.  Confiad  en  ellos,  colaborad  con  ellos  y  no  dudéis  en ponerles  en  relación  con  aquellos  niños  y  jóvenes  en  los  que  veáis  indicios  de vocación.  En  esta  tarea  tan  delicada  todos  somos  necesarios.  
  
En  la  pastoral  vocacional  tienen  también  un  importante  papel  los  catequistas.  El catequista  ha  de  ser,  ante  todo,  un  testigo  de  la  fe  y  su  misión  es  conducir  a los  niños  y  jóvenes  al  encuentro  con  Cristo.  Animadles  a  la  amistad  con  el Señor  y  preparadles  para  que  su  corazón  esté  siempre  abierto  a  su  llamada.  Que  en  vuestras  catequesis  aparezca  con  claridad  el  amor  a  la  Iglesia  y  la gratitud  al  Señor  por  el  don  del  sacerdocio.  
  
Y  a  todos,  sin  excepción,  nos  incumbe  el  deber  de  la  oración.  Estamos convencidos  de  que  los  frutos  de  la  pastoral  vocacional  se  deben,  en  gran medida,  a  la  oración  de  muchos.  En  este  momento  hay  más  de  dos  mil quinientas  personas  inscritas  en  la  Cadena  de  Oración  por  las  Vocaciones Sacerdotales  de  la Diócesis,  que  ofrecen  a  Dios  todos  los  meses  un  día  por esta intención.  Espero  que  esta  Cadena  siga  creciendo.  El  Día  del  Seminario  nos tiene  que  ayudar  a  ser  conscientes  del  valor  de  esta  oración  y  a  fomentarla con  fuerza.  Son  ya  muchas  las  Parroquias  que  dedican  un  día  a  la  Adoración Eucarística  pidiendo  al  Señor  por  esta  intención:  ¡Ójala  lo  hicieran  todas!  
 
Aprovecho  la  ocasión  para  agradecer  de  todo  corazón  a  los  rectores  y formadores  de  los  dos  seminarios  diocesanos,  mayor  y  menor,  su  entrega generosa  y  abnegada  en  esta  misión,  tan  esencial  en  la  Iglesia,  de  la formación de  los  futuros  sacerdotes.  
 
La  Virgen  María,  Reina  de  los  Apóstoles,  cuidará  con  amor  a  sus  sacerdotes   seminaristas,  para  que  sean  fiel  reflejo  de  su  Hijo,  Buen  Pastor;  y  nos alcanzará del  Señor,  en  este  Año  Jubilar  Mariano  de  nuestra  Diócesis,  si  se  lo  pedimos con  verdadero  afecto  e  insistencia  en  nuestras  peregrinaciones  al  Santuario  de la Virgen  de  los  Ángeles,   la  gracia  de  vocaciones  abundantes.  
 
Con  mi  bendición  y  afecto,  
 
+  Joaquín  María  López  de  Andujar  y  Cánovas  del  Castillo  
Obispo  de  Getafe


1 Cf. Juan Pablo II, Pastores dabo vobis,41
2 Benedicto XVI. Mensaje para la Jornada para las Vocaciones, 10 de Febrero de 2011

 

Carta con motivo del Dia de la Iglesia Diocesana

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Carta de D. Joaquín Mª, Obispo de Getafe, con motivo del Día de la Iglesia Diocesana 2010.

LA IGLESIA COMUNIDAD DE FE, CARIDAD Y ESPERANZA

Queridos hermanos y amigos:

La celebración del Día de la Iglesia Diocesana nos brinda, un año más, la oportunidad de poner ante nuestra mirada, con profunda gratitud, todos los dones que el Señor nos regala por medio de su Santa Iglesia. Una Iglesia que, en la Diócesis, se hace cercana, visible y amable. Una Iglesia en la que todos, como miembros de un único Cuerpo y unidos a su Cabeza que es Cristo, somos absolutamente necesarios e irrepetibles: cada uno, respondiendo a la propia vocación a la que ha sido llamado y participando en la misión única, compartida por todos, de crecer en santidad llevando la luz de Cristo a todos los rincones de nuestro mundo.

Nuestra Iglesia Diocesana de Getafe tiene delante de sí muchos campos para la evangelización. Es una Iglesia llena de vitalidad, en medio de una sociedad que sigue creciendo en número de habitantes, con una gran población juvenil y con mucha gente venida de los más diversos lugares del mundo. Es verdad que nuestra Iglesia, como sabemos bien, se ve sometida al acoso permanente de una cultura relativista y secularista que intenta olvidar a Dios y arrinconar la religión al ámbito de lo estrictamente privado; sin embargo la experiencia nos muestra constantemente el hambre de verdad, de vida y de amor que los hombres tienen. Y vemos con gozo, cada día, que allí donde hay una comunidad cristiana, o una parroquia o un colegio católico, con fuerza evangelizadora, empieza a despertarse la fe adormecida de mucha gente, se va creando un nuevo clima de cordialidad y de humanidad entre muchos, que ante ni siquiera se conocían, y va surgiendo el fermento de una humanidad nueva, transformada por la fuerza redentora de Jesucristo.

El lema de este año: “La Iglesia Comunidad de fe, caridad y esperanza”, nos introduce en el alma misma de la Iglesia. La Iglesia es una realidad teologal, es decir divina, y sólo las virtudes teologales: fe, caridad y esperanza, nos hacen descubrir su naturaleza más profunda. La fe nos abre los ojos del corazón para ver en la Iglesia al mismo Cristo, que sigue entregándonos su vida y su misericordia en los sacramentos. La caridad nos hace experimentar el amor de Dios, derramado en nuestros corazones por medio de su Espíritu Santo y nos convierte en testigos de ese amor. Y la esperanza nos ayuda a comprender la Iglesia como Pueblo que camina en la historia hacia la Tierra prometida, que es el cielo, donde seremos acogidos por el amor infinito del Padre.

Os invito a todos, con motivo de esta Jornada, a dar gracias a Dios por la Iglesia, a sentiros en ella como en vuestra familia y a colaborar, con vuestro trabajo apostólico y con vuestra ayuda material, a su misión y a su sostenimiento económico. Especialmente os pido que penséis en las nuevas parroquias que se están construyendo .Están haciendo un gran esfuerzo. Ayudadles a ver pronto cumplido el sueño de tener su nuevo Templo.

Con mi bendición y afecto:

+ Joaquín María. Obispo de Getafe