Llenos de amor por el hombre con la antorcha de Cristo en la mano
Carta para la Gran Misión Diocesana, con motivo del 25 aniversario de la creación de la Diócesis de Getafe
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Carta para la Gran Misión Diocesana, con motivo del 25 aniversario de la creación de la Diócesis de Getafe
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Con motivo del Día del Seminario que se celebrará el próximo 18 de marzo, el Obispo de la Diócesis ha dirigido una Carta Pastoral en la que nos exhorta a todos a colaborar en la petición por las vocaciones sacerdotales.
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Queridos hermanos y amigos.
Hace apenas dos años que Manos Unidas recibió el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia con motivo de los 50 años de la Organización; fue un hito al reconocer la meritoria labor de tantos miles de voluntarios y colaboradores.
Pero no fue un punto de llegada sino que continúan trabajando generosamente para combatir el hambre en el mundo.
Este año la Campaña LIII contra el Hambre tiene cómo lema “La salud, derecho de todos: ¡Actúa!”.
Conviene que nos fijemos en los elementos que configuran Manos Unidas: es una Organización No Gubernamental para el Desarrollo (ONGD); es católica y formada por voluntarios. Su fin es combatir el hambre, la pobreza y el subdesarrollo y, aún más urgente, luchar contra las causas que la provocan.
Su Santidad el papa Benedicto XVI nos ha enviado ya el Mensaje para la Cuaresma de este año. Nos propone meditar el texto de la carta a los Hebreos: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras” (Hb 10,24). Meditarlo, sí, para ponerlo en práctica.
A propósito de la actitud de los que “dieron un rodeo”, a diferencia del buen Samaritano (Lc 10,30-32), para no atender a aquel hombre al que los salteadores habían despojado y dado una paliza, y de la actitud del rico Epulón, ese hombre saturado de bienes que no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (Lc 16,19), el Papa comenta: se trata de ‘fijarse’, de mirar con amor de compasión. Y se pregunta: “¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la sociedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7)” (n. 1).
Manos Unidas trabaja, precisamente, para sensibilizar a la población española para que conozca la realidad de los países en vías de desarrollo; para que no dejen de “fijarse” en tantos miles, millones, de personas, en particular de niños, que no es que no tengan medios para vivir medianamente bien, sino que mueren literalmente, de hambre y a causa de las enfermedades: sida, tuberculosis, dengue…; de ahí el lema de esta campaña centrada en el 6º Objetivo de Desarrollo del Milenio: “La salud, derecho de todos: ¡Actúa!”.
Os animo a que leáis con atención la información que proporciona Manos Unidas en los folletos. Ahí encontraréis unas cifras significativas de los proyectos por prioridades y por continentes; los países; los voluntarios; el origen de los ingresos y la distribución de los gastos.
Una vez más agradezco, de todo corazón, el espléndido trabajo del equipo directivo diocesano y de sus muchos colaboradores, animo a todos a colaborar durante todo el año como voluntarios, y a promover en vuestros ambientes familiares, profesionales y culturales la caridad que hace posible el pleno desarrollo de las personas y de los pueblos.
Con mi bendición y afecto.
+ Joaquín López de Andújar, Obispo de Getafe
Getafe, febrero de 2012
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Mis queridos jóvenes:
La Diócesis de Getafe ya se está preparando con entusiasmo para la celebración de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que tendrá lugar en el mes de agosto de 2011 en Madrid. Como es sabido, nuestra pastoral juvenil diocesana no habría alcanzado la vitalidad y el impulso que ahora experimenta de no ser por su participación en estas Jornadas. Así, viene a mi memoria nuestra presencia en el Encuentro Europeo de Jóvenes de Loreto (1995), las JMJ de París (1997), Roma (2000), Toronto (2002), Colonia (2005) y Sydney (2008), además del encuentro Nacional de Jóvenes en Cuatro Vientos (Madrid, 2003) que tantos frutos sigue dando.
En estas Jornadas -como señalaba su inspirador, el Papa Juan Pablo II (1)-, Jesucristo es colocado en el centro de la fe y la vida de cada joven, se produce un “momento de pausa” en la constante peregrinación de la fe y se fortalece nuestra esperanza mediante un intercambio internacional de experiencias que, lejos de interrumpir la pastoral ordinaria, la fortalecen, y en lugar de ser un mero acto festivo, puntual y aislado, se configuran en su globalidad como una forma vasta de catequesis, en el marco de un verdadero testimonio de comunión eclesial en torno al Sucesor de Pedro.
En esta ocasión el evento adquiere una relevancia mayor para nosotros, por el hecho de haber sido elegida la Diócesis de Getafe como Subsede de la próxima Jornada Mundial de la Juventud.
El día 10 de abril de 2010 tendrá lugar en el primer templo de la Diócesis, la Santa Iglesia Catedral, la Acogida Diocesana de la Cruz de las JMJ y el Icono de la Virgen. El acto festivo se prolongará con una vigilia de oración. Nuestra Diócesis ha de estar muy agradecida por la posibilidad de ver entrar la Cruz en su territorio en plena Semana Santa y poder adorarla en los arciprestazgos durante la Pascua. Esta enorme Cruz, singular y sencilla, nos remitirá a la Cruz gloriosa y vacía de Jesús resucitado. El día de su acogida diocesana no será de una importancia litúrgica menor, pues la recibiremos en la víspera del Domingo de la Misericordia, fecha que nos habla del inmenso amor de Dios que hasta ha derramado su sangre por nosotros en la Cruz. La ocasión resulta aún más conmovedora si pensamos que fue la noche de aquél domingo cuando murió Juan Pablo II, el Pontífice que inició la costumbre de la peregrinación de esta Cruz y que tanta devoción profesaba a esta fiesta litúrgica ya desde su Polonia natal.
Espero que sean muchos los jóvenes que en esta festividad de la Misericordia se pongan cara a cara frente al corazón traspasado de Jesús y tengan ”la valentía de pronunciar la palabra “misericordia” (2), pues “de manera particular Dios revela asimismo su misericordia, cuando invita al hombre a la ‘misericordia’ hacia su Hijo, hacia el Crucificado” (3).
Acoger la Cruz no es sólo una actitud simbólica sino una disposición del corazón. Acojamos la Cruz y avancemos con ella por su camino y así encontraremos nuestro camino. Cuando tocamos la Cruz, más aún, cuando la llevamos, tocamos el misterio de Dios, el misterio de Jesucristo: el misterio de un Dios que, como dice el evangelista S. Juan “tanto amó al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna” (4). En la Cruz Cristo sufrió por nosotros, nos dio su vida, nos amó hasta el extremo, nos sacó del oscuro abismo del pecado, cargó con nuestras culpas y, de enemigos, nos transformó en amigos.
Toquemos el misterio maravilloso del amor de Dios, la única verdad realmente redentora. Hagamos nuestra la ley fundamental, la norma constitutiva de nuestra vida, es decir, el hecho que sin el “sí” a la Cruz, sin caminar día tras día en comunión con Cristo, no se puede lograr la vida. Cuanto más renunciemos a algo por amor de esta gran verdad tanto más grande y rica se hace la vida. Quien quiere guardar su vida para sí mismo, la pierde. Quien da su vida –cotidianamente, en los pequeños gestos que forman parte de la gran decisión -, la encuentra. Esta es la verdad exigente, pero también profundamente bella y liberadora, en la que queremos entrar paso a paso durante el camino de la Cruz por nuestra Diócesis (5).
Pero, ¿qué supone para la Diócesis de Getafe ser Subsede de la JMJ 2011?
En primer lugar, una responsabilidad de primer orden por su significado misionero. La Iglesia nos brinda una oportunidad para evangelizar a los jóvenes que no podemos en ningún caso desperdiciar. Hemos de relanzar el ardor misionero que vivimos entre 2006 y 2008 durante la Misión Joven, y, con la gracia de Dios, hemos de superarlo, sacando el mayor provecho de lo que es hoy considerado por la Iglesia Católica como “el mayor acontecimiento evangelizador que tiene la Iglesia en nuestro tiempo” (6).
Pido desde ahora, no sólo a los sacerdotes y a los responsables de la pastoral juvenil sino a toda la Diócesis -a los adultos, a las familias, a las demás Delegaciones e instituciones y, singularmente, a los monasterios-, que trabajen intensamente por esta prioridad pastoral, con el fin de que el mayor número de jóvenes del Sur de Madrid, que se nos ha encomendado, pueda encontrarse con la belleza del amor de Cristo.
Sin embargo, mi petición va dirigida especialmente a vosotros, jóvenes, como primeros evangelizadores de vuestros coetáneos (7). A los que ya participáis en la vida de las parroquias, Dios os ha elegido para que inscribáis con vosotros a muchos amigos y compañeros vuestros: “Y ¿por qué os ha elegido? ¿Por qué os envía? Porque en nuestra Diócesis hay una gran multitud de jóvenes que anhelan con toda su alma una vida más digna, más feliz; una vida que les llene más. No os fijéis sólo en lo exterior, en lo que digan o dejen de decir sobre la Iglesia. Hay bastante ignorancia y bastantes tópicos sobre lo que es la Iglesia y sobre su mensaje. No entréis en discusiones de cosas abstractas. Fijaos en lo que hay en su interior. Fijaos en sus búsquedas, en sus inquietudes y, sobre todo, en sus profundos deseos de amar y de ser amados; fijaos en el vacío de valores en el que, con mucha frecuencia, se mueven sus vidas, y en su gran anhelo, muchas veces no expresado, de una vida que les llene más. En el corazón de todo joven hay una gran riqueza interior y una gran capacidad de generosidad. Pero esa gran capacidad de cosas grandes está, en muchos casos, sofocada y anulada por un modo de vivir muy superficial centrado sólo en el consumo, en el dinero, y en un afán desmedido de querer disfrutar mucho de las cosas y de los otros, de manera inmediata y sin ningún esfuerzo, y con unas grandes dosis de egoísmo, pensando sólo en su propio gusto y bienestar. Una vida así entendida sólo produce vacío interior y malestar. Vosotros sois enviados por el Señor, no para proclamar verdades abstractas. El evangelio no es una teoría ni una ideología. El Evangelio es vida” (8).
En segundo lugar, la JMJ de Madrid supone para nosotros un deber de hospitalidad que es una auténtica obra de misericordia. Lo definiría también como un “deber de gratitud”. Muchos de vosotros, en numerosas peregrinaciones durante los últimos años, habéis sido alojados como peregrinos en muchos países del mundo y en una larga lista de municipios de toda España. Ahora, es el momento de ofrecer nuestras parroquias, colegios, familias, polideportivos y otros locales para acoger, con el mismo cariño con que os han recibido a vosotros, a los jóvenes que vendrán de todos los extremos del planeta.
Hemos de abrir las puertas de nuestras casas y del corazón como se las abriríamos al propio Cristo. “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (9). Esta acogida supone compartir nuestra fe, el cariño, un techo, el alimento necesario y, además, preparar las catequesis y la liturgia que los obispos extranjeros ofrecerán aquí esos días. La Historia de España es el devenir temporal de una nación misionera que ha sabido establecer lazos universales con todos los continentes. El Corazón de Jesús, desde el centro de nuestra Diócesis, nos invita ahora a vivir esta expansión del amor como España siempre ha realizado.
La ocasión también va a implicar un fortalecimiento de los vínculos eclesiales de fraternidad que nos unen con la Archidiócesis de Madrid, Sede de la JMJ, y con la Diócesis de Alcalá de Henares, también Subsede, con las que formamos una misma Provincia Eclesiástica. La ilusión y el trabajo en común del trienio de la Misión Joven ya están dando frutos de comunión en la preparación de la JMJ.
Confío en que, durante estos dos años que se avecinan, volváis la mirada frecuente al Corazón de Jesús, fuente de nuestro ardor apostólico. También a su Madre, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, Patrona de la Diócesis, en cuyo año jubilar vamos a vivir este acontecimiento de la JMJ 2011. Ella es madre de todos los hombres y es la primera que participa con agrado de esta actividad que reúne a sus hijos juntándoles desde todas las naciones del mundo en un expresivo gesto de unidad.
Con todo el afecto y la bendición de vuestro Obispo,
+Joaquín Mª López de Andújar y Cánovas del Castillo
Obispo de Getafe
Getafe, 1 de noviembre de 2009
Solemnidad de Todos los Santos
A los coordinadores arciprestales y responsables de pastoral de juventud,
A los sacerdotes, consagrados y catequistas,
A todos los jóvenes cristianos de la Diócesis de Getafe
Getafe, 8 de noviembre de 2011
Muy queridos hermanos y amigos:
Quiero, en primer lugar, aprovechar esta carta para daros las gracias por vuestro trabajo y generosidad, en la preparación, organización y celebración de la J.M.J. Vuestra entrega admirable ha despertado la fe adormecida de mucha gente, jóvenes y mayores, y ha hecho posible que muchos alejados inicien en sus vidas un camino de encuentro con Jesucristo y con una Iglesia llena de vtalidad juvenil y de esperanza. Cuando recuerdo los días que hemos compartido y pienso en la alegría de esas jornadas inolvidables, a pesar de las muchas dificultades que surgían y de la precariedad de medios con que contábamos, me vienen al corazón las palabras de Pablo, recordando la generosidad y la alegría de los cristianos de Macedonia: “En las pruebas y tribulaciones ha crecido su alegría, y su pobreza extrema se ha desbordado en tesoros de generosidad” (2 Cor.8,2).
Pero sobre todo quiero dar las gracias por “el día a día” de vuestro trabajo con los jóvenes, por ese trabajo que sólo Dios ve y que está lleno de constancia, abnegación, amor a los jóvenes y confianza en Dios.
Estoy convencido de que la Virgen María, que es Madre, ha intercedido para que se produjera el milagro de convertir en una gran familia universal, en un gigantesco hogar, a todos los que nos hemos encontrado, guiados por el Papa, en esta inmensa fiesta del Espíritu que, hemos vivido con la mirada puesta en Jesucristo. Y Ella es la que, sin duda, nos sigue animando para acercar a los jóvenes al Corazón de su Hijo y nos alienta en el trabajo humilde y perseverante de cada día.
Sin María sería imposible una verdadera pastoral de juventud. A Ella tenemos que acudir constantemente para que nos enseñe a cuidar a los jóvenes con el mismo cariño y la misma ternura conque ella cuidó a Jesús. La maternal intercesión de la Virgen, su santidad ejemplar y la gracia divina que hay en ella, se convierten para todos los que trabajamos con los jóvenes en motivo incesante de fe y de esperanza.
Tenemos ya muy cerca una de las fiestas más grandes de la Virgen, la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, con la que clausuraremos el Año Jubilar Mariano. Creo que es una gran oportunidad para reunirnos en torno a María, en la Vigilia de la Inmaculada que celebraremos el día 7 de diciembre, a las diez de la noche, en el Cerro de los Ángeles. Puede ser un momento excepcional para estar todos los jóvenes y los que trabajamos con ellos, junto a nuestra Madre. Necesitamos su intercesión y consuelo. Y estoy seguro de que Ella se sentirá muy feliz recibiendo de nosotros los frutos de la JMJ, y renovando nuestra consagración y nuestro amor. Os espero a todos.
Con mi afecto y bendición,
+ Joaquín López de Andújar, Obispo de Getafe
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Queridos hermanos y amigos:
El mandato misionero de Jesús resuena con fuerza, un año más, en la celebración de la Jornada Mundial de las Misiones. El Señor nos vuelve a decir: “Como el Padre me ha enviado así os envío yo” (Jn 20,21). Y nos anima a tener un encuentro personal con Él, verdadero y profundo, que, de tal manera nos identifique con sus sentimientos, que su misión se convierta en nuestra misión. El encuentro con Jesús siempre es un encuentro de amor que nos mueve a desear lo que Él desea y a buscar lo que Él busca; y nos invita a tener, como Él, un corazón misericordioso que busque a la oveja perdida y abrace al hijo pródigo. El deseo, más íntimo del Señor es que todos los hombres alcancen, en Él, la vida eterna y lleguen al conocimiento de la verdad.
Podemos decir con toda seguridad que cada cristiano, en particular, y la Iglesia entera, en su conjunto, siempre es misionera. No se puede ser discípulo de Jesucristo sin compartir con Él su misión de ser luz del mundo y sal de la tierra.. “Esta es la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda: la Iglesia existe para evangelizar” (E.N. 14).
Y ¿hacia quienes ha de ir dirigida la misión? Evidentemente el anuncio misionero de la Iglesia es universal, va dirigido a todos los pueblos y a todas las gentes, de todos los tiempos y culturas. Pero en esta Jornada de las misiones, la Iglesia nos invita a poner especialmente nuestra mirada en la evangelización de aquellos pueblos que, después de dos mil años aun no conocen a Cristo y de esa multitud de gentes que, aun habiendo recibido el anuncio del evangelio. lo han olvidado o abandonado porque la Iglesia, por falta de recursos, no ha podido estar cercana a ellos. Esta Jornada quiere que nos fijemos en esas zonas del mundo y en esas Iglesias locales, que necesitan con urgencia nuestra ayuda para llevar adelante su misión evangelizadora..
Me consta que esta sensibilidad misionera existe en todas nuestras parroquias y comunidades cristianas, pero quiero, en este día, recordar la prioridad de las Obras Misionales Pontificias sobre cualquier otra iniciativa de cooperación misionera. La Comisión Episcopal de Misiones de la Conferencia Episcopal Española, ha mostrado, en muchas ocasiones, su preocupación por el descenso de las aportaciones económicas de las diócesis españolas en beneficio de proyectos sociales o de otros compromisos misioneras particulares.
Os animo a colaborar generosamente con esta prioridad de la Iglesia. La colecta del Domund va directamente a la Santa Sede y es ella la que hace llegar la ayuda, con total equidad, a los lugares más pobres y más ignorados, a esos lugares de los que nadie se acuerda.
Con mi bendición y afecto:
+ Joaquín López de Andujar. Obispo de Getafe.
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El próximo 30 de marzo, se va a celebrar el día Internacional de las Empleadas de hogar, un día dedicado a uno de los sectores de trabajadoras donde más se sufre la injusticia laboral, puesto que aún hoy no tienen los mismos derechos laborales que el resto de trabajadores de otros ámbitos.
Según los datos estadísticos en este colectivo (90% son mujeres) no es obligatorio un contrato por escrito, tienen jornadas de más de 10 horas diarias y en muchos casos no se les aplica su derecho a un descanso continuado semanal. Sus salarios en demasiadas ocasiones no llega al mínimo interprofesional (641, 40 € mes). No tienen derecho a prestación por desempleo y, en la mayoría de los casos (aproximadamente en un 65%), están en la economía sumergida por no estar dadas de alta en ningún Régimen de la Seguridad Social.
Es una situación de dolor en la que la Iglesia de la Diócesis de Getafe quiere tomar parte levantando la voz en su favor, denunciando la situación de pobreza, de extrema precariedad e injusticia en la que viven, porque un trabajo en el que no es respetado el trabajador, que no permite satisfacer las necesidades básicas de las familias, que no asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubliación no se puede considerar un trabajo humano. "Los pobres son en muchos casos el resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano, bien porque se limitan sus posibilidades (desocupación subocupación)", bien porque se devalúan los derechos que fluyen del mismo, especialmente el justo salario a la seguridad de la persona trabajador y de su familia. (Cf. Cáritas in veritate, 63 y Laborem exercens 8)
Es urgente pues continuar la tarea de lucha por la justicia en nuestras casas, Parroquias, lugares de trabajo en las organizaciones en las que participamos y en todos los ambientes, para que no se reproduzcan estas situaciones de dolor, injusticia y explotación.
La sociedad necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración y encarnados en las realidades de los que sufre las injusticias, para que, compadeciéndonos con ellos y uniéndonos a su suerte, así juntos y conscientes de que el Amor lleno de Verdad es el motor del auténtico desarrollo, trabajemos por la anticipación del Reino.
Con mi afecto y bendición,
Joaquín Mª López de Andujar y Cánovas del Castillo
Obispo de Getafe
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Queridos hermanos y amigos:
Todos los años, nuestra Iglesia diocesana dedica un día para dar gracias a Dios por la vida y el ministerio de los sacerdotes y para pedirle que nos siga enviando vocaciones sacerdotales, y guíe por el camino de la santidad a los sacerdotes y a los jóvenes que, habiendo escuchado su llamada, se preparan en nuestro Seminario para recibir este don.
La vocación sacerdotal, ciertamente, es un don de Dios para quien escucha la llamada y permanece fiel a ella; pero es también un don para toda la Iglesia y un bien absolutamente necesario para que ella pueda cumplir su misión (1). Por eso, debe ir creciendo entre nosotros la convicción de que todos los miembros de la iglesia, sin excluir ninguno, tenemos la grave responsabilidad de cuidar las vocaciones.
Nuestra Iglesia diocesana tiene que hacerse mucho más sensible a la pastoral vocacional. Es verdad que sentimos la necesidad de un mayor número de sacerdotes cuando, viendo las grandes necesidades pastorales que tenemos, caemos en la cuenta de que nuestros sacerdotes no pueden atender, como ellos quisieran, a todas las tareas, que se les pide. Pero esa necesidad, sentida en nuestras propias comunidades, ha de llevarnos a una mayor preocupación por la pastoral vocacional “educando en los diversos niveles familiar, parroquial y asociativo a los niños y a los jóvenes ‐como hizo Jesús con sus discípulos‐ para que madure en ellos una genuina y afectuosa amistad con el Señor, cultivada en la oración personal y litúrgica; para que aprendan la escucha atenta y fructífera de la Palabra de Dios, mediante una creciente familiaridad con las Sagradas Escrituras; para que comprendan que adentrarse en la voluntad de Dios no destruye ni aniquila a la persona, sino que permite descubrir y seguir la verdad más profunda sobre sí mismos; para que vivan la gratuidad y fraternidad en las relaciones con los otros, porque sólo abriéndose al amor de Dios es como se encuentra la verdadera alegría y la plena realización de las propias aspiracones”(2).
La pastoral vocacional, nos implica a todos. Implica a los padres para que, en su ambiente familiar, hagan comprender a sus hijos la grandeza del ministerio sacerdotal, por medio del cual Dios viene a nosotros en la Eucaristía, perdona nuestros pecados, en el sacramento de la Reconciliación, y vela por nosotros, con amor de Padre, en el seno de la comunidad eclesial. Y han de cuidar, con particular esmero, los gérmenes de vocación sacerdotal que puedan descubrir en alguno de sus hijos.
La pastoral vocacional afecta de manera gravísima a los sacerdotes. Dios se ha servido siempre del ejemplo de santidad de sacerdotes, que vivieron con amor y entusiasmo su sacerdocio, para llamar a muchos niños y jóvenes a la vida sacerdotal.
No son nuestras palabras, sino nuestra vida santa, ejemplar y feliz la que debe atraer al sacerdocio a los que Dios quiera llamar. Muchos de vosotros, que habéis acompañado, en su crecimiento espiritual y en su discernimiento vocacional, a jóvenes que hoy son seminaristas o ya sacerdotes, sabéis la gracia que Dios nos hace en cada uno. Quiero agradeceros vuestra dedicación y animaros a continuar en esta preciosa tarea. Y también quiero invitaros a confiar en aquellos a los que la Iglesia ha encargado el cuidado pastoral de las vocaciones. Me refiero a los formadores de nuestro Seminario Menor de Rozas, a los responsables del llamado “Curso Introductorio” y al equipo diocesano de Pastoral Vocacional. Confiad en ellos, colaborad con ellos y no dudéis en ponerles en relación con aquellos niños y jóvenes en los que veáis indicios de vocación. En esta tarea tan delicada todos somos necesarios.
En la pastoral vocacional tienen también un importante papel los catequistas. El catequista ha de ser, ante todo, un testigo de la fe y su misión es conducir a los niños y jóvenes al encuentro con Cristo. Animadles a la amistad con el Señor y preparadles para que su corazón esté siempre abierto a su llamada. Que en vuestras catequesis aparezca con claridad el amor a la Iglesia y la gratitud al Señor por el don del sacerdocio.
Y a todos, sin excepción, nos incumbe el deber de la oración. Estamos convencidos de que los frutos de la pastoral vocacional se deben, en gran medida, a la oración de muchos. En este momento hay más de dos mil quinientas personas inscritas en la Cadena de Oración por las Vocaciones Sacerdotales de la Diócesis, que ofrecen a Dios todos los meses un día por esta intención. Espero que esta Cadena siga creciendo. El Día del Seminario nos tiene que ayudar a ser conscientes del valor de esta oración y a fomentarla con fuerza. Son ya muchas las Parroquias que dedican un día a la Adoración Eucarística pidiendo al Señor por esta intención: ¡Ójala lo hicieran todas!
Aprovecho la ocasión para agradecer de todo corazón a los rectores y formadores de los dos seminarios diocesanos, mayor y menor, su entrega generosa y abnegada en esta misión, tan esencial en la Iglesia, de la formación de los futuros sacerdotes.
La Virgen María, Reina de los Apóstoles, cuidará con amor a sus sacerdotes seminaristas, para que sean fiel reflejo de su Hijo, Buen Pastor; y nos alcanzará del Señor, en este Año Jubilar Mariano de nuestra Diócesis, si se lo pedimos con verdadero afecto e insistencia en nuestras peregrinaciones al Santuario de la Virgen de los Ángeles, la gracia de vocaciones abundantes.
Con mi bendición y afecto,
+ Joaquín María López de Andujar y Cánovas del Castillo
Obispo de Getafe
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Queridos hermanos y amigos:
La celebración del Día de la Iglesia Diocesana nos brinda, un año más, la oportunidad de poner ante nuestra mirada, con profunda gratitud, todos los dones que el Señor nos regala por medio de su Santa Iglesia. Una Iglesia que, en la Diócesis, se hace cercana, visible y amable. Una Iglesia en la que todos, como miembros de un único Cuerpo y unidos a su Cabeza que es Cristo, somos absolutamente necesarios e irrepetibles: cada uno, respondiendo a la propia vocación a la que ha sido llamado y participando en la misión única, compartida por todos, de crecer en santidad llevando la luz de Cristo a todos los rincones de nuestro mundo.
Nuestra Iglesia Diocesana de Getafe tiene delante de sí muchos campos para la evangelización. Es una Iglesia llena de vitalidad, en medio de una sociedad que sigue creciendo en número de habitantes, con una gran población juvenil y con mucha gente venida de los más diversos lugares del mundo. Es verdad que nuestra Iglesia, como sabemos bien, se ve sometida al acoso permanente de una cultura relativista y secularista que intenta olvidar a Dios y arrinconar la religión al ámbito de lo estrictamente privado; sin embargo la experiencia nos muestra constantemente el hambre de verdad, de vida y de amor que los hombres tienen. Y vemos con gozo, cada día, que allí donde hay una comunidad cristiana, o una parroquia o un colegio católico, con fuerza evangelizadora, empieza a despertarse la fe adormecida de mucha gente, se va creando un nuevo clima de cordialidad y de humanidad entre muchos, que ante ni siquiera se conocían, y va surgiendo el fermento de una humanidad nueva, transformada por la fuerza redentora de Jesucristo.
El lema de este año: “La Iglesia Comunidad de fe, caridad y esperanza”, nos introduce en el alma misma de la Iglesia. La Iglesia es una realidad teologal, es decir divina, y sólo las virtudes teologales: fe, caridad y esperanza, nos hacen descubrir su naturaleza más profunda. La fe nos abre los ojos del corazón para ver en la Iglesia al mismo Cristo, que sigue entregándonos su vida y su misericordia en los sacramentos. La caridad nos hace experimentar el amor de Dios, derramado en nuestros corazones por medio de su Espíritu Santo y nos convierte en testigos de ese amor. Y la esperanza nos ayuda a comprender la Iglesia como Pueblo que camina en la historia hacia la Tierra prometida, que es el cielo, donde seremos acogidos por el amor infinito del Padre.
Os invito a todos, con motivo de esta Jornada, a dar gracias a Dios por la Iglesia, a sentiros en ella como en vuestra familia y a colaborar, con vuestro trabajo apostólico y con vuestra ayuda material, a su misión y a su sostenimiento económico. Especialmente os pido que penséis en las nuevas parroquias que se están construyendo .Están haciendo un gran esfuerzo. Ayudadles a ver pronto cumplido el sueño de tener su nuevo Templo.
Con mi bendición y afecto:
+ Joaquín María. Obispo de Getafe